En 1945, la ONU emergió, engalanada con promesas doradas de paz, diálogo y derechos humanos. Pero esa nobleza se fue por el inodoro. Ahora, lo que tenemos es un circo de horrores, un inodoro rebosante donde dictadores y déspotas nadan como ratas, disfrazados de diplomáticos.
La ONU, ese supuesto faro de moralidad, ha terminado siendo un chiste cruel. Prometió paz y justicia, pero lo que entrega es un espectáculo patético que no tienen intención de detener. Si la ONU fuera una empresa, ya estaría en la quiebra; si fuera un país, estaría en plena revuelta. Pero ahí sigue, un cascarón vacío, flotando en la suciedad de su propio fracaso.
Y para rematar, ¿quién preside la Conferencia de la Democracia de la ONU? ¡Irán! Han encargado la estación de bomberos al pirómano serial del distrito. Una burla a la democracia, un insulto a todo lo que alguna vez representó la ONU.
Cada vez que la ONU da voz a tiranos y apaga a los oprimidos, demuestra que es una farsa. Un inodoro atascado de hipocresía, donde las esperanzas y sueños de un mundo mejor se ahogan en sus aguas sucias de la decepción.