Después de casi dos semanas de caída libre política tras la dimisión del ex primer ministro Saad al-Hariri, el Parlamento libanés designó el lunes a Najib Mikati para formar gobierno.
El multimillonario Mikati será el tercer político en un año que intenta el cargo desde la explosión en el puerto de Beirut de hace un año, que mató a más de doscientas personas y forzó la dimisión de Hassan Diab.
Mikati, que es el hombre más rico del Líbano y fue primer ministro en dos ocasiones anteriores, se enfrenta ahora a la tarea casi imposible de formar un gobierno. El martes inició las consultas con los partidos políticos, iniciando una tarea sin plazo constitucional después de que Hariri renunciara a ella tras diez meses.
Sin embargo, Mikati se enfrenta a dos problemáticas tareas: frenar el bloqueo político y arreglar la desastrosa situación económica.
La primera tarea radica en la caótica situación política. Los partidos políticos están profundamente divididos, sobre todo por motivos religiosos. La propia estructura del gobierno intensifica esta desunión, ya que los cargos se asignan por afiliación religiosa. Según el Pacto Nacional, el presidente del país debe ser maronita, el primer ministro debe ser suní y el presidente del parlamento debe ser chií.
Hezbolá complica aún más la situación. El grupo, respaldado por Irán, es a la vez un importante partido político y un grupo militante de peso político en el país, lo que le ha valido la reputación de ser un “Estado dentro del Estado”. Su aventurerismo militar en toda la región, así como su importante poder político, hacen que su apoyo sea fundamental para cualquier decisión importante en el país.
Reunir a estas diferentes facciones en un solo gobierno no es un reto menor, y a los sucesores de Mikati les ha resultado imposible.
La segunda tarea de Mikati radica en la situación económica. Desde finales de 2019, el país ha experimentado un colapso financiero. El Banco Mundial ha descrito la situación del país como una de las peores crisis del mundo desde mediados del siglo XIX. La moneda libanesa ha perdido más del 90% de su valor y la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza. El país sufre una grave escasez de combustible, así como de alimentos, agua y medicamentos.
Las protestas contra el gobierno parecen ser características casi permanentes en el país, incluyendo disturbios en gasolineras y tiendas de comestibles en respuesta a la escasez.
Para conseguir la tan necesitada ayuda internacional, Mikati necesita reformar su panorama económico y político. La comunidad internacional ha señalado al Líbano que la ayuda está condicionada a las reformas que combatan la corrupción y la mala gestión rampantes. Parte del cargo de Mikati reside también en la reanudación de las conversaciones con el Fondo Monetario Internacional para obtener un préstamo de emergencia, lo que requiere la formación de un gobierno.
¿Es Mikati un candidato de consenso capaz de desbloquear la situación? O, como proclaman sus críticos, ¿es solo una extensión de la cegada e inepta élite política?
El optimismo hacia Mikati reside en su experiencia. Ya fue primer ministro interino en 2005 tras el asesinato de Rafik Hariri, así como primer ministro en 2011, y de nuevo de 2013 a 2014. También ha formado parte de tres gabinetes diferentes a lo largo de su carrera política.
El lunes, Mikati obtuvo 72 votos de 118 en el Parlamento para asumir el cargo. Fue nominado por Hezbolá y respaldado por Hariri, mostrando el apoyo de muchos grupos del país.
“Hoy, con indicios que apuntan a la posibilidad de formar un gobierno… hemos nombrado a Mikati, para dar un impulso extra que facilite la formación de un gobierno”, dijo a la prensa el líder del bloque parlamentario de Hizbulá, Muhammad Raad.
Sin embargo, Mikati no recibió el apoyo de todas las facciones del parlamento. Cabe destacar que se enfrentó a la oposición de los dos principales partidos políticos cristianos, incluido el Movimiento Patriótico Libre, el partido del presidente Michel Aoun.
Una relación positiva con los cristianos, especialmente con Aoun, podría hacer o deshacer un nuevo gobierno. Hariri fracasó en su mandato de formar gobierno tras una lucha con Aoun de puestos en el gabinete que llegó a un punto muerto. Para tener éxito, Mikati tendrá que ganarse el favor de Aoun, o al menos convencerle de que deje de lado los recelos para hacer avanzar al país.
El ascenso de Mikati al poder fue recibido con escepticismo por los opositores. Los críticos dicen que forma parte de la clase política incompetente del país. A finales de 2019, los ciudadanos libaneses presentaron cargos contra él por aprovecharse ilícitamente de los préstamos de vivienda subvencionados por el Estado, una acusación que él negó. Sin embargo, el lunes por la noche, su casa fue rodeada por manifestantes que le acusaban de corrupción.
El futuro del Líbano sigue siendo incierto, especialmente con Mikati al frente. Para que tenga éxito, debe superar importantes barreras tanto políticas como económicas, y unir a un país profundamente fracturado y herido. También debe demostrar que los críticos están equivocados y que su experiencia política servirá a los ciudadanos en lugar de afianzar aún más la ineficacia y la corrupción.