La información proveniente de Irán tras los ataques nocturnos de Israel es escasa y, en gran medida, controlada por un régimen dictatorial que ha decidido restringir el acceso a internet durante los ataques.
Ante este panorama, surgen serias interrogantes sobre la autenticidad de cualquier información oficial que se origine en Teherán. La declaración de Israel sobre el ataque, que menciona la participación de “100 cazas israelíes”, señala el posible impacto en las capacidades militares iraníes.
Expertos que analizan imágenes satelitales han identificado alteraciones significativas en el territorio iraní, indicando la destrucción de baterías antiaéreas que, hasta hace poco, desempeñaban un papel crucial en la defensa del país.
Este “corredor” despejado entre montañas, que antes estaba repleto de sistemas de defensa, sugiere que Israel ha ejecutado un ataque meticulosamente planificado, debilitando la infraestructura defensiva de Irán.
Sin embargo, el enfoque estratégico de Israel no se ha dirigido hacia objetivos prominentes, sino que ha apuntado a instalaciones que Irán consideraba “secretas”. Esto envía un mensaje contundente a Teherán: “Solo tú y yo sabemos el daño que te he hecho. Puedes alardear de tu invulnerabilidad, pero estás expuesto a una posible tercera oleada de ataques”.
El avance del programa nuclear de Irán es veloz, con niveles de uranio enriquecido que se acercan a aquellos requeridos para la fabricación de armas nucleares, alcanzando hasta un 90%. Esta situación se complica aún más debido al estancamiento en las negociaciones con Estados Unidos para reactivar el acuerdo nuclear, así como la falta de acceso del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) a las instalaciones nucleares iraníes.
El riesgo de un ataque directo a estas instalaciones no solo implicaría la creación de una nube radioactiva que podría afectar a países vecinos, sino que también podría involucrar a Pakistán, un país dotado de armas nucleares que podría verse arrastrado a una escalada de tensión en la región.
Israel podría esperar antes de atacar instalaciones nucleares de Irán
Es probable que Israel no lleve a cabo acciones concretas contra las instalaciones nucleares de Irán hasta que se produzca un cambio en el régimen de Estados Unidos. Esta postura se fundamenta en que cualquier medida disuasoria requeriría un acuerdo comercial entre EE. UU. y Arabia Saudita, el cual permitiría amenazar militarmente la principal fuente de ingresos de Irán: su petróleo.
Con el objetivo de evitar disturbios en los mercados petroleros, Arabia Saudita podría considerar un pacto con EE. UU. para incrementar la oferta de crudo en el mercado. Esto compensaría la inestabilidad que podría surgir de una posible intervención militar contra las instalaciones petroleras iraníes.
Además, EE. UU. podría ampliar la participación de sus aliados, más allá de Israel, en una campaña militar que dure varios días y que se enfoque en atacar los almacenes de petróleo, las plantas petroleras y los arsenales de los hutíes en Yemen, quienes son aliados de Irán.
Desde siempre, la estrategia de Irán ha implicado el establecimiento de representantes en la región, capaces de desestabilizar y amenazar a Israel, lo que ha mantenido a este último en un constante estado de alerta.
Sin embargo, en la actualidad, Israel ha logrado debilitar considerablemente a dos de esos representantes clave: Hamás y Hezbolá. Mientras que Hamás se encuentra prácticamente aniquilado, Hezbolá está atravesando una fase de declive que merma su capacidad de representar una amenaza creíble para Israel.
Los hutíes en Yemen como última defensa de Irán en la región
En este contexto, los hutíes en Yemen se posicionan como la última línea de defensa del “pulpo” iraní. Si se logra neutralizar a los hutíes, quienes han interrumpido el comercio en el mar Rojo a través de ataques a embarcaciones comerciales, y si Israel y EE. UU. atacan la infraestructura petrolera de Irán como una medida anticipada y advertencia contra su programa nuclear, podríamos asistir a un cambio significativo en la dinámica regional.
Si Arabia Saudita consigue mantener abastecidos los mercados del petróleo, es factible que Irán, bajo esta presión, acepte retroceder en su programa nuclear y facilite un acuerdo con el OIEA para desmantelar sus plantas de centrifugación de uranio.
Es importante recordar que la ambición de Irán de desarrollar un arsenal nuclear está, en gran medida, impulsada por su deseo de atacar a Israel. Desde la promesa del entonces presidente Ahmadinejad en 2005 de destruir al Estado judío, hasta la aceleración de su programa nuclear bajo el gobierno de Hassan Rouhani, apoyada por la liberación de miles de millones de dólares congelados por parte de Barack Obama en 2015, Irán ha mantenido firme su objetivo a largo plazo.
Israel ha tomado medidas decisivas para frenar este avance, lo que incluye la eliminación de científicos nucleares clave y la ejecución de operaciones de sabotaje, como el célebre virus Stuxnet que afectó la planta de Natanz. Sin embargo, la persistencia de Irán en su programa nuclear evidencia que su objetivo final sigue siendo el mismo: cumplir con la promesa de erradicar a Israel.
En conclusión, la situación en Irán representa un reto multifacético para la comunidad internacional, y en particular, para Israel y EE. UU. Las acciones futuras deberán evaluar cuidadosamente el equilibrio entre la presión militar y la diplomacia, considerando también las implicaciones a largo plazo para la estabilidad de la región.