En ausencia de una solución adecuada al conflicto palestino, la administración de Trump sigue esforzándose por garantizar la seguridad absoluta del Estado judío y proporcionar a los palestinos soluciones para mejorar su vida diaria. La visita del nuevo secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio, en estos días es altamente significativa, ya que demuestra una firme determinación de resolver los problemas de la región, imponiendo concesiones recíprocas a todas las partes.
La guerra con los palestinos sigue siendo espinosa y sin resolver mientras no se aborden primero los problemas fundamentales: el fin de la beligerancia y los atentados terroristas, la situación humanitaria de los refugiados y el estatus de los lugares sagrados musulmanes en el Monte del Templo.
Los Acuerdos de Abraham han modificado la situación geopolítica, pero todo puede desmoronarse si seguimos ignorando el papel de la influencia religiosa y financiera de Arabia Saudita y nos negamos a encontrar una solución pragmática al problema palestino. Por ello, debemos proponer iniciativas concretas y valientes, garantizando al mismo tiempo fronteras defendibles y evitando el regreso a las líneas de armisticio de 1949.
Esperamos que Occidente, el mundo cristiano y los musulmanes moderados sean más comprensivos y actúen con unidad, pues nuestra lucha es la misma que la del mundo libre y democrático. En la feroz batalla contra el terrorismo, cada Estado tiene derecho a defenderse por todos los medios. Los islamistas en París, Londres, Bruselas, Múnich y Jerusalén están inspirados por las mismas motivaciones religiosas, la misma ideología extremista y el culto a la muerte.
Sin embargo, debemos enfrentarnos a la realidad. Más del 70 % de los palestinos en Judea y Samaria y Gaza nacieron después de la guerra de 1967 y solo han conocido la administración israelí. En la práctica, prefieren vivir bajo el marco israelí, con todas sus ventajas socioeconómicas, en lugar de seguir sufriendo y aferrándose a la ilusión de un futuro Estado palestino independiente que sus líderes llevan décadas prometiendo sin éxito.
Conscientes de que no pueden derrotar a Israel en el campo de batalla ni en la arena diplomática internacional, por ahora prefieren vivir en un Estado binacional. Se trata de una nueva realidad en la que más de 8 millones de judíos y 6 millones de árabes deberán coexistir en un territorio de 28 mil kilómetros cuadrados, desde el mar Mediterráneo hasta el río Jordán.
El secretario de Estado de EE. UU., Marco Rubio (izquierda), y el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se dan la mano durante una conferencia de prensa conjunta en la oficina del primer ministro en Jerusalén, el 16 de febrero de 2025. Crédito de la foto: Ohad Zwigenberg/AFP.
La mayoría de los israelíes rechazan la idea de una coexistencia forzada, ya que pondría en peligro el Estado sionista y convertiría a la población judía en una minoría debido al crecimiento demográfico acelerado de los árabes.
Desde 1967, todos los gobiernos israelíes han cometido ciertos errores estratégicos y tácticos. En cuanto a las verdaderas intenciones de los palestinos, estas ya se pusieron a prueba con Arafat en la firma de los Acuerdos de Oslo en 1993, durante la Segunda Intifada que estalló en septiembre de 2000 y, cinco años después, con la retirada unilateral de toda la Franja de Gaza y la toma del poder por parte de los islamistas de Hamás.
En tiempos de Arafat, los dirigentes pensaban que la guerra con los palestinos estaba superado y que la región había cambiado definitivamente. Se equivocaban profundamente. Desde entonces, seguimos pagando un alto precio, incluso hoy en día, con la liberación de cientos de terroristas sanguinarios a cambio de nuestros rehenes.
Por lo tanto, después de la masacre del 7 de octubre de 2023, la creación de un Estado palestino independiente en los próximos años sería un suicidio para el Estado judío.
Aun así, seamos optimistas y realistas. Medio Oriente tiene una población de 450 millones de musulmanes y más de 8 millones de judíos en Israel. El 65 % de la población árabe tiene menos de 25 años. La mayoría de los jóvenes quiere educarse y sueña con un mundo nuevo y mejor. La religión fanática y el terrorismo ciego no los atraen. Es momento de que los líderes árabes les ofrezcan nuevas oportunidades y la posibilidad de integrarse en el mundo moderno. Cabe destacar que Israel se encuentra entre las diez grandes potencias del planeta.
Lamentablemente, la visión romántica de un nuevo Medio Oriente idílico, con un mercado común próspero y fructífero, probablemente no se materializará pronto. Sin embargo, no es una idea utópica.
Por ello, debemos trabajar para el éxito del plan de Trump adoptando, sin comprometer la seguridad, la fórmula de “fronteras abiertas y libre comercio”: ofrecer empleo, crear zonas industriales e invertir en infraestructuras en Judea y Samaria y la Franja de Gaza. El objetivo es establecer, con la ayuda de donantes extranjeros, dos confederaciones económicas: una primera con Jordania (israelí-jordano-palestina) y otra con la Franja de Gaza, Egipto e Israel.
Mientras esperamos tiempos mejores, el éxito de este noble proyecto beneficiará a Israel, a los palestinos y a todos los países de la región.