Mientras que gran parte de Washington estaba enterrada en una ventisca de noticias de política interna, la administración Trump dio otro paso importante en su campaña de “máxima presión” contra Irán, imponiendo nuevas y duras sanciones al sector bancario del Estado rebelde.
La economía iraní se ha tambaleado en los años transcurridos desde que el presidente Trump le quitó la cuerda de salvamento que le había dado el desastroso acuerdo nuclear del presidente Barack Obama. Una combinación de sanciones reimpuestas, los estragos del coronavirus y la caída de los precios del petróleo han hecho que el régimen terrorista pierda varios apoyos económicos.
Si bien gran parte del sector financiero de Irán, desde el banco central hacia abajo, ha sido objeto de sanciones por anteriores acciones de Trump, la administración está añadiendo ahora otros 18 bancos iraníes a la lista de objetivos. Al hacerlo, se limitarán aún más las corrientes de divisas, lo que hará más difícil que Irán comercie. El objetivo es estrangular la ya débil economía.
Al anunciar la decisión, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin dijo, “Nuestros programas de sanciones continuarán hasta que Irán deje de apoyar las actividades terroristas y termine sus programas nucleares”.
Algunos de los críticos habituales afirman que el endurecimiento de las sanciones podría impedir que la ayuda humanitaria llegara, pero el Tesoro ha tratado de asegurarse de que no sea así. Irán ha explotado las excepciones de ayuda humanitaria en el pasado para avanzar en sus actividades malignas, por lo que esto tendrá que ser vigilado de cerca, con más medidas si es necesario para prevenir los abusos.
Las duras sanciones son un recordatorio de las marcadas diferencias entre el enfoque de los Estados Unidos hacia Irán bajo Trump y las políticas que podemos esperar si Joe Biden gana las elecciones el próximo mes. El retador ha prometido que trabajará para resucitar el horrible acuerdo de Obama. Esto sería difícil, porque Irán ya ha avanzado. Pero el hecho de que Biden lo intentara es una razón para votar en su contra.
Si fuera capaz de revivir el acuerdo, sería catastrófico. Inundaría a Irán con cientos de miles de millones de dólares de alivio de las sanciones, al tiempo que permitiría al régimen teocrático militante convertirse en una amenaza convencional más potente en la región. Permitió también a los mulás mantener su programa de misiles balísticos. Al mismo tiempo, el acuerdo contenía una disposición de extinción que automáticamente comenzó a deshacer las restricciones a las actividades nucleares después de una década. En otras palabras, el acuerdo era que Irán podía hacerse más rico y poderoso a corto plazo mientras seguía aferrado a sus ambiciones nucleares a largo plazo.
Trump se dio cuenta de que este era un mal acuerdo para los Estados Unidos y sus aliados en la región, para todos, de hecho, excepto para los matones que dirigen Irán. La confianza que Trump generó entre los vecinos de Irán al ser duro con Teherán fue importante para sellar acuerdos de paz históricos entre Israel, los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin.
Con Irán pisándole los talones y la paz extendiéndose en Medio Oriente, ahora es el momento de que América presione sus ventajas y aumente la presión contra su enemigo declarado.