El futuro pertenece a los que innovan, e Israel se está haciendo con el futuro. Con solo 8,5 millones de habitantes, tiene más empresas en el Nasdaq que casi cualquier otro país fuera de Norteamérica y se sitúa como la tercera economía más innovadora según el ranking del Foro Económico Mundial. Las start ups israelíes reciben cerca del 20% de las inversiones mundiales en ciberseguridad, mientras que el país recicla un 87% de su agua, cinco veces más que el siguiente en la clasificación. Las vacas israelíes producen más leche per cápita que las de cualquier otro país.
Personas de todas partes del mundo se benefician de las innovaciones israelíes en teléfonos móviles, sistemas de navegación de coches o dispositivos médicos. Del mismo modo, los servicios de inteligencia israelíes han ayudado a detener decenas de atentados terroristas en decenas de países. Estos logros están apuntalados por universidades e instituciones de investigación de prestigio mundial.
Sin libertad de mercado la tecnología por sí misma no iría muy lejos. Todas las economías nacionales están insertas en una carrera en la que el sector público avanza sobre los hombros del sector privado. En nuestro caso, el sector público adquirió un tamaño excesivo, por lo que lo pusimos a régimen estricto y eliminamos las barreras que limitaban al sector privado.
Controlamos el gasto público, bajamos los impuestos, reformamos el Estado del bienestar y las pensiones, eliminamos los controles de tipo de cambio extranjeros, deshicimos los monopolios, llevamos a cabo privatizaciones y creamos nuevos mercados de capitales. El resultado han sido 14 años con un crecimiento continuo de entre el 4% y 5% anual y en el que se ha bajado la deuda de un 100% a un 62% del PIB.
Equilibramos el gasto del Gobierno en innovación militar promoviendo que los veteranos crearan miles de start ups civiles de Internet y tecnologías de la información. Las inversiones públicas en carreteras y ferrocarriles han ampliado el terreno para viviendas, de iniciativa privada.
Durante 50 años las empresas públicas no obtuvieron permiso para realizar prospecciones marinas. Cuando nosotros se lo dimos a empresas privadas, estas encontraron yacimientos de gas valorados en miles de millones de dólares.
Israel se ha convertido en un tigre económico porque decidimos ser un mamífero ágil en vez de un fósil. Gracias al potencial que ofrecen los Big Data, la conectividad y la inteligencia artificial estamos desarrollando rápidamente nuevas industrias.
Hace 50 años Israel fracasó a la hora de desarrollar su industria automovilística. Pero en la última década hemos creado 50 start ups de tecnología de automoción que han recibido anualmente miles de millones de dólares. En 2017, por ejemplo, Intel pagó 15.000 millones de dólares (12.600 millones de euros) por MobileEye, una empresa radicada en Jerusalén a la que encargó la supervisión mundial de su negocio de la conducción autónoma.
Debido a que la tecnología por sí sola no garantiza nuestro futuro debemos seguir impulsando el emprendimiento y luchando contra el exceso de regulación. En este último punto, mi Gobierno ha conseguido que en los últimos dos años Israel haya ascendido al puesto 16 en el Índice Global de Competitividad.
La diplomacia de la alta tecnología
¿Cuáles son las lecciones del milagro económico israelí para 2018 y los años venideros? La primera, innovar o morir. La segunda, innovar para crear alianzas y avanzar hacia la paz.
Nuestra destreza tecnológica nos ha permitido hacer nuevos amigos. Hemos negociado acuerdos económicos con Japón y China, nuestras relaciones con India viven un auténtico boom, he estado en África dos veces en un año y soy el primer jefe de Gobierno israelí en visitar Australia y Latinoamérica.
Pero quizá el cambio más prometedor lo tenemos más cerca. Muchos países árabes ya no ven a Israel como un enemigo, sino como un aliado imprescindible en la guerra común contra el jihadismo. Además, necesitan de la tecnología israelí para mejorar sus economías. Este potencial de normalización de las relaciones con los países árabes podría ayudar a lograr la paz con los palestinos.
En 1968, en su obra Las lecciones de la historia, el gran escritor estadounidense Will Durant escribió:
“La influencia de los factores geográficos disminuyen conforme avanza la tecnología. La tipología y el perfil de un territorio puede ofrecer oportunidades para la agricultura, la minería o el comercio, pero solo la creatividad y la iniciativa de los líderes (y el trabajo duro de sus seguidores) pueden transformar las posibilidades en hechos. Y solo una combinación similar [como en el Israel actual] puede hacer que una cultura se establezca pese a los miles de obstáculos naturales”.
En el medio siglo que ha transcurrido desde que se escribieron estas palabras proféticas Israel, en efecto, ha superado miles de obstáculos. Su genio proporciona esperanza a todas las naciones bajo el sol.