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Portada » Opinión » Una nueva era para las ambiciones de Irán en el hemisferio occidental

Una nueva era para las ambiciones de Irán en el hemisferio occidental

Por: Ilan Berman y Joseph Humire

por Arí Hashomer
14 de junio de 2021
en Opinión
Una nueva era para las ambiciones de Irán en el hemisferio occidental

Reuters

Recientemente, dos buques de guerra iraníes rodearon el extremo sur de África y se adentraron en el Atlántico, probablemente de camino a Venezuela. La historia ha sido ignorada en gran medida tanto por los medios de comunicación como por la Casa Blanca, que ha minimizado el inminente golpe marítimo opinando que “la compra de armamento [a Irán] no pondrá comida en la mesa de los venezolanos”. Sin embargo, el viaje expedicionario representa un acontecimiento estratégico importante, tanto por lo que nos dice sobre las florecientes capacidades navales de Irán en aguas azules como porque refleja el interés permanente de Teherán por asegurarse un punto de apoyo militar estratégico en el hemisferio occidental.

Para entender el contexto más amplio, es necesario apreciar la perspectiva estratégica de la República Islámica. Desde el punto de vista geopolítico, el régimen radical iraní se ha visto durante mucho tiempo como el “centro del universo”, tiene una hegemonía regional en torno a la cual debe girar necesariamente la política de Oriente Medio. Sin embargo, los ayatolás iraníes piensan cada vez más en grande, y en la última década (y especialmente desde la firma del acuerdo nuclear de 2015 con Occidente) han empezado a ver a su país como un actor global. 

Sin embargo, la condición para ser una potencia mundial es ser capaz de proyectar el poder a nivel global, razón por la cual el régimen iraní ha tratado durante años de erigir una capacidad naval en aguas azules. También es la razón por la que los funcionarios iraníes han insistido repetidamente en su compromiso de establecer una presencia naval en el Atlántico, y por la que han tomado medidas concretas para hacerlo.

Ya en 2015, el régimen iraní envió formalmente dos buques de guerra al Atlántico por primera vez. La medida pretendía enviar un claro mensaje geopolítico a los adversarios de Teherán. “La flota militar de Irán se está acercando a las fronteras marítimas de Estados Unidos, y este movimiento tiene un mensaje”, anunció el almirante Afshin Rezayee Haddad, entonces comandante de la flota de la Marina del Norte de Irán.

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Desde aquella salida inaugural, el régimen iraní ha vuelto periódicamente a la cuestión de las capacidades navales en aguas azules, y de contar con una presencia naval sostenida lejos de sus costas. Mientras que el temido ejército clerical del país, el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI), se encarga principalmente de la defensa costera y de las operaciones en el Golfo Pérsico, la Armada de la República Islámica de Irán (IRIN) ha surgido como el principal medio del régimen para proyectar el poder marítimo. En su informe de 2019 al Congreso sobre el poder militar iraní, el Pentágono señaló que “una de las misiones clave del IRIN es llevar a cabo operaciones fuera del área y la diplomacia naval en la región y más allá”, y destacó sus “ambiciones a largo plazo para funcionar como una verdadera marina de aguas azules”.

Esas ambiciones parecen estar dando ahora un gran paso adelante, y el destino lógico de la floreciente marina expedicionaria iraní es su socio más simpático en el hemisferio occidental.

Los lazos militares entre Irán y Venezuela han florecido desde 2005, cuando el entonces presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad y el dictador venezolano Hugo Chávez forjaron una asociación vital centrada en la cooperación en materia de defensa. Esa asociación proporcionó al régimen iraní -que entonces luchaba contra el peso de las crecientes sanciones occidentales- una importante vía para eludir las sanciones y seguir aumentando su arsenal militar, incluido su programa de misiles y sus activos navales. También proporcionó a Teherán una importante puerta de entrada para ampliar sus contactos con otros regímenes regionales antiamericanos, como Cuba y Bolivia.

Casi dos décadas después, esos vínculos han demostrado ser duraderos. A pesar de la muerte de Chávez en 2013, Venezuela sigue siendo un aliado clave de Irán y un socio principal en los esfuerzos de Teherán para proyectar su poder en el hemisferio occidental.

Desde mayo de 2020, el régimen iraní ha estado proporcionando al régimen de Maduro suministros críticos, a través de múltiples envíos de combustible y alimentos. Pero la ayuda de Irán no era simplemente altruista; el CGRI comenzó a utilizar simultáneamente las transferencias comerciales de gasolina a Venezuela como una cubierta para establecer un corredor marítimo logístico hacia el hemisferio occidental. Más que la transferencia comercial de combustible, los petroleros afiliados a la CGRI estaban probando las aguas del Caribe para encontrar rutas, puertos y límites precisos para una futura presencia naval iraní.

El futuro ha llegado, y la cooperación militar entre ambos países va en aumento. Tras la expiración en octubre de 2020 del embargo de armas impuesto por la ONU a Irán, Teherán se ha convertido en un actor importante en los esfuerzos de Maduro por crear una comisión científico-técnica militar para modernizar las fuerzas armadas venezolanas, algo que puede dar lugar a transferencias de armas entre los dos países en un futuro próximo.

Para el gobierno de Biden, estos acontecimientos tienen al menos dos consecuencias concretas.

La primera es que las capacidades militares de Irán están creciendo a buen ritmo, a pesar de la difícil situación económica del régimen. En los dos últimos años, la economía iraní se ha visto muy afectada por la presión de Estados Unidos, que ha desestabilizado la economía iraní y ha contribuido a alimentar las protestas populares contra el régimen de Teherán. Sin embargo, las inversiones de la República Islámica en capacidades militares no parecen haber disminuido por ello. Y ahora, están preparadas para ser aún más sustanciales, a la luz del alivio de las sanciones que probablemente reciba el régimen como resultado de las nuevas negociaciones con Estados Unidos.

La segunda es que el régimen iraní está construyendo una presencia militar operativa activa en el hemisferio occidental. En el pasado, los analistas y los funcionarios han tendido a descartar la participación de Irán en América Latina por considerarla en declive, o simplemente una función de la era Ahmadinejad/Chávez. Sin embargo, cada vez está más claro que la República Islámica mantiene un interés estratégico duradero en aumentar su presencia militar al sur de la frontera con Estados Unidos, y que los regímenes simpatizantes de la región le están permitiendo establecerla.

Además, estas tendencias se están convirtiendo cada vez más en un problema para Washington. Los buques de guerra de Irán están actualmente en camino de llegar a Venezuela a principios de julio. Si lo hacen y cuando lo hagan, representará un hito importante para las ambiciones del régimen iraní en aguas azules, y una posible nueva era para la presencia de Irán en América Latina. A su vez, la forma en que Washington decida responder será una señal importante para los líderes de Irán, y sus contrapartes latinoamericanas, de que Estados Unidos se toma en serio la tarea de contrarrestar la intrusión de uno de los regímenes más peligrosos del mundo en el hemisferio occidental.

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