El jueves 9 de agosto del 2001 (20 de av) era un típico caluroso día de verano en la ciudad de Jerusalén. A las 2 de la tarde, la popular pizzería Sbarro, ubicada en la concurrida intersección de las calles King George y Jaffa, estaba llena de clientes, principalmente mujeres, jóvenes y niños.
Sin que nadie percibiera su presencia, un terrorista árabe ingresó al restaurante con un estuche de guitarra lleno con letales explosivos y clavos, tuercas y tornillos. De pronto hubo un estallido en la pizzería; un estallido que destrozó las vidas de muchas familias.
Un testigo describió la horripilante escena:
Hubo un estallido tan fuerte que estaba seguro de que el mundo estaba colapsando; entonces vi montones de vidrios desparramados por todo el lugar. Había gritos y sangre, gente corriendo de un lado a otro y gente paralizada. Los niños pequeños llamaban entre llantos a sus madres, y había grandes cantidades de sangre en todo el lugar; era un verdadero caos. Recuerdo ver a un hombre cubierto en sangre, a una pequeña de larga cabellera enmarañada en sangre y vidrios, y el olor del humo, de los explosivos y de la carne humana entremezclados.
Quince personas inocentes fueron asesinadas. Entre ellos se encontraban Mordejai y Tzira Schijveschuurder, originalmente de Holanda, y tres de sus hijos, Raaya, 14, Abraham Itzjak, 4 y Jemda, 2. Otras dos de sus hijas, Lea, 11, y Jaya, 8, fueron heridas de gravedad.
La pequeña Jaya recuerda la aterradora experiencia:
La última vez que vi a mi pequeño hermano Abraham Itzjak, estaba tendido en una camilla en una ambulancia. Tenía una venda en su cara. Tenía tan solo cuatro años. Luego de la explosión, corrí tan rápido como pude. No miré hacia atrás. Simplemente corrí. Un médico me llevó a una ambulancia y ahí es donde vi a Abraham Itzjak por última vez.
Después de eso me llevaron en una camilla al hospital y tuve que ser sometida a una larga operación para remover los tornillos que habían ingresado en mi hígado y mi pierna. Vi un cartel en la puerta que decía «Sala de operaciones» y comencé a llorar. En mi casa estaban sentados en shivá en ese momento. Mis hermanos fueron con sus camisas rasgadas. Les pregunté: «¿Por qué sus camisas están rasgadas?», pero ellos no querían decirme que nuestros padres habían muerto. Mis hermanos no habían ido con nosotros al restaurante. Primero me encontraron a mí. Luego se enteraron de que mi hermana y mi pequeño hermano estaban muertos. Mi pequeña hermana siempre había sido una niña muy alegre. La recuerdo muy bien. Solía reír durante todo el día. Ahora, nuestros padres tampoco están vivos. Pero pronto vendrá el Mashiaj y la gente que ha muerto, y toda la gente que ha sido asesinada en guerras y en ataques terroristas, volverán a la vida.
El Primer Ministro, Ariel Sharon, fue al hospital a visitar a los niños sobrevivientes de la familia Schijveschuurder. Cuando le preguntó a Shevuel, de 17 años, si había algo que pudiera hacer por ellos, el joven respondió que si el Primer Ministro quería hacer algo en recuerdo de las almas de sus padres y hermanos que habían sido asesinados, entonces debía respetar el siguiente Shabat. El Primer Ministro, quien no era una persona observante, se sorprendió por la petición y prometió intentarlo.
De acuerdo a los reportes Ariel Sharon cumplió con su promesa: respetó el día sagrado lo mejor que pudo por primera vez en su vida.
No realizó su usual ronda de visitas de negocios y política. No recibió llamadas telefónicas y no viajó aquel día.
Otra persona que fue asesinada en aquel fatídico día fue Malki Roth, una vivaz estudiante de 15 años.
En el último año de su vida, Malki, una talentosa música y flautista, había escrito la letra y melodía de una canción que pensaba presentar en una competencia musical de su escuela. A pesar de que había completado la canción y de que la había interpretado ante sus amigos más cercanos, no la presentó a tiempo para la competencia. Al igual que la mayoría de los adolecentes, ella probablemente pensó que tenía toda la vida por delante.
Su familia se enteró de la existencia de la canción solo cuando algunos visitantes la mencionaron durante la semana de shivá. Esa semana de duelo, los amigos de Malki recorrieron Israel enseñándoles la canción a cientos de niños y adolecentes en los campamentos de verano a lo largo del país. Desde entonces, las palabras y la melodía de su canción continuaron difundiéndose mediante una red de amigos en Israel y en otros países.
Shir lismoaj, ‘Una canción de alegría’, o Malki’s Song, ‘La canción de Malki’, es alegre y optimista, al igual que lo era Malki:
Todos y cada uno de nosotros tiene un lugar en el Mundo Venidero,
Y esa es en sí misma una razón para estar feliz.
Cada uno de nosotros tiene una chispa y un comienzo,
Y esa es en sí misma una razón para estar feliz.
Vives, respiras, te mueves,
¡Ese es un buen comienzo!
Cada uno de nosotros tiene una forma de llegar,
Y todos tenemos también una forma de volver.
Cada uno de nosotros tiene esperanza y un futuro,
Y un lugar en el Mundo Venidero.
Como tributo a la breve vida de Malki, sus padres, Arnold y Frimet Roth, establecieron la fundación Keren Malki para asistir a familias que tienen hijos con necesidades especiales. Malki se dedicaba a cuidar niños discapacitados, inspirada por su propia hermana con discapacidades.
Shoshana Greenbaum, una devota maestra norteamericana, también fue asesinada en el atentado. La cuenta oficial de muertos no incluyó a su bebé que aún no nacía, el cual habría sido el primer hijo de los Greenbaum. Shoshana era hija única de sobrevivientes del Holocausto.
Su esposo, Shmuel Greenbaum, decidió tomar sobre sí la misión de esparcir bondad, lo cual personificaba a su difunta esposa.
Se reunió con un grupo de amigos a discutir cómo mejorar el mundo y ese fue el inicio de un boletín informativo llamado «Una dosis diaria de bondad», el cual creció y pasó de tener tan solo 150 suscriptores a tener cientos de miles de lectores alrededor del mundo.
Las valientes familias sintieron que debían intentar transformar la violenta crueldad que habían sufrido en actos de compasión y significado. A pesar del sufrimiento personal, la fortaleza de ellos nos proveyó una increíble inspiración.
Quiera Dios que las memorias de estos seres queridos que fueron perdidos nos inspiren a vivir vidas más significativas.