Israel ordenó recientemente la suspensión total de toda la ayuda que ingresa a la Franja de Gaza. Como era previsible, las Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias lo han acusado de violar el derecho internacional. De hecho, Kenneth Roth, exdirector de Human Rights Watch, afirmó: “La última amenaza de Israel de cortar toda la ayuda es una reanudación de la estrategia de hambruna como crimen de guerra”. Se equivoca.
Según el derecho internacional, Israel no está obligado ni moral ni legalmente a proporcionar sustento a Gaza. El gobierno israelí suspendió la ayuda para presionar a Hamás a liberar a los rehenes, a quienes ha estado torturando y dejando sin alimentos durante 17 meses en flagrante violación del derecho humanitario internacional. Además, es Hamás quien está causando la hambruna en Gaza.
De acuerdo con el derecho internacional, es responsabilidad de Hamás, como gobernante de Gaza, proveer sustento a su población. Sin embargo, la organización secuestra la ayuda humanitaria y la utiliza para alimentar a sus combatientes y mantenerse a través del comercio en el mercado negro, en lugar de distribuirla entre los civiles. A pesar de esto, Israel ha facilitado hasta ahora el ingreso de grandes cantidades de ayuda a la franja costera, suficiente para alimentar a la población gazatí por hasta seis meses, según evaluaciones israelíes.
Además de suspender la ayuda, Israel ha intensificado la presión al cortar el suministro eléctrico a Gaza con el objetivo de ejercer “máxima presión” sobre Hamás. Si la organización se niega a liberar a los rehenes, el gobierno israelí considera la posibilidad de trasladar a los civiles gazatíes fuera de la zona norte del enclave. Como último recurso, Israel retomará la guerra.
El objetivo inmediato de Israel es impedir que el grupo terrorista respaldado por Irán siga utilizando la ayuda humanitaria para su propio beneficio, garantizando al mismo tiempo que los civiles gazatíes tengan acceso a ella en pleno cumplimiento del derecho internacional. Su objetivo estratégico es erradicar a Hamás mediante la eliminación de un número significativo de sus combatientes, la destrucción de su arsenal y su expulsión del poder en la Franja de Gaza.
Hamás es el único que tiene la capacidad de restaurar la ayuda y el suministro eléctrico en Gaza, simplemente aceptando ampliar la Fase Uno del actual alto el fuego según la propuesta de EE. UU., que exige la liberación de más rehenes, preferiblemente todos los restantes, y su rendición, lo que pondría fin a la guerra y al sufrimiento de la población gazatí.
Las ONG y las Naciones Unidas acusan falsamente a Israel de violar el derecho internacional al emplear la hambruna como arma contra Hamás y los gazatíes. Tom Fletcher, subsecretario general de la ONU para asuntos humanitarios, escribió en X: “El derecho humanitario internacional es claro: debemos tener acceso para entregar ayuda vital y salvar vidas”. De manera similar, la organización Oxfam afirmó que la suspensión de la ayuda a Gaza está “explícitamente prohibida por el derecho humanitario internacional”.
Cabe destacar que estas ONG ignoran tanto la negativa de Hamás a alimentar a su pueblo como su negativa a liberar a los rehenes civiles, ambas violaciones del derecho internacional.
El propio Hamás tuvo el descaro de acusar al Estado judío de violar el derecho internacional, afirmando que “la decisión de suspender la ayuda humanitaria es un chantaje barato, un crimen de guerra y un golpe flagrante contra el acuerdo de alto el fuego”.
No es ilegal que Israel suspenda la ayuda. Según el derecho humanitario internacional, es responsabilidad de Hamás garantizar el sustento de su población, mientras que Israel solo tiene la obligación de permitir el flujo de ayuda cuando esta no es desviada. Como Hamás roba la ayuda, Israel se ve obligado a detener las entregas.
Si bien Israel no es responsable de alimentar a Gaza, ha proporcionado una gran cantidad de ayuda. Desde el inicio de la guerra hasta el 17 de enero de 2025, Israel facilitó la entrada de más de 1,3 millones de toneladas de ayuda a Gaza. Desde el inicio del alto el fuego el 19 de enero, más de 25.000 camiones con alimentos, agua y medicinas han ingresado a la Franja, junto con más de medio millón de tiendas de campaña y 2.100 camiones cisterna de combustible. En internet abundan imágenes y videos de mercados en Gaza abastecidos con comida. Mientras tanto, CNN informó que terroristas de Hamás se burlaban de los rehenes hambrientos mientras comían frente a ellos.
La ayuda humanitaria es la fuente de supervivencia de Hamás. La organización roba la ayuda, la consume y la utiliza, y vende el resto a comerciantes del mercado negro, quienes a su vez la revenden a los gazatíes a precios exorbitantes. Si hay hambruna en Gaza, es porque Hamás impide que la población acceda a los alimentos, no porque Israel los bloquee.
Según estimaciones del aparato de seguridad israelí, desde octubre de 2023 han llegado a Hamás cerca de mil millones de dólares, tanto directa como indirectamente. Con estos fondos, la organización sigue pagando a sus combatientes y reclutando nuevos integrantes para reemplazar a los caídos. Las autoridades israelíes calculan que Hamás ha acumulado provisiones suficientes para entre cuatro y seis meses.
Irónicamente, fue Hamás quien inició la guerra y, como supuesto “defensor”, es responsable de atender a su población. Hamás está robando ilegalmente la ayuda humanitaria, lo que le da a Israel el derecho de interrumpir su entrega. Paradójicamente, se presiona a Israel para que permita la entrada de ayuda (que, en gran parte, beneficia a Hamás) y para que cese el fuego. Sin embargo, ni gobiernos, ni ONG, ni medios de comunicación, ni agencias de la ONU exigen la rendición de Hamás. ¿Por qué?
El plan de Israel: Presionar a Hamás para que libere a los rehenes restantes y abandone la “resistencia”. Israel suspendió la ayuda y cortó la electricidad con el fin de obligar a Hamás a liberar más rehenes, según una propuesta negociada por EE. UU. En virtud de esta propuesta, Hamás entregaría la mitad de los rehenes restantes y la otra mitad una vez que se acordara un alto el fuego permanente. Medidas adicionales, como el corte del suministro de agua a Gaza, podrían seguir. Hasta ahora, Hamás se ha negado a aceptar la extensión del alto el fuego negociada por EE. UU.
Si la guerra se reanuda, las Fuerzas de Defensa de Israel planean aniquilar a Hamás con una ofensiva abrumadora que involucra a más de 50.000 soldados. Al mismo tiempo, el ejército israelí cumplirá con sus obligaciones legales internacionales trasladando a la población civil a zonas humanitarias, como lo ha hecho a lo largo de la guerra, y se encargará de proteger la entrega de ayuda humanitaria.
El profesor Kobi Michael, del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional, afirmó que fuera de las zonas humanitarias no ingresará ninguna ayuda externa a Gaza. “Esto evitará que Hamás siga robando toda la ayuda humanitaria y aumentará la presión sobre el grupo a través de la propia población”, dijo.
Hamás tiene el poder de restablecer la ayuda y el suministro eléctrico si libera a los rehenes y se rinde. Si se niega, Israel casi con toda certeza lanzará un asalto terrestre a gran escala sobre Gaza, obligando al grupo terrorista a rendirse o enfrentar su destrucción.
Quienes realmente se preocupan por los rehenes y la población gazatí deberían exigir la rendición de Hamás y apoyar a Israel hasta que eso ocurra.
James Sinkinson es el presidente de Facts and Logic About the Middle East (FLAME), una organización dedicada a investigar los acontecimientos en Medio Oriente y a desmentir la propaganda engañosa que podría perjudicar los intereses de Estados Unidos. Defensor apasionado de Israel, Sinkinson ofrece con frecuencia análisis detallados y trabaja para contrarrestar el sesgo mediático.