Durante nueve meses, Yahya Sinwar, el líder de Hamás, no solo se mantuvo en la cúspide del poder, sino que lo hizo desde las profundidades del subsuelo, en un escondite que parecía impenetrable.
“Tenemos a los israelíes justo donde queremos”, proclamó Sinwar a otros líderes de Hamás, según un informe de junio en The Wall Street Journal.
Su enfoque en las negociaciones de rehenes reflejaba una confianza inquebrantable. Tras el alto el fuego de una semana en noviembre, Hamás rechazó todas las propuestas israelíes e internacionales con un desdén que sólo podía provenir de alguien que siente que el tiempo juega a su favor.
Israel, al principio lentamente y luego con rapidez alarmante, empezó a convertirse en un paria en la comunidad internacional. Incluso sus aliados más cercanos exigían un alto el fuego inmediato que dejaría a Hamás intacto.
En mayo, el principal fiscal de la Corte Penal Internacional solicitó órdenes de arresto contra el primer ministro Benjamin Netanyahu y el ministro de Defensa, Yoav Gallant. Días después, Noruega, Irlanda y España anunciaron que reconocerían un Estado palestino, apoyando la visión de Hamás de que la violencia extrema del 7 de octubre conduciría a logros históricos para los palestinos y aceleraría la desaparición de Israel.
La administración Biden también comenzó a distanciarse visiblemente de Israel. En octubre, el presidente Joe Biden había expresado dudas sobre los números de muertes palestinas, pero en su discurso sobre el Estado de la Unión, trató las cifras de Hamás como verdades absolutas.
La Casa Blanca, intentando evitar una operación israelí a gran escala en Rafah, donde Sinwar podría estar escondido rodeado de rehenes, detuvo envíos de armas cruciales, incluidas bombas pesadas necesarias para atacar túneles subterráneos.
En marzo, EE. UU. sorprendió a Israel al no vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que exigía un alto el fuego inmediato en Gaza, sin condicionarlo a la liberación de rehenes. Esta decisión probablemente alentó a Hamás, mientras Sinwar observaba de cerca la creciente ira doméstica en Israel contra Netanyahu, con colectivos izquierdistas exigiendo el fin de la guerra y el retorno seguro de los rehenes.
Mientras tanto, la presión sobre Israel para alcanzar un acuerdo aumentaba, lo que llevó a Jerusalén a ofrecer concesiones significativas a Hamás sin siquiera reiniciar las conversaciones. En el frente militar, las operaciones de las FDI alcanzaron su punto máximo a finales de 2023, y para los primeros meses de 2024, las fuerzas comenzaron a retirarse gradualmente de Gaza, dejando solo una brigada.
Sinwar, sintiendo que lo peor de la presión militar había pasado y con Biden haciendo todo lo posible para evitar una gran operación en Rafah, se sintió seguro. Pero en las últimas semanas, la situación comenzó a cambiar.
EE. UU. empezó a culpar directamente a Hamás por el fracaso en alcanzar un acuerdo y por el sufrimiento de los civiles gazatíes. Durante una visita a Qatar en junio, el secretario de Estado, Antony Blinken afirmó que Hamás podría haber respondido positivamente a las propuestas israelíes, pero en lugar de eso, retrasaron las negociaciones con nuevas demandas.
Además, el clima político en EE. UU. cambió. Con la administración Biden enfocándose en política interna tras un desastroso desempeño en un debate reciente, cualquier presión significativa sobre Israel parecía improbable antes de las elecciones presidenciales. Incluso un intento de asesinato de Donald Trump desvió aún más la atención de los medios y de la administración.
Sin embargo, el regreso inesperado de las FDI a la Ciudad de Gaza la semana pasada y la agresividad de la operación de Rafah indicaban un cambio de estrategia. La operación en Rafah, aunque exitosa, dejó partes de la ciudad sin conquistar, con las FDI esperando posiblemente a un acuerdo o luz verde de Netanyahu.
Los sueños de Hamás de una tercera intifada en Judea y Samaria fracasaron, con la Autoridad Palestina compartiendo información con Israel y arrestando terroristas. Hezbolá, aunque continúa atacando a Israel, muestra límites en su disposición a arriesgarse por Hamás.
Israel lanzó un ataque masivo contra un complejo donde se creía que estaba escondido el líder militar de Hamás, Muhammad Deif. La posible eliminación de Deif, un socio cercano de Sinwar, podría aumentar la presión sobre el líder de Hamás.
La verdadera prueba será si esta presión militar empujará a Sinwar a un acuerdo, trayendo finalmente a los rehenes de regreso a casa y validando la estrategia de Netanyahu.