En abril de 2025, las negociaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos han alcanzado un punto crítico, con indicios de que un acuerdo podría estar en el horizonte, según informó un funcionario israelí al diario The Jerusalem Post. Esta declaración, hecha el lunes 28 de abril, refleja la percepción de Israel de que las conversaciones, lideradas por el enviado especial estadounidense Steve Witkoff y el ministro de Relaciones Exteriores iraní Abbas Araghchi, probablemente culminarán en un pacto, aunque persisten dudas sobre si este satisfará las demandas de Israel, particularmente la exigencia de un desmantelamiento completo de las instalaciones de enriquecimiento de uranio de Irán.
Las recientes declaraciones de líderes israelíes, las actualizaciones de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) y la dinámica de la relación entre Israel y Estados Unidos en torno al programa nuclear iraní ofrecen un panorama complejo que merece un análisis detallado.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, expresó optimismo el domingo por la noche, afirmando que las negociaciones con Irán estaban progresando “muy bien” y que un acuerdo podría alcanzarse sin recurrir a acciones militares. “Creo que se llegará a un acuerdo… Tendremos algo sin necesidad de empezar a bombardear”, dijo Trump a periodistas. Esta postura contrasta con la cautela israelí, ya que un segundo funcionario israelí destacó la existencia de un diálogo continuo con Washington, subrayando que la comunicación no es unilateral y que Israel está expresando activamente sus posiciones.
“Confío en que Estados Unidos está comprometido con impedir que Irán obtenga armas nucleares”, afirmó el funcionario, según The Jerusalem Post. Sin embargo, la posibilidad de que el acuerdo final se asemeje al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA) de 2015, considerado por Israel como un “mal acuerdo”, genera preocupación en Jerusalén.
Las negociaciones, que comenzaron en Muscat, Omán, el 12 de abril y continuaron en Roma el 19 de abril, están mediadas por el ministro de Relaciones Exteriores omaní, Badr al-Busaidi. Una tercera ronda está programada para el 26 de abril en Omán, con expertos reunidos previamente para discutir detalles técnicos, como los niveles máximos de enriquecimiento de uranio y el monitoreo del cumplimiento.
Según un reporte de The New York Times del 18 de abril, Irán no estaría obligado a desmantelar completamente su infraestructura nuclear, lo que ha generado divisiones dentro del equipo de Trump. Mientras el asesor de Seguridad Nacional, Michael Waltz, y el secretario de Estado, Marco Rubio, abogan por un desmantelamiento total, otros funcionarios parecen abiertos a un enfoque más flexible, lo que podría permitir a Irán mantener capacidades de producción de combustible nuclear bajo estrictas limitaciones.
La OIEA, encargada de supervisar el programa nuclear iraní, ha reportado avances preocupantes en las capacidades de Irán. En marzo de 2025, la agencia indicó que Irán posee aproximadamente 275 kg de uranio enriquecido al 60%, suficiente para producir teóricamente media docena de armas nucleares si se enriquece aún más. Aunque funcionarios estadounidenses estiman que Irán podría tardar entre un año y 18 meses en desarrollar un arma nuclear funcional, algunos expertos sugieren que un dispositivo rudimentario podría estar listo en seis meses.
Estas cifras, combinadas con la falta de acceso de los inspectores de la OIEA a ciertos sitios, como los complejos de túneles en construcción bajo el monte Kolang Gaz La, han intensificado las alarmas en Israel y Occidente. El director general de la OIEA, Rafael Grossi, expresó en marzo de 2025 su preocupación por la incapacidad de la agencia para verificar completamente las declaraciones de Irán bajo el Acuerdo de Salvaguardias, señalando que Teherán ha restringido el acceso a instalaciones clave desde 2021.
Israel, bajo el liderazgo del primer ministro Benjamin Netanyahu, ha adoptado una postura intransigente. El 19 de abril, Netanyahu declaró: “Me comprometo a impedir que Irán obtenga armas nucleares. No cederé, no retrocederé, no me rendiré”. Esta retórica fue reforzada por el ministro de Defensa, Israel Katz, quien, durante una reunión con el Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) el 28 de abril, afirmó: “No permitiremos que Irán obtenga armas nucleares. Tendremos que tomar decisiones, y sabemos que hay quienes las ejecutarán si se nos requiere actuar”. Estas declaraciones reflejan la doctrina Begin de Israel, establecida tras el ataque de 1981 al reactor Osirak en Irak, que prioriza la acción preventiva contra amenazas nucleares en la región.
La relación entre Israel y Estados Unidos, aunque históricamente sólida, enfrenta tensiones en este contexto. Un informe del New York Times del 16 de abril reveló que Israel había planeado atacar instalaciones nucleares iraníes en mayo de 2025, pero Trump lo desautorizó, favoreciendo la vía diplomática. Esta decisión, según fuentes de la administración, responde al deseo de Trump de evitar un conflicto militar en Medio Oriente, especialmente tras su campaña de 2024, que destacó la no intervención en guerras extranjeras.
Sin embargo, la necesidad de apoyo estadounidense para cualquier operación militar israelí, tanto en términos de defensa contra represalias iraníes como de logística para garantizar el éxito del ataque, coloca a Israel en una posición de dependencia estratégica. El diálogo continuo entre Jerusalén y Washington, como destacó el funcionario israelí, busca alinear las posturas, pero las diferencias persisten: mientras Trump apuesta por la negociación, Israel aboga por una presión máxima y, si es necesario, acción militar.
El programa nuclear iraní, iniciado en la década de 1950 con apoyo occidental, ha sido objeto de controversia desde que se descubrieron instalaciones secretas en 2002, violando el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Tras la retirada de Estados Unidos del JCPOA en 2018, Irán ha incrementado sus actividades de enriquecimiento, argumentando que responde a las sanciones reimpuestas por Washington.
Desde entonces, la economía iraní ha sufrido un colapso, con una contracción del 20% entre 2011 y 2015, un desempleo del 20% y una inflación desbocada, según el Council on Foreign Relations. Estas presiones económicas, junto con la vulnerabilidad militar de Irán tras los ataques israelíes a sus proxies y sistemas de defensa aérea en 2024, podrían estar empujando a Teherán a negociar, aunque funcionarios iraníes han dejado claro que no aceptarán un desmantelamiento total de su programa nuclear, comparándolo con el modelo de Libia.
La comunidad internacional, incluidos aliados árabes del Golfo, ha mostrado un apoyo cauteloso a las negociaciones, según CNN. A diferencia de 2015, cuando los estados del Golfo criticaron en privado el JCPOA, ahora están más involucrados, con Irán manteniéndolos informados sobre el progreso de las conversaciones. Sin embargo, la postura de Israel sigue siendo un factor crítico.
La percepción de que un acuerdo podría legitimar el programa nuclear iraní sin abordar su apoyo a grupos como Hamás o Hezbolá, o su desarrollo de misiles balísticos, alimenta el escepticismo en Jerusalén. El American Jewish Committee, en una declaración del 11 de abril, expresó preocupaciones similares, criticando el JCPOA por no abordar estas cuestiones y abogando por un desmantelamiento completo del programa nuclear iraní.
En este contexto, las negociaciones en curso representan un delicado equilibrio entre la diplomacia y la amenaza de escalada militar. La extensión del plazo de 60 días establecido por Trump, como sugirió el funcionario israelí, podría proporcionar más tiempo para alinear los intereses de Estados Unidos, Israel e Irán, pero también prolonga la incertidumbre.
Mientras tanto, la OIEA continúa enfrentando obstáculos para monitorear las actividades iraníes, y las declaraciones beligerantes de ambos lados subrayan el riesgo de un conflicto si las conversaciones fracasan. La postura de Israel, respaldada por la coalición de Netanyahu, permanece firme: cualquier acuerdo que no garantice la eliminación total de la capacidad nuclear iraní será inaceptable, y el país está preparado para actuar unilateralmente si es necesario, aunque con la esperanza de contar con el respaldo estadounidense.