El problema de Israel ahora es cómo evitar que Hamás se rearme en Gaza. La reconstrucción de la Franja de Gaza y de la sociedad palestina es parte del problema.
Los analistas liberales, es decir, los partidarios de los demócratas, afirman que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ve a Israel como un problema interno. Mucho más que como un actor clave en Oriente Medio y ciertamente mucho más que como un aliado.
Al igual que Biden hizo declaraciones que crearon una comparación equilibrada entre Israel y los palestinos, entre Israel y Hamás, también lo hizo su enviado, el secretario de Estado estadounidense Antony Blinken, que llegó a Israel el martes. En una rueda de prensa con el primer ministro, Blinken acusó a Hamás de disparar cohetes contra civiles israelíes, pero no le culpó de iniciar la ofensiva de 11 días, que terminó el pasado viernes.
El problema de Israel ahora es cómo evitar que Hamás se rearme en Gaza. La reconstrucción de la Franja de Gaza y de la sociedad palestina es parte del problema. Israel exige que cada artículo que entre en Gaza para su reconstrucción -cada saco de cemento, todos los metales en bruto y hasta el último saco de patatas- sea objeto de supervisión, y quiere que Egipto participe en el proceso.
Se supone que los suministros y las herramientas que Hamás y la Jihad Islámica Palestina necesitan para reconstruir su poder pasan a Gaza en convoyes de suministros que llevan ayuda civil. Es posible que, debido a la normalización de Israel con Sudán, el gobierno pueda rastrear más fácilmente los envíos de armas que Irán envía a Gaza.
Pero el principal problema estratégico de Israel es mucho más profundo. Israel, cuando se retiró de la Franja de Gaza en 2005, se hizo un grave daño a sí mismo. Independientemente del dolor y del principio de desarraigo de los asentamientos, incluso el entonces primer ministro Ariel Sharon -un pesimista en materia de seguridad- nunca pensó que en Gaza surgiría una seria amenaza estratégica y que se convertiría en una base de cohetes, con las FDI dudando en entrar y destruirlos.
Esto era inconcebible en 2005. El fracaso de la imaginación debe guiar la planificación militar de las FDI y de la agencia de seguridad Shin Bet. Si no predecimos las capacidades actuales, lo mejor sería asumir lo peor: que Hamás obtenga misiles de crucero. Con ojivas que se dividen. Con drones. Posiblemente incluso ojivas con cargas útiles no convencionales. Hasta ahora, no hemos encontrado ninguna medida de supervisión que impida a Hamás aprovechar la ayuda humanitaria para rearmarse.
La conclusión: A partir de ahora, Israel tiene que empezar a educar a la opinión pública y a sus aliados para un futuro conflicto en el que las capacidades militares-terroristas de Hamás sean derrotadas por completo. Esto significa una larga batalla que incluirá una ofensiva terrestre a largo plazo, y considerables pérdidas para nuestras propias fuerzas. Sería mejor pagar un precio alto pero limitado en un futuro próximo que un precio muy alto tras un insufrible golpe al frente interno israelí.
Blinken reconoció la influencia desestabilizadora de Irán. Un gobierno nuevo y estable en Israel es lo primero sobre lo que debemos construir. Si los estadounidenses reconocen a Irán como un actor peligroso y negativo, es posible llegar a entendimientos con ellos sobre las acciones de defensa necesarias para manejar los diversos frentes que suponen una amenaza para Israel.