La tambaleante alianza turco-rusa se enfrenta a su más duro reto hasta ahora sobre el destino de la provincia de Idlib, el último bastión de los rebeldes anti-Assad. De hecho, el acuerdo de Sochi de 2018 entre Recep Tayyip Erdogan y Vladimir Putin para crear una zona desmilitarizada en la mayor parte de Idlib ya ha terminado, ya que Ankara ha enviado cientos de vehículos blindados y más de 6.000 soldados a la provincia asediada para detener el avance de las fuerzas del gobierno sirio.
El lunes, Turquía anunció que había atacado más de 100 objetivos del gobierno sirio, “neutralizando” al menos a 100 soldados, en represalia por la muerte de seis soldados turcos como resultado de los bombardeos del régimen. En medio de informes contradictorios, se dice que el régimen ha logrado controlar una carretera estratégica que une Alepo con Damasco. El enfrentamiento directo entre Turquía y Siria fue el primero de este tipo desde 2011.
Una delegación militar rusa no pudo llegar a un nuevo entendimiento con Turquía en una reunión en la capital turca esta semana. Erdogan y Putin se reunirán pronto para resolver sus diferencias. El presidente turco dijo la semana pasada que Rusia no ha cumplido con los acuerdos de Sochi y Astana. Declaró que el proceso de Astana, que también involucra a Irán, está “moribundo”.
La última ofensiva siria, que comenzó en diciembre pasado, ha obligado a más de medio millón de civiles a huir hacia la frontera turca. Muchos han muerto como resultado de los ataques aéreos rusos dirigidos contra escuelas y hospitales, según los grupos de ayuda internacional que trabajan en la zona.
En el caso de Rusia, es Turquía la que no ha cumplido su compromiso de separar a los llamados combatientes rebeldes moderados de los grupos terroristas, a saber, Hayat Tahrir Al-Sham, antiguo Frente de Al-Nusra, que se estima que tiene 30.000 combatientes en la provincia. Ankara, por otra parte, considera que la última ofensiva es una violación del acuerdo de Sochi que creó una zona de amortiguación en Idlib. Para el régimen, la liberación de Idlib significaría el fin de la sublevación de nueve años y una rotunda victoria para el dictador Bashar Assad.
Damasco considera la presencia turca en su territorio como una ocupación, mientras que Ankara afirma que el acuerdo de Adana de 1998 le da derecho a proteger su seguridad nacional contra las amenazas que plantean los grupos kurdos en Siria. Ha llevado a cabo una serie de operaciones para controlar vastas franjas del territorio sirio septentrional, la última de las cuales tenía por objeto expulsar a las Unidades de Protección del Pueblo Kurdo de sus posiciones al este del Éufrates. Rusia pudo convencer a Turquía de que realizara patrullas conjuntas a lo largo de la frontera turca para asegurarse de que los combatientes del YPG no constituyeran una amenaza.
Pero ahora Erdogan parece estar listo para subir la apuesta de nuevo, incluso a expensas de su alianza con Putin. Para él, la pérdida de Idlib presenta una serie de desafíos. Turquía no abrirá sus fronteras a una nueva afluencia de refugiados, mientras que su presencia en Idlib es una carta importante que Erdogan esperaba usar en las discusiones sobre un acuerdo político final en Siria. Pero su principal preocupación sigue siendo la amenaza que se percibe que representan los kurdos sirios. Si bien los Estados Unidos se han retirado del noreste de Siria, siguen manteniendo una presencia militar en zonas principalmente kurdas del este.
El Consejo Democrático Sirio (SDC), el ala política de las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), que comprende grupos kurdos, árabes y otros grupos étnicos en el norte y el este de Siria, está negociando actualmente con Damasco a través de la mediación rusa con la esperanza de llegar a un acuerdo sobre el futuro de los territorios bajo su control. La creación de una entidad descentralizada y autónoma en el marco de la COSUDE sería considerada una amenaza por Turquía.
Los planes de Ankara para cambiar la estructura demográfica de las zonas a lo largo de su frontera con Siria no han funcionado. Las ambiciones de Erdogan de desplegar su ejército en territorio sirio han sido frenadas por los rusos. Ahora sus tropas están involucradas en enfrentamientos directos con el ejército del gobierno sirio en Idlib. Pero una cumbre de última hora con Putin podría salvar el día, por ahora. Los intereses rusos y turcos en Idlib son difíciles, si no imposibles, de reconciliar. Putin intentará de nuevo reiniciar las conversaciones secretas entre Ankara y Damasco. Una reunión de este tipo, la primera desde el 2011, tuvo lugar entre el jefe de la inteligencia turca Hakan Fidan y su homólogo sirio Ali Mamlouk en Moscú el mes pasado. Se llegó a un acuerdo provisional de alto el fuego en Idlib, pero duró poco.
El último despliegue turco puede terminar en un punto muerto sobre el terreno. Ni Putin ni Erdogan querrán ver que su alianza se derrumbe. Pronto comenzará un período de delicadas negociaciones diplomáticas para encontrar una salida. Turquía quiere garantías y voz con respecto al futuro de las regiones kurdas sirias. Para Siria, el fin de la presencia militar turca y el apoyo a los grupos rebeldes son la máxima prioridad. Es probable que Putin haga un avance que satisfaga a ambas partes, evitando más enfrentamientos militares directos en Idlib.