En las últimas horas de su vida, Adolf Hitler intentó distanciarse de la guerra que había impulsado, negando su deseo de conflicto en 1939. Afirmó falsamente que la guerra, que resultó en el exterminio masivo de judíos, fue provocada por personas de ascendencia judía, culpándolas injustamente de ser las verdaderas criminales del conflicto.
Paradójicamente, Israel, enfrentándose a un adversario genocida, se encuentra actualmente bajo el escrutinio del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, enfrentando acusaciones de genocidio.
Esta situación refleja una historia de difamación y agresión contra los judíos, cuyo origen ha evolucionado a lo largo del tiempo. Inicialmente encendida por europeos cristianos, pasando luego a manos de islamistas asiáticos, esta antorcha de hostilidad es ahora sostenida por ciertos sectores africanos.
En un escenario teatral alejado de Gaza, líderes sudafricanos, que promovieron el juicio contra Israel, buscan un papel protagónico. Sin embargo, en lugar de emerger como héroes de un drama legal, pueden terminar siendo percibidos más bien como figuras cómicas en una farsa operística.
Israel optó por no eludir el juicio, una decisión que refleja su confianza en la imparcialidad del tribunal. Contrario a la creencia popular, este tribunal no es inherentemente sesgado contra Israel.
A pesar de que algunos de sus miembros provienen de naciones con posturas antiisraelíes, como Líbano y Somalia, y otros de Rusia y China, que podrían adoptar una postura antiisraelí por oportunismo, la mayoría de los jueces, provenientes de diversos países occidentales, así como de India, Jamaica, Brasil y Uganda, mantienen una actitud generalmente neutral. Este es el ámbito político.
En el ámbito legal, Israel enfrenta el juicio en La Haya con dos argumentos fundamentales: primero, no tiene secretos que ocultar y, segundo, posee evidencias y testimonios significativos para presentar.
La acusación debe demostrar que Israel tenía una intención genocida, lo cual es un reto perdido. No existe evidencia de que el gobierno israelí haya tomado decisiones para atacar deliberadamente a civiles palestinos.
Por otro lado, las declaraciones y acciones genocidas de Hamás son públicas y reiteradas, lo que se espera quede en evidencia durante el juicio, como ocurrió en el caso de Adolf Eichmann.
Israel se presenta en este juicio con la expectativa de que, aunque inicialmente es el acusado, el enfoque cambiará hacia las acciones y la retórica de Hamás, poniendo en evidencia sus crímenes y los de sus simpatizantes.
En relación con los combates en Gaza, Israel argumenta que sus acciones militares se centran en objetivos específicos y estratégicos, como bases militares y lanzaderas de cohetes. Alega que cualquier daño colateral a civiles se debe a que Hamás utiliza tácticas de escudos humanos, una práctica condenada y considerada ilegal bajo las leyes de guerra.
El tribunal también abordará la perspectiva de Israel en términos de defensa propia. Ante los ataques constantes a su población, Israel cuestionará qué se espera que haga un país en su posición. Esta pregunta busca humanizar el conflicto y ofrecer una perspectiva sobre las difíciles decisiones que enfrenta Israel.
Presidente Ramaphosa, al exigir un “alto el fuego ya”, lo que realmente solicita es permitir a los adversarios de Israel regresar a las calles de Gaza, a las mismas posiciones de lanzamiento de misiles que han establecido en zonas residenciales, preparándose así para continuar sus ataques contra nosotros y nuestros hijos. Usted se está posicionando como un enemigo activo de Israel. ¿Era esta su intención al decidir llevar a Israel ante el Tribunal de La Haya?
Al convertirse en opositor de Israel, presidente Ramaphosa, también se ha colocado en oposición al pueblo judío, algo que quedará evidente en el conflicto que ha elegido enfrentar.
Durante el juicio, entre los jueces se encontrará al Prof. Aharon Barak, reconocido mundialmente por su distinguida carrera en la jurisprudencia y como símbolo de la independencia, profesionalidad, moralidad y coraje del sistema judicial israelí.
Pero la presencia del juez Barak en La Haya trasciende estas cualidades. Él representa no solo a un jurista judío, sino a un superviviente del Holocausto, aquel genocidio histórico real y devastador. Su presencia es un recordatorio vivo de lo que podría suceder nuevamente bajo la influencia de los extremistas religiosos a quienes usted apoya y sirve.
Este juicio no solo augura una probable derrota legal para su iniciativa, sino también una debacle moral y un descalabro político. Acusar de genocidio requiere una base moral sólida, pero acusar a una nación de supervivientes del Holocausto de perpetrar un genocidio exige una integridad moral impecable, una cualidad que, dada la situación actual de Sudáfrica, parece cuestionable.
Sudáfrica, bajo su liderazgo, enfrenta desafíos internos significativos: altas tasas de homicidios, crímenes violentos y menores, corrupción a gran escala, problemas sociales y morales. Estos problemas sugieren que Sudáfrica debería enfocarse en resolver sus propias crisis antes de intentar intervenir en conflictos internacionales.
Por lo tanto, el juicio que ha promovido podría resultar en un consejo generalizado de que antes de intentar impartir lecciones de humanismo al mundo, y en particular a los judíos, debería primero abordar y rectificar las profundas problemáticas dentro de su propio país.