Israel dependió de su defensa aérea, especialmente la formidable Cúpula de Hierro, para mantener a raya a sus adversarios y evitar guerras abiertas en Gaza durante una década.
Esta estrategia tecnológica, que en su momento parecía eficaz, colapsó el 7 de octubre de 2023. Ese día, Hamás lanzó una invasión inesperada y devastadora, utilizando tácticas de oleadas humanas que penetraron las defensas israelíes con facilidad. Más de 1.200 personas fueron asesinadas y secuestradas, lo que dejó al descubierto la vulnerabilidad de una nación que se creía invulnerable.
El exceso de confianza en la tecnología había llevado a una preocupante disminución de las fuerzas terrestres y provocó un negligente abandono de las doctrinas básicas de seguridad.
A partir de esa fecha trágica, Israel siguió confiando en sus defensas aéreas para protegerse no solo de los cohetes desde Gaza, sino también de Hezbolá y otros aliados de Irán en Yemen, Siria e Irak. Esta dependencia casi exclusiva en la defensa aérea erosionó la capacidad disuasoria de Israel, como un escudo que comienza a agrietarse bajo presión constante.
En el norte, por ejemplo, Israel optó por evacuar a los civiles en lugar de enfrentar directamente a Hezbolá. Esta decisión reflejaba una estrategia de defensa pasiva, que se alejaba de los principios que guiaron a sus líderes históricos. David Ben-Gurión, uno de los fundadores del estado, creía firmemente que la mejor defensa era un buen ataque. Bajo su liderazgo, Israel siempre se esforzó por neutralizar rápidamente las amenazas, impidiendo que los enemigos se fortalecieran con armas avanzadas.
La doctrina de Ben-Gurión llevó a Israel a adquirir tecnologías militares avanzadas y a negar a sus enemigos la oportunidad de hacer lo mismo. Cuando era necesario, Israel no dudaba en hacer sacrificios, enviaba soldados en misiones audaces para asegurar la protección del Estado. Esta valentía y preparación permitieron a Israel sobrevivir y prosperar en un entorno hostil.
Sin embargo, en los últimos quince años, bajo los gobiernos de Netanyahu, la postura defensiva de Israel cambió radicalmente. El país pasó de prepararse para guerras rápidas y decisivas a convertirse en una sociedad encerrada tras muros y vallas. La seguridad, anteriormente basada en la ofensiva e innovación, ahora se centraba en la contención y la defensa, una estrategia que se reveló peligrosamente inadecuada el 7 de octubre de 2023.
Enemigos como Hezbolá y Hamás incrementaron su poder de manera exponencial, mientras que los expertos en seguridad israelíes tranquilizaban a la población, asegurando que Israel también mejoraba sus capacidades militares. A los ciudadanos israelíes se les informó que las municiones de precisión podían neutralizar las amenazas.
Desde 2015, Irán ha acercado peligrosamente sus fuerzas a las fronteras de Israel, desplazándolas hacia Siria y fortaleciendo milicias en Irak y Yemen.
Conforme estas milicias adquirían nuevos misiles y drones, Israel se apoyaba en defensas aéreas y doctrinas inmutables. Aunque Israel presentaba con orgullo una nueva doctrina de “impulso” en su ejército, en el fondo parecía no confiar plenamente en ella. Se entrenaban para guerras en múltiples frentes, pero al llegar el momento, evitaban involucrarse en guerras que demandaran maniobras rápidas y sacrificios inmediatos.
Desde el trágico 7 de octubre, Israel sigue adoptando una doctrina basada en la defensa aérea. Ha evacuado el Norte y el Sur, confiando en que estas defensas aún le otorguen tiempo.
El concepto de la Cúpula de Hierro, que permitía a Israel ganar tiempo para tomar decisiones, funcionaba cuando sus enemigos no podían penetrar sus defensas aéreas y cuando la población no se veía gravemente afectada por la guerra. Sin embargo, incluso en guerras anteriores y breves, vivir bajo un constante fuego de cohetes y evacuar las fronteras no garantizaba el éxito.
En la actualidad, los enemigos de Israel no se desaniman. Están convencidos de que han atrapado a Israel en una trampa de ataques de precisión y proporcionales.
Los primeros líderes de Israel comprendieron que esto conduciría al desastre. Israel no puede enfrentarse a sus enemigos uno a uno. Es un Estado pequeño y no puede permitirse terminar como Líbano o Irak. Es una nación moderna que depende del comercio y aspira a ser parte del primer mundo. Las guerras interminables contra Hamás, Hezbolá y otros aliados iraníes no son el camino para el éxito histórico de Israel.
En un tiempo, se pensó que la Cúpula de Hierro le daría a Israel el tiempo necesario para tomar decisiones racionales y evitar guerras apresuradas. Hoy queda claro que confiar en este concepto como estrategia ha conducido a una cautela interminable y al temor de librar guerras a gran escala para disuadir a los enemigos.
En lugar de eso, se prefiere permitir que grupos como Hezbolá marquen el ritmo de la guerra. Hezbolá afirma que detendrá sus ataques cuando Israel ponga fin a la guerra en Gaza.