La descarada realidad, revelada por la Oficina Nacional de Guerra Económica, muestra un panorama escalofriante: el terrorismo se ha convertido en la profesión dorada dentro de la Autoridad Palestina. La proclama de Abu Mazen de transferir cada centavo a las familias de los “mártires” no es más que una burla cínica a la justicia. Es un insulto que nosotros, de alguna manera, seamos cómplices en este macabro juego financiero.
Benjamin Netanyahu, con una franqueza inusual en la política, puso el dedo en la llaga en el Comité de Asuntos Exteriores y Defensa: Hamás busca nuestra aniquilación inmediata, mientras que la Autoridad Palestina nos desangra lentamente, en una estrategia perversa y escalonada. La decisión de apuntalar a esta entidad asesina es, por decir lo menos, desconcertante. Nos enfrentamos a una realidad donde el terrorismo no solo es tolerado sino grotescamente incentivado.
Un informe de la Oficina Nacional de Guerra Económica es escalofriante en sus cifras: en 2019, la Autoridad Palestina inyectó más de 600 millones de shekels en el corazón del terrorismo. Mientras nosotros destinamos recursos a educación, salud y cultura, ellos han erigido un ministerio cuyo único fin es engrasar las ruedas del terror, transformándolo en un lucrativo negocio. La ecuación es siniestra: cuanto más atroz el ataque y más prolongada la estancia en prisión, más generoso es el cheque que la Autoridad Palestina extiende a los terroristas y sus familias.
Este escandaloso mecanismo no es una operación oculta, sino un sistema bien orquestado y descaradamente regulado por leyes explícitas. La Ley de Prisioneros y Prisioneros Liberados No. 19 de la Autoridad Palestina no solo legitima este sistema, sino que lo exalta, considerando a estos criminales como un “sector combatiente” y una “parte integral” de su sociedad. Esta ley no solo es una afrenta a la moral, sino un manual detallado para recompensar el terror.
La implementación de este esquema de recompensas es tan meticulosa como macabra. La Autoridad Palestina ha estructurado un escalafón de salarios para los terroristas, vinculado directamente a la duración de su encarcelamiento en Israel. Un terrorista con cinco años de prisión recibe un salario comparable al de un alto funcionario civil, mientras que aquellos con condenas de 25 a 30 años alcanzan niveles de remuneración equivalentes a viceministros. Quienes superan los 30 años de encarcelamiento son recompensados con privilegios y salarios que rivalizan con los de la más alta jerarquía gubernamental.
Esta política no solo financia el terrorismo; la glorifica y eleva a un estatus heroico. Nos encontramos ante una realidad donde el asesinato y la violencia se han convertido en una carrera profesional viable y, lo que es más aterrador, en una aspiración deseable para muchos. La Autoridad Palestina no solo ha fallado en su deber de promover la paz y la estabilidad, sino que ha creado un monstruoso sistema que premia la destrucción y el sufrimiento. Es una traición flagrante a los principios de humanidad y justicia, una burla grotesca a los valores que cualquier sociedad civilizada debería defender.
El esquema de remuneración de la Autoridad Palestina para los terroristas liberados y las familias de los “mártires” es inquietantemente detallado y generoso, contrastando drásticamente con las condiciones económicas promedio en Judea y Samaria. Un terrorista liberado puede recibir un salario que varía desde $380 por menos de tres años de servicio hasta $3.240 por más de 30 años. Además, se otorgan bonificaciones adicionales basadas en la ubicación geográfica del terrorista, promoviendo así no solo los ataques en Judea y Samaria, sino también incentivando a los ciudadanos árabes israelíes a perpetrar actos de terrorismo en Israel.
Esta política se extiende a los familiares de los “mártires” y terroristas heridos, donde la Autoridad Palestina proporciona pagos adicionales según la ubicación y el estatus militar del fallecido. Estas cifras son alarmantemente altas en comparación con el salario mínimo y medio en la región, lo que pone de manifiesto la perversa rentabilidad del terrorismo en contraste con los empleos legítimos.
El informe de la Oficina Nacional de Lucha contra el Terrorismo, vinculada al Ministerio de Defensa de Israel, destaca claramente la problemática de estos pagos. Señala que la asistencia económica de la Autoridad Palestina a los prisioneros, las familias de los “mártires” y los heridos constituye un incentivo para el terrorismo y una expresión de apoyo a actos terroristas. Es un dilema moral inaceptable para Israel, que, paradójicamente, sigue transfiriendo fondos a la Autoridad Palestina.
La continuación de esta política por parte de Israel, a pesar de las evidencias, sugiere una falta de aprendizaje de lecciones pasadas. La financiación y el fortalecimiento de la Autoridad Palestina, bajo estas circunstancias, representan una amenaza directa para la seguridad de Israel. La equiparación en objetivos y métodos entre Hamás y la Autoridad Palestina plantea un desafío crítico, instando a Israel a reconsiderar y posiblemente detener la transferencia de fondos a una entidad que abiertamente financia y promueve el terrorismo.