El fin del enfrentamiento en Gaza entre Israel y Hamás despierta el espectro de una amenaza nuclear o, peor aún, su despliegue real. Imaginemos un escenario post-conflicto: incluso un Irán sin armamento nuclear podría empujar a Israel hacia una advertencia nuclear o una respuesta nuclear “proporcional”. Irán, con su flagrante respaldo a Hamás —un grupo cuya maldad es intrínseca—, se arriesga a una confrontación militar directa con Israel. Esta situación podría acelerar una peligrosa competencia entre Israel e Irán por el control escalonado del conflicto.
Esta búsqueda sería una carrera desesperada y dañina para ambos.
Actualmente, una guerra nuclear entre Israel e Irán parece impensable. Sin embargo, un Irán aún no nuclear podría lanzar ataques “nucleares” contra Israel usando armas radiactivas o ataques convencionales contra la planta nuclear israelí de Dimona. Si Irán se convierte en una potencia nuclear —armado con dispositivos nucleares—, la competencia por el dominio de la escalada podría desencadenar una guerra nuclear real.
Entonces, ¿qué debe hacer Israel?
Primordialmente, Israel debería comenzar a revelar gradualmente su capacidad nuclear (poniendo fin a su ambigüedad nuclear deliberada) y clarificar su llamada “Opción Sansón”. Este plan de último recurso no buscaría un final trágico al estilo de Sansón, sino reforzar la credibilidad de la disuasión nuclear israelí.
Consideremos el contexto histórico: desde la Paz de Westfalia en 1648, la política mundial ha sido un caos. Esto significa que la seguridad de cada nación —especialmente de estados asediados como Israel— depende de la imprevisible amenaza militar. Para asegurar una disuasión creíble, Israel debe demostrar su capacidad y disposición para asumir riesgos estratégicos.
¿Y las consecuencias?
En esta época nuclear volátil, esto podría conducir a una guerra nuclear, ya sea deliberada o accidental. En el caso de una guerra nuclear no intencionada, sería un error fatal para los planificadores y líderes israelíes asumir que cualquier gran conflicto siempre reflejará decisiones racionales. Incluso adversarios racionales pueden llevar a resultados inaceptables. Para Israel, entonces, el desafío de supervivencia no solo radica en la irracionalidad iraní, sino en la suma total de enemigos que actúan racionalmente.
No se trata solo de pensamientos casuales o aleatorios. De cara al futuro, Israel necesita pensadores estratégicos excepcionalmente capaces, no solo tácticos.
¿Son significativamente calculables las probabilidades de un conflicto nuclear entre Israel e Irán? La única respuesta correcta es “no”. Esto se debe a que los juicios de probabilidad válidos en lógica y matemáticas siempre deben basarse en la frecuencia de los acontecimientos pasados relevantes, es decir, ¿cuántas veces ha sucedido esto antes? Aunque es algo positivo, la ausencia de un “acontecimiento pasado relevante” (una guerra nuclear) también imposibilita la realización de juicios de probabilidad precisos.
Incluso si las suposiciones sobre la racionalidad iraní fueran razonables y bien fundadas, seguirían existiendo varios peligros asociados a una guerra nuclear no intencionada. Estos peligros potencialmente existenciales podrían producirse por operaciones enemigas de pirateo informático, por un mal funcionamiento de los ordenadores (una guerra nuclear accidental) o por un error de cálculo en la toma de decisiones por parte de Irán, Israel o ambas partes.
En el tercer escenario, especialmente ominoso, podrían surgir sinergias perjudiciales que resultarían difíciles o imposibles de gestionar o revertir. El resultado “total” en cualquier interacción sinérgica sería mayor que la suma de sus “partes”. Tales interacciones “multiplicadoras de fuerzas” podrían surgir de golpe como un “rayo caído del cielo”, o en incrementos más o menos insondables.
Desde 1945, el histórico “equilibrio de poder” se ha transformado en gran medida en un “equilibrio del terror”.
Hasta un punto imprevisible, la búsqueda geoestratégica del “dominio de la escalada” por parte de Israel e Irán —una búsqueda magnificada por las expectativas de seguridad de la actual guerra de Gaza— podría aumentar los riesgos de una guerra nuclear involuntaria. Esta conclusión es válida incluso si Irán siguiera siendo no nuclear, porque las escaladas aparentemente fuera de control podrían en algún momento empujar a Israel a cruzar el umbral de combate nuclear.
Y aún hay más. Los riesgos, a menudo subestimados, de una guerra directa entre Israel e Irán podrían incluir una guerra nuclear por accidente y/o por un error de cálculo en la toma de decisiones. En este escenario cada vez más realista, la “solución” para Israel no sería “alejar” la búsqueda mutuamente reforzada del “dominio de la escalada”, sino gestionar todas las crisis nucleares prospectivas a los niveles más bajos posibles de destructividad. Siempre que sea posible, por supuesto, lo mejor sería evitar esas crisis por completo y mantener “disyuntores” fiables contra el pirateo estratégico y el mal funcionamiento técnico. Pero para evitar de forma duradera una guerra nuclear en Oriente Medio, será necesaria una estrategia más prometedora a largo plazo.
La amenaza iraní a Israel —en parte una consecuencia derivada de los vínculos de Irán con Hamás y Hezbolá— no existe in vacuo. Israel se enfrenta a otros enemigos y alianzas potenciales. Pakistán es un Estado islámico ya nuclearizado con vínculos con China. Pakistán, al igual que Israel, no forma parte del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). “Todo es muy sencillo en la guerra”, dice Carl von Clausewitz en Sobre la guerra, “pero lo más sencillo es muy difícil”.
Israel debería considerar exhaustivamente si alguna vez podría haber un lugar propicio para las amenazas nucleares contra su todavía adversario no nuclear de Teherán. Las “respuestas” aquí podrían depender significativamente de las transformaciones previas de Israel de “ambigüedad nuclear deliberada” en posturas más oportunas de “revelación nuclear deliberada.” Aunque todas estas consideraciones se referirían a asuntos sui generis o sin precedentes históricos, Israel no tiene una alternativa sensata a las investigaciones basadas en la lógica.
Se plantean cuestiones subsidiarias.
¿Cuál es la diferencia probabilística entre una guerra nuclear deliberada o intencionada y una no intencionada? Aunque los profanos en la materia rara vez la discuten, esta distinción primaria es indispensable para reducir la probabilidad de cualquier conflicto nuclear.
Pero hay más. Los estrategas israelíes capaces tendrán que idear estrategias óptimas para calcular y evitar una guerra nuclear con Irán. La dificultad de esta tarea variará, entre otras cosas, según (1) la presunta intención iraní; (2) la presunta verosimilitud de un accidente o de una intrusión de piratas informáticos iraníes; y/o (3) la presunta verosimilitud de un error de cálculo iraní.
Las palabras siempre importan.
Cualquier caso concreto de guerra nuclear accidental sería inadvertido. Sin embargo, no todos los casos de guerra nuclear involuntaria serían resultado de un accidente. En estas cuestiones terminológicas, los pensadores estratégicos israelíes deberán tener en cuenta con prudencia las distinciones conceptuales subyacentes.
Habrá que hacer ciertas advertencias adicionales. El problema del “dominio de la escalada” nunca debería ser abordado por los responsables de la política de seguridad israelí como una cuestión estrictamente política o táctica. Por el contrario, informados por profundos conocimientos históricos y refinadas capacidades analíticas, los planificadores israelíes deben prepararse inmediatamente para una gran variedad de posibles explicaciones.
Es inconcebible que la dinámica competitiva de la disuasión nuclear se desvanezca sin más. En nuestro sistema jurídico mundial anárquico o de “autoayuda”, Israel debe prepararse continuamente para prevalecer en luchas múltiples e interrelacionadas por el “dominio de la escalada”. Con el tiempo, por muy cuidadosa, responsable y exhaustivamente que se lleven a cabo tales preparativos, cualquier sistema jurídico mundial basado en una incesante lucha por el poder y en una asunción de riesgos sin precedentes fracasará.
No obstante, la tarea inmediata de Israel debería ser navegar con cuidado en medio de daños potencialmente existenciales. Como acabamos de ver, estos daños podrían incluir una guerra nuclear con Irán antes de que ese Estado terrorista se convierta en una potencia nuclear. Esto se debe a que una búsqueda mutua Israel-Irán del “dominio de la escalada” podría provocar en algún momento que la República Islámica
- (1) activar armas de dispersión de radiación;
- (2) atacar el reactor israelí de Dimona con cohetes convencionales; y/o
- (3) obligue al Estado judío a utilizar sus armas nucleares en circunstancias previsiblemente terribles.