El primer análisis genético aplicado a Adolf Hitler atribuye al dictador un trastorno sexual asociado a la probabilidad de un micropene, y descarta cualquier vínculo familiar judío. La investigación contradice afirmaciones difundidas durante décadas sobre posibles raíces que lo relacionaran con comunidades perseguidas.
El documental “Hitler’s DNA: Blueprint of a Dictator” presenta la obtención del material genético, su estudio y los límites de esa evidencia. La producción describe el trabajo de especialistas que examinaron la carga hereditaria del líder nazi y explican qué conclusiones pueden establecer y qué aspectos permanecen fuera de alcance.
Los responsables del estudio atribuyen a Hitler el síndrome de Kallmann, una alteración genética vinculada a un desarrollo puberal incompleto, según adelantó el Times de Londres. El equipo identificó variantes asociadas a autismo, esquizofrenia y trastorno bipolar, aunque advierte que el ADN no permite un diagnóstico clínico por sí solo.
El documental incorpora al psicólogo británico judío Simon Baron-Cohen, quien declaró en el Times: “El comportamiento nunca es 100% genético”. Añadió: “Asociar la extrema crueldad de Hitler con personas con estos diagnósticos corre el riesgo de estigmatizarlas, especialmente cuando la gran mayoría de las personas con estos diagnósticos no son ni violentas ni crueles, y muchas son todo lo contrario”.
El equipo dirigido por un genetista británico reconocido afirma que su análisis es concluyente sobre la ausencia de raíces judías en Hitler. Rumores sobre ese origen circularon en su ascenso político, y un periódico austríaco antinazi de 1933 desafió a las autoridades alemanas a negar supuestos vínculos con ancestros judíos.
La versión persistió con el tiempo. En 2022, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, reiteró la acusación e intentó apoyar la narrativa rusa de “desnazificar” Ucrania, pese a que su presidente es judío. Además sostuvo: “Los sabios judíos dijeron hace mucho tiempo que los mayores antisemitas son judíos”.
Investigaciones previas basadas en familiares de Hitler sugerían conexiones genéticas con grupos que el nazismo persiguió, incluidos los judíos. El nuevo estudio, centrado en muestras atribuidas directamente al dictador, concluye que su ascendencia corresponde solo a linajes alemanes y austríacos, sin rastros de vínculos con las poblaciones que él atacó.
El análisis proviene de un fragmento de tela con sangre que un soldado estadounidense retiró del sofá donde Hitler se disparó. Los científicos confirmaron la autenticidad de la muestra al compararla con ADN ya verificado de un pariente del dictador, lo que cerró cualquier duda sobre su procedencia.
