Napoleón I Bonaparte vio la necesidad de que la Tierra Santa fuera poblada y en 1799 junto al ejército francés, conquistó Gaza en lo que fue el «Reestablecimiento de Jerusalén», una forma de programar un retorno masivo de los judíos de Europa a fin de que se establecieran allí la patria judía, a cambio de su lealtad a Francia.
El emperador no vio a ningún «palestino» reclamando derechos históricos sobre la Tierra Santa, cuyos pocos habitantes eran casi todos judíos.
Napoleón se refirió a esta conquista como «la avanzada de África, la puerta de Asia», cuando sus fuerzas arrasaron fácilmente los restos de las murallas de la ciudad, que no habían sido reconstruidas desde su destrucción por Saladino.
Sin embargo, abandonaron la ciudad después de su fallido asedio de Acre ese mismo año, por lo que la duración de la influencia francesa en Gaza fue demasiado corta para tener un efecto palpable.
Carta de Napoleón Bonaparte a los judíos:
De Napoleón Bonaparte, comandante supremo de las fuerzas armadas de la República Francesa en África y Asia, a los legítimos herederos de Palestina.
Israelitas, pueblo sui generis, que las fuerzas de la conquista y el despotismo no han podido usurparles su linaje y existencia nacional, aunque les usurparon solamente la tierra de los ancestros.
Los observadores atentos e imparciales de los destinos de las naciones, aunque no están dotados con los dones de profecía como Isaías y Joel, desde hace tiempo también han sentido lo que estos, con bella y edificante fe, predijeron cuando vieron la destrucción de su Reino y su Patria: Que los redimidos del Se-or volverían cantando a Sión, y serían colmados de felicidad cuando construyan su reino sin miedo.
Ustedes que están desamparados en la diáspora, levántense con fuerza. Tienen ante ustedes una horrible guerra que su pueblo está librando después de que sus enemigos creyeran que su tierra heredada de los ancestros, fuera un botín a repartir entre ellos a su libre antojo… Es indispensable olvidar aquella deshonra que los hizo caer bajo el yugo de la esclavitud, y aquella desvergüenza que paralizó su voluntad por dos mil años.
Las circunstancias no les permitían proclamar o expresar sus demandas, incluso esas mismas circunstancias les obligaron coercitivamente a renunciar a su derecho. Por eso, Francia les tiende su mano ahora llevándoles la herencia de Israel, lo hace precisamente en este momento, pese a los síntomas de frustración e incapacidad.
El ejército con que la Providencia me envió, marcha con la victoria delante y con la justicia detrás, ha escogido a Jerusalén como sede de su mando, y dentro de unos días se trasladará a la vecina Damasco, que viene depreciando y humillando la ciudad de David desde hace mucho tiempo.
La nación francesa no comercia como otras naciones con los hombres y las patrias, y les convoca a (recuperar) su herencia, contando con su garantía y apoyo contra todos los intrusos.
¡Levántense! y demuestren que la fuerza implacable de los tiranos no ha sofocado la valentía de los nietos de aquellos héroes, cuya alianza fraternal fue un honor para Esparta y Roma, y que el trato de esclavos por dos mil años no ha podido matar esa valentía.
¡Apresúrense! Este es el momento oportuno- que quizás no se repita en miles de años- para exigir la recuperación de sus derechos y prestigio entre los pueblos del mundo, que se les fueron arrebatados por miles de años, que son su existencia política como una nación entre las naciones, y su absoluto derecho natural a adorar su Dios Jehová, según sus fe,
¡Háganlo públicamente de una vez y para siempre!
BONAPARTE.