Se ha informado extensamente sobre lo que Estados Unidos pretende hacer en el reciente choque de intereses entre su gobierno e Irak. La aprobación de Washington en la región está en su punto más bajo mientras sigue proporcionando apoyo militar a Israel en su guerra contra Hamás en la Franja de Gaza, lo que ha provocado indignación en gran parte del mundo.
Hezbolá, desde Líbano, ha intensificado sus ataques militares contra Israel en respaldo a Hamás. Grupos alineados con la milicia palestina de Gaza han realizado ataques a objetivos militares estadounidenses, incluyendo un reciente ataque con drones en Jordania que mató a tres soldados norteamericanos y dejó más de cuarenta heridos, según Reuters.
El Comando Central de Estados Unidos emitió un comunicado de prensa confirmando el ataque y la pérdida de personal militar estadounidense en una base llamada “Torre 22”, ubicada en el norte de Jordania. Este ataque marcó la primera baja mortal para EE. UU. desde el inicio de la guerra entre Hamás e Israel el 7 de octubre. Hasta ahora, se han registrado más de 150 ataques contra posiciones estadounidenses en Irak, Siria y ahora también en Jordania. El presidente Joe Biden lamentó públicamente la muerte de los tres soldados en un comunicado y prometió que el gobierno se compromete a combatir el terrorismo, declarando: “Haremos que los responsables rindan cuentas en el momento y de la manera que elijamos”.
Algunos políticos en el Congreso, especialmente del ala más beligerante, están pidiendo represalias directas contra Irán. El senador Lindsey Graham (R-SC) afirmó en un mensaje en X que las respuestas estadounidenses previas contra los aliados de Irán fueron insuficientes y “no disuadirán la agresión iraní”. Propuso atacar “objetivos significativos dentro de Irán”.
El senador John Cornyn (R-TX) también se pronunció en X con el mensaje “Apunten a Teherán”. Estos comentarios surgen de una oposición que busca mostrar una imagen de fuerza, aunque no se encuentre en posición de tomar la decisión final.
Biden, por su parte, se toma en serio la posibilidad de una respuesta militar contra los terroristas respaldados por Irán, especialmente porque es un año electoral. La política exterior en Medio Oriente podría convertirse en su punto débil. Aunque Estados Unidos ha reiterado que no desea una guerra a gran escala con Irán, el ejército estadounidense ya realizó bombardeos contra aliados iraníes en el oeste de Irak el 23 de enero.
Irak pide la retirada de tropas
El primer ministro iraquí, Mohammad Shia al-Sudani, ha solicitado una salida negociada rápida y ordenada de las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos. Según Sudani, la presencia de 2,500 tropas es más un obstáculo que un beneficio, ya que teme que su permanencia desestabilice aún más Irak por el apoyo estadounidense al asedio militar de Israel en Gaza. Técnicamente, estos soldados son asesores militares que asisten al ejército iraquí, pero el gobierno de Bagdad tiene el derecho legal de pedir la retirada de cualquier fuerza extranjera. Sin embargo, Sudani no ha fijado un plazo para dicha retirada.
Es difícil pensar que Washington se retire en este momento después de haber sufrido bajas, especialmente en el contexto de la guerra en Gaza. Israel y otros socios estadounidenses podrían sentirse más vulnerables. Los líderes de Teherán podrían aprovechar una retirada estadounidense para consolidar su imagen de fuerza ante sus seguidores.
Joshua Landis, profesor y experto en el Medio Oriente de la Universidad de Oklahoma, comentó sobre la posibilidad de una retirada y afirmó que la administración Biden intentará permanecer en Irak, posiblemente con algunos ajustes menores en el acuerdo con el gobierno iraquí. Según Landis, Biden no querrá retirar tropas antes de las elecciones de noviembre.
Con una popularidad que ronda el 40%, según un estudio reciente de Gallup, Biden está en una posición delicada. Si da la impresión de retroceder ante Irán, podría enfrentarse a un escenario similar al del expresidente Jimmy Carter, cuando estudiantes iraníes tomaron la embajada estadounidense en Teherán en 1979, reteniendo a 52 estadounidenses durante 444 días—aquello le costó la reelección en 1980.
Trump, su probable rival político, seguramente intentará presentarlo como un líder débil, recordando al electorado que durante su mandato ordenó el asesinato del general iraní Qasem Soleimani en enero de 2020. Landis también señaló que Irán interpretaría una retirada estadounidense como una gran victoria, ya que ha concentrado sus esfuerzos en expulsar a las fuerzas estadounidenses de Irak desde el inicio de la guerra en Gaza. Los ataques respaldados por Irán contra bases estadounidenses han provocado represalias de Washington, incluyendo el asesinato de figuras prominentes en Irak.
Uno de estos incidentes fue la muerte de Mushtaq Talib Al-Saedi, comandante de la Brigada Doce de las Fuerzas de Movilización Popular (PMF), el 4 de enero. Esto obligó al primer ministro Sudani a pedir a Washington que reconsidere su presencia militar.
El gobierno de Biden, junto con el Reino Unido, ha impuesto nuevas sanciones contra una red de individuos que llevan a cabo asesinatos de disidentes con protección del régimen iraní. Según el subsecretario de Tesoro, Brian E. Nelson, en un comunicado, las acciones del régimen iraní muestran su inseguridad al intentar expandir la represión más allá de sus fronteras.
¿Lograrán estas sanciones frenar el comportamiento iraní? Probablemente no. Estas medidas solo servirán como una molestia sin consecuencias prácticas. Las decisiones clave vendrán de los movimientos de Biden respecto a la permanencia o reducción de tropas estadounidenses en Irak y otras zonas del Medio Oriente, mientras Teherán observa si el tiempo juega a su favor.
Adnan Nasser es un analista independiente de política exterior enfocado en asuntos de Medio Oriente. Síguelo en Twitter.