El reciente ataque con misiles balísticos lanzado por Irán contra Israel ha sorprendido a varios analistas. La percepción dominante sugería que un sector moderado dentro de Irán, con una creciente influencia sobre el líder supremo Ali Jamenei, estaba ganando terreno en la toma de decisiones.
La figura del nuevo presidente iraní, Masoud Pezeshkian, quien aboga por una mayor colaboración con Occidente para fortalecer la economía y estabilizar el régimen, parecía prevalecer, especialmente después del asesinato en julio del líder de Hamás, Ismail Haniyeh, en Teherán.
Este asesinato, que se atribuye ampliamente a Israel, ocurrió en un momento delicado, mientras Haniyeh asistía a la toma de posesión del nuevo presidente iraní.
Pese a este asesinato, que involucró a un invitado del régimen, Jamenei decidió no reaccionar militarmente. Semanas después, el presidente Pezeshkian se dirigió a las Naciones Unidas con un mensaje conciliador, afirmando: “Buscamos la paz para todos y no tenemos intención de entrar en conflicto con ningún país… Irán se opone a la guerra”. Sin embargo, ese enfoque cambió radicalmente.
El asesinato del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, junto a la eliminación de varios altos mandos de la organización, alarmó profundamente al régimen iraní. Irán parecía estar perdiendo a uno de sus principales representantes militares, un ejército que habían formado durante tres décadas justo en la frontera con Israel. La preocupación creció al contemplar la posibilidad de que el gobierno israelí tomara represalias directamente contra los líderes iraníes.
El experto en chiismo e Irán, Ori Goldberg, describió esta situación como un momento de gran nerviosismo en Teherán. Según él, los líderes iraníes veían a Israel como un “elefante en una cristalería”. De hecho, después del ataque contra Nasrallah, Jamenei fue trasladado a un lugar seguro dentro del país bajo estrictas medidas de seguridad, según informaron dos funcionarios regionales a Reuters.
La imagen de Irán como líder del chiismo revolucionario estaba en juego. Jamenei se enfrentaba a una decisión crucial: si no defendía a Hezbolá mediante un ataque contra Israel, arriesgaba exponer la vulnerabilidad de su liderazgo ante sus aliados y enemigos. John Hannah, experto de JINSA y exasesor de seguridad nacional del vicepresidente Dick Cheney, comentó que, de no actuar, Irán corría el riesgo de mostrar que su régimen carecía de la fuerza para proteger sus intereses en la región.
Ante este escenario, la facción más dura del régimen y el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica han asumido el control de la situación. Ellos veían la necesidad de una demostración de fuerza para restablecer el equilibrio en la región. Irán, aunque no desea un conflicto directo con Israel o Estados Unidos, parece aceptar que un ataque en su propio territorio es casi inevitable, algo que siempre han intentado evitar.
Por su parte, Israel evalúa sus opciones de respuesta. Funcionarios israelíes, bajo condición de anonimato, indicaron que una posible represalia podría involucrar ataques a infraestructuras estratégicas iraníes, como plataformas de gas o instalaciones nucleares.
Además, se contemplan asesinatos selectivos y ataques a los sistemas de defensa aérea de Irán, según un informe de Axios. Sin embargo, un alto funcionario israelí señaló al The Times of Israel que el objetivo principal sería causar “daños financieros significativos”, apuntando posiblemente a las instalaciones petroleras iraníes, una fuente clave de ingresos para la economía del país.
Los desafíos económicos de Irán están agravando la tensión interna, especialmente en un contexto donde gran parte de la población muestra un descontento creciente con sus gobernantes. Cuanto más se vea obligado a gastar en subsidios y beneficios para contener el malestar, menos recursos tendrá Irán para financiar a sus aliados regionales, como el debilitado Hezbolá.
El debilitamiento de Hezbolá también ha ofrecido a Israel una ventaja estratégica. Hannah explicó que la amenaza que representaba Nasrallah y su ejército de casi 200,000 cohetes ha disminuido considerablemente tras las ofensivas israelíes. Aunque Hezbolá aún puede infligir daño, la capacidad de la organización para amenazar seriamente la estabilidad de Israel se ha visto muy mermada.
En este contexto, la estrategia israelí ha experimentado un cambio significativo. Tras décadas de disuasión defensiva, Israel ha adoptado una postura ofensiva contra la alianza iraní, como explicó el teórico militar israelí Eran Ortal. La actual campaña en Gaza se ha convertido en una fase crucial para la transición de una estrategia defensiva a una ofensiva más amplia.
El ataque con misiles de Irán parece ser un intento de restaurar el antiguo equilibrio, pero Israel ha dejado claro que no volverá a permitir que sus enemigos fortalezcan sus posiciones tan cerca de su territorio. Mientras tanto, los ojos de Washington y Jerusalén están atentos al desarrollo del programa nuclear iraní, conscientes de que Irán podría optar por acelerar su producción de armas nucleares antes de que sus enemigos aprovechen su actual vulnerabilidad.
“La doctrina de prevención es ahora parte integral de la política de seguridad nacional de Israel”, concluyó Hannah, dejando claro que esta postura continuará en el futuro inmediato.