El 5 de enero de 1939 la Oficina de Investigación de Genealogía del Reich emitió una opinión escrita en la que decía que no consideraba que la comunidad caraíta estuviese racialmente conectada con los judíos.
A pesar de que no fue la última palabra sobre el tema dentro de la jerarquía nazi, la cual estaba obsesionada con preguntas pseudo científicas de este tipo, la declaración sirvió como la base de lo que se convirtió la política alemana fundamental hacia los descendientes de esta antigua secta no rabínica.
Como consecuencia, aproximadamente 7.000 caraítas que vivían en las partes de la Unión Soviética ocupadas por Alemania no fueron aniquilados por la maquinaria asesina nazi, incluso mientras sus vecinos judíos eran deportados o simplemente masacrados.
El asunto se convirtió en algo relevante para los alemanes nazis a principios de 1937, cuando un grupo de 18 caraítas que vivía en Alemania pidió la exención oficial de las Leyes de Núremberg, aprobadas en 1935, las cuales imponían limitaciones severas a la participación judía en la vida pública.
La historia de este grupo, que difiere ideológicamente de los judíos ya que no reconocen la autoridad de la ley judía oral, se extiende al menos al siglo VII de la Era Común en Medio Oriente. Para ellos solo el Tanaj, Biblia hebrea, tiene autoridad divina.