Este artículo fue escrito el 19 de febrero de 2024, cuando los persistentes rumores sobre la muerte de los niños Bibas desgarraban nuestros corazones. En aquel momento, hice un trato con mi editor: escribiría el artículo y rezaría para que nunca se publicara, para no recibir pago alguno por él. Hoy nos vemos obligados a publicarlo, con el alma hecha pedazos.
La familia Bibas se ha convertido en el símbolo de esta guerra. Representan la inocencia absoluta frente al mal, frente al nauseabundo cinismo de Hamás. Los rostros aterrorizados de Shiri Bibas y sus hijos en el momento de su secuestro están grabados en nuestra memoria y jamás se borrarán. Las dulces fotos de Kfir Bibas y Ariel Bibas se exhiben en casi todo el mundo, exigiendo en silencio: tráiganlos a casa. Libérenlos de una vez, monstruos sin corazón.
El video publicado por el portavoz de las FDI, que documenta el momento en que los tres miembros de la familia –Shiri Bibas y sus dos pequeños hijos– son conducidos por una calle lateral de Jan Yunis, una madre leona con sus dos cachorros pelirrojos, nos enloquece. ¿Por qué? Porque parece fácil, demasiado fácil. Casi banal.
Como un tutorial de YouTube: “Cómo secuestrar a una hermosa y dulce familia judía que nunca hizo daño a nadie, paso a paso”. ¿Cómo? Cruzar la valla fronteriza en un vehículo todoterreno, secuestrar a una familia de Nir Oz, trasladarlos de un vehículo a otro, cruzar de vuelta la frontera, conducir hasta Jan Yunis, bajarlos, cubrirlos con una manta y llevarlos a un escondite. Qué simple es el terror puro que no deja descansar a toda una nación.
Dejemos de lado a la nación. Pensemos en cualquiera que tenga corazón. En cualquiera que tenga una madre o un hijo a quien ame. Desde aquel día, esta mujer, Shiri Bibas, con su vestido rosa y sus dos hijos pelirrojos, dulces e inocentes, ha perseguido nuestros sueños. Su mirada nos sigue a todas partes, como un cuadro en un museo. ¿Cómo se puede respirar así? (Esta pregunta retórica no está dirigida al secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, quien declaró en una entrevista con Sky News que Hamás no es una organización terrorista, sino un grupo político. Al parecer, solo cuestión de semántica).
Y precisamente porque este video no está montado, porque capta un momento en el que ninguno de los filmados sabía que estaba siendo documentado, es aún más aterrador. En el video, se ve a Shiri caminando por un sendero de arena. Sus pasos son pesados. No grita. No se resiste. Sabe que no tiene ninguna oportunidad. Siete hombres armados la rodean. Para ellos, vale la pena el esfuerzo porque es una ficha de cambio. Sus hijos son fichas de cambio.
Los villanos la cubren con una manta y solo se asoma la cabecita naranja de Ariel. Ella cumple su papel. El de madre. Arropa a sus hijos, los abraza, los protege. ¿Qué más puede hacer frente al mal absoluto? Ella es bondad, compasión, ternura. La imagino luchando por ellos, por su bienestar, en cada terrible instante de estos días de oscuridad.
Parece estar sola en esa calle. Solo ella, los niños y los hombres armados. Pero no está sola, ni nunca lo estará. Hay toda una nación de leones detrás de ella. Una nación que ha luchado durante meses para cambiar el destino de aquel día en que el mal se impuso. Una nación que está venciendo. Una nación que no se detendrá hasta que todos regresen y hasta que todos los despreciables sean reducidos a polvo.
Así que lean bien, monstruos: no nos detendremos. Los derrotaremos y traeremos de vuelta a los rehenes, hasta el último. Y lean esta frase varias veces, hasta que se grabe en lo más profundo de sus mentes retorcidas: nunca más volverán a tener el poder de hacerle daño al mundo. Ni siquiera una fracción del poder que tuvieron entonces. Solo cuando todo esto se haga realidad, solo entonces respiraremos con calma otra vez. Solo entonces podremos dormir.