“Hoy es, realmente, un día muy triste para Estados Unidos”, declaró la representante Ilhan Omar en una manifestación organizada por demócratas frente a la sede de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) en protesta por la reestructuración que el presidente Trump llevó a cabo en dicha agencia.
Sin embargo, no fue un día triste para Estados Unidos, sino para Somalia.
Durante los últimos dos años, USAID había canalizado 2.300 millones de dólares en “asistencia humanitaria” a Somalia, el país de origen de Omar. El año pasado, la agencia reportó una solicitud de 1.600 millones en ayuda, y en diciembre de 2024, incluso cuando la administración Biden ya estaba por finalizar, envió 29 millones adicionales.
El apoyo de USAID a Somalia se duplicó bajo la administración Biden. Con 3.300 millones asignados en los últimos cinco años, el final del flujo de dinero para el estado somalí, controlado en gran parte por grupos terroristas islámicos, debió haber sido un golpe doloroso para Omar, quien mantiene vínculos cercanos con el régimen somalí. Según informes, el ex primer ministro somalí Hassan Khaire habría celebrado que “los intereses de Ilhan no son los de Minnesota ni del pueblo estadounidense, sino los del pueblo somalí y Somalia”.
Se desconoce si algún miembro del clan Majerteen, al que pertenece Omar, se benefició de los miles de millones enviados por USAID, aunque, dado el peso político de este clan en Somalia, es probable que así haya sido.
Somalia, junto con otros grupos terroristas islámicos como los talibanes en Afganistán, los hutíes en Yemen y Hamás en Gaza, estuvo entre los principales receptores de los fondos de USAID.
La agencia informó haber destinado 2.100 millones de dólares a Gaza y Judea y Samaria desde los ataques de Hamás del 7 de octubre. Solo en 2024, se programaron 917 millones para estas zonas controladas por terroristas en Israel.
USAID también otorgó más de 3.700 millones a Afganistán desde que los talibanes tomaron el control, incluyendo 832 millones en el último año fiscal. El manejo de estos fondos fue tan opaco que USAID se negó a cooperar con el organismo encargado de supervisar el dinero enviado a Afganistán.
A pesar de que Estados Unidos se encuentra en conflicto con los hutíes, un grupo terrorista respaldado por Irán que ha atacado barcos de la Marina estadounidense, USAID continuó enviando miles de millones a Yemen. En 2024, la agencia solicitó 2.700 millones para el país y asignó 753 millones. En cinco años, Yemen recibió aproximadamente 3.400 millones.
Otros estados terroristas islámicos también se beneficiaron considerablemente. Pakistán, que albergó a Osama bin Laden, recibió 600 millones de dólares en el mismo periodo, mientras que en varias localidades de Estados Unidos aún faltaba agua potable. Sin embargo, USAID construyó plantas de tratamiento en áreas de mayoría musulmana en Pakistán, a pesar de la persecución contra cristianos en el país.
Asimismo, se destinaron más de 700 millones a Irak, a pesar de que el país se encuentra controlado por facciones proiraníes que han atacado a soldados estadounidenses. Por otro lado, Siria recibió 3.400 millones, pese a estar en medio de una guerra civil entre islamistas chiitas aliados de Irán e islamistas suníes vinculados a Al Qaeda. Líbano, bajo el control de Hezbolá, fue destinatario de 1.100 millones.
En total, más de 8.000 millones se enviaron a regímenes títeres de Irán, sin contar el dinero destinado a Gaza. Sumando todos los países, USAID destinó 18.500 millones de dólares a estados terroristas islámicos en cinco años.
Esta cifra no incluye todo el gasto de USAID en países musulmanes, sino solo aquellos cuyos gobiernos están estrechamente vinculados con grupos terroristas, patrocinan a estos o son manipulados por ellos. Muchos de estos países han sido responsables de ataques contra soldados estadounidenses y atentados en el territorio estadounidense.
Se estima que USAID envió 9.300 millones a estados terroristas responsables de la muerte de más de 3.000 soldados estadounidenses. No solo nos han asesinado, sino que, en un acto de extrema obscenidad, se les ha recompensado con millones por cada soldado asesinado.
La reestructuración de USAID bajo el control total del Departamento de Estado, en lugar de operar como una «superong» al servicio de intereses antiestadounidenses, ha generado indignación en figuras como Ilhan Omar, el representante Jim McGovern y el senador Chris Murphy, quienes temen que los fondos para los grupos terroristas islámicos se vean interrumpidos.
Sin embargo, debemos preguntarnos si enviar 18.000 millones de dólares a estados terroristas islámicos contribuye a nuestra seguridad nacional.
USAID ha financiado con grandes sumas a la ONU y a ONG que operan en áreas controladas por terroristas con escasa o nula supervisión. Se han otorgado exenciones especiales para permitir que los distribuidores de ‘ayuda humanitaria’ colaboren con estos grupos. Algunos de ellos aún se encuentran en guerra con Estados Unidos.
Las asociaciones de USAID con gobiernos extranjeros y grandes organizaciones, tanto sin fines de lucro como con fines de lucro, han suscitado sospechas de lavado de dinero. La puerta giratoria entre el personal de USAID y dichas organizaciones, que se benefician económicamente, ha generado dudas sobre la legitimidad de estos acuerdos. Además, la negativa de USAID a proporcionar información a los organismos de control ha consolidado su imagen de agencia descontrolada.
Quizás nunca se sepa con certeza cuánto dinero de nuestra ayuda extranjera terminó en manos de terroristas islámicos, pero la congelación de fondos y la consolidación bajo el Departamento de Estado podrían garantizar que esta vía de financiación deje de ser utilizada para apoyar a quienes asesinan a estadounidenses.