Hace casi tres décadas, el cielo sobre Túnez se oscureció con la sombra de una venganza largamente planificada. La Operación “Pata de Palo”, llevada a cabo por la Fuerza Aérea de Israel, se desplegó con una precisión quirúrgica contra la sede de la OLP, a 2.200 kilómetros de distancia. Este audaz ataque no solo marcó un hito por su alcance sin precedentes, sino que también dejó una huella indeleble en la historia militar de Israel.
Ocho imponentes F-15 surcaron los cielos, apoyados por dos aviones cisterna que garantizaban su autonomía. Con esta operación, Israel demostró al mundo su capacidad para llevar la guerra hasta las puertas de sus enemigos, utilizando cazas en misiones que, hasta entonces, solo los bombarderos podían soñar.
Casi tres décadas más tarde, la historia parece repetirse en el árido teatro de Yemen. Esta vez, el enemigo es otro, los hutíes, pero la distancia es casi idéntica, y los aviones han evolucionado. En 2024, el cielo se ilumina con la presencia del avanzado F-15I Ra’am y el letal F-35, conocido como Adir. Estos modernos cazas no solo heredan la misión de sus predecesores, sino que la llevan a nuevas alturas.
Informes recientes apuntan a que el F-35 lideró el ataque con su diseño furtivo, deslizándose como una sombra entre los radares enemigos. Este caza monomotor, manejado por un solo piloto, ofrece una ventaja decisiva: su invisibilidad relativa ante los ojos electrónicos del enemigo. Mientras el F-15 y el F-16 confiaban en su potencia y velocidad, el F-35 apuesta por el sigilo y la tecnología de vanguardia.
El F-35 no es solo un fantasma en el radar; es una plataforma de guerra electrónica avanzada. Equipado con sistemas de interferencia de última generación, muchos de los cuales son fruto de la ingeniería israelí, este avión puede desactivar las defensas enemigas mientras mantiene su propia seguridad. Incluso cuando lleva armas y combustible adicional, su capacidad de evasión se mantiene robusta, una característica vital en zonas con sistemas de misiles antiaéreos sofisticados.
La verdadera magia del F-35 reside en sus sensores. Con un radar que puede detectar amenazas a grandes distancias, sistemas ópticos y térmicos que permiten ver en la oscuridad y tecnología para interceptar transmisiones enemigas, este caza actúa como una red de espionaje voladora. Los 50 aviones adquiridos por Israel, con un tercer escuadrón en camino, representan un salto cuántico en las capacidades de vigilancia y ataque de la nación.
Además, el F-35 puede transportar 8,1 toneladas de bombas y misiles, combinando potencia de fuego con precisión milimétrica. Aunque su capacidad de carga es ligeramente inferior a la del bimotor F-15I, la combinación de su sigilo y armamento lo convierte en una herramienta letal. Con la capacidad de lanzar bombas inteligentes desde grandes distancias, una escuadrilla de estos cazas puede desatar una tormenta de destrucción sobre múltiples objetivos simultáneamente.
El alcance del F-35, unos 1.150 kilómetros por dirección, es menor que el del F-15 y el F-16, pero esto se compensa con su capacidad de reabastecimiento en vuelo y el uso de misiles de largo alcance. En cada misión, estos aviones pueden penetrar profundamente en territorio enemigo, golpear con precisión y regresar a salvo, una danza mortal en el cielo.
Ocho años después de la llegada del primer F-35 a la base aérea de Nevatim, el Adir ha transformado la manera en que Israel proyecta su poderío. Este caza furtivo no solo es un avance tecnológico, sino el custodio de un legado de audacia y precisión, listo para enfrentar cualquier amenaza que se cierna sobre su patria.