Las redes de telecomunicaciones resultan esenciales para la seguridad nacional, aunque los adversarios las infiltran con el fin de recopilar inteligencia y prepararse para interrupciones a gran escala.
La reciente interrupción por parte del Servicio Secreto de una amenaza inminente en el ámbito de las telecomunicaciones en la ciudad de Nueva York constituye un recordatorio contundente de que la infraestructura crítica de Estados Unidos sufre ataques diarios por parte de adversarios vinculados a Estados-nación y a organizaciones criminales transnacionales que pretenden avanzar en sus agendas geopolíticas. Funcionarios federales indican que la red desmantelada de dispositivos electrónicos poseía la capacidad de inhabilitar torres de telefonía móvil mediante un ataque similar a la denegación de servicio, al tiempo que facilitaba comunicaciones encriptadas y anónimas para grupos criminales y, posiblemente, para entidades estatales. No se trató de un acto de vandalismo, sino de una infraestructura sofisticada destinada a la disrupción y a las comunicaciones encubiertas.
Lo que convierte este caso en particularmente alarmante radica en la posibilidad de utilizar esa capacidad como arma. Si el plan hubiera prosperado, habría interrumpido las llamadas al 911, retrasado el envío de ambulancias y deteriorado la coordinación entre policías, bomberos y hospitales. Al mismo tiempo, habría permitido a actores hostiles ocultar sus comunicaciones, realizar vigilancia y manipular los canales que los estadounidenses emplean a diario. Amenazaba con tornar inutilizables las líneas vitales de la sociedad moderna, al convertirlas en herramientas de espionaje.
Telecomunicaciones: el sistema nervioso de la sociedad contemporánea
Las telecomunicaciones trascienden el mero servicio comercial. Representan un sector vital que sustenta todas las demás partes de la economía. Las redes energéticas dependen de las estructuras de telecomunicaciones para la telemetría y la respuesta a la demanda. Los mercados financieros procesan billones de dólares a través de estas redes cada día. Los hospitales las utilizan para coordinar la atención a los pacientes. Los sistemas de transporte, los servicios de agua y los de emergencias requieren conectividad continua. Si la energía equivale al latido del corazón de la sociedad moderna, las telecomunicaciones constituyen su sistema nervioso.
Esta dependencia se hace más evidente cuando falla. La devastación en el este de Tennessee y el oeste de Carolina del Norte tras el huracán Helene demostró cómo la pérdida de electricidad y servicio celular paralizó comunidades enteras. Los residentes no pudieron contactar con los servicios de emergencias, los hospitales enfrentaron dificultades para coordinarse y la recuperación se ralentizó. Lo que la naturaleza reveló en el sureste, los adversarios intentan replicarlo de manera deliberada al atacar los sectores vitales de Estados Unidos.
Lo que hace este ataque interrumpido especialmente peligroso consiste en que, a diferencia de interrupciones pasadas limitadas a proveedores móviles específicos, habría afectado torres independientemente del operador. El efecto habría generado condiciones cercanas al apagón total para todas las comunicaciones celulares en la zona impactada.
Las campañas de espionaje digital de China
El caso de Nueva York pone de relieve las intenciones de otras operaciones patrocinadas por Estados. Las sanciones del Tesoro de Estados Unidos y múltiples asesores han vinculado al Ministerio de Seguridad del Estado de China con la campaña Salt Typhoon, que infiltró a los principales proveedores de telecomunicaciones estadounidenses. Los investigadores descubrieron que el grupo buscaba acceso persistente a sistemas de interceptación legal y de metadatos —herramientas que rastrean comunicaciones bajo orden judicial—, no una disrupción inmediata. Ese enfoque resalta cómo las empresas cotidianas y los estadounidenses comunes pueden convertirse en peones geopolíticos. Al comprometer los sistemas de interceptación, Salt Typhoon podría monitorear conversaciones en el gobierno, los negocios y la sociedad civil, al tiempo que mantenía la opción de interrumpir esas redes si las tensiones escalaban.
Los métodos de Salt Typhoon se asemejan a los de Volt Typhoon, un grupo afiliado al Ejército Popular de Liberación que ataca el sector energético de Estados Unidos. Ambos emplean tácticas sigilosas de “vivir de la tierra” para ocultarse dentro de las redes. Uno se centra en las telecomunicaciones, el otro en la energía, pero sus objetivos convergen. Ambos pretenden posicionarse previamente en sectores vitales para recopilar inteligencia y prepararse para disrupciones futuras. El fin último radica en obtener ventaja. Si surge un conflicto, los adversarios desean contar con la capacidad de cerrar o degradar los sistemas de los que dependen los estadounidenses cada día.
Los efectos en cadena de un apagón en telecomunicaciones
Esa estrategia resulta efectiva porque las telecomunicaciones conectan todo. Si las torres celulares se oscurecen, las llamadas de emergencia pueden fallar, los servicios públicos pueden perder visibilidad en la red y las instituciones financieras no pueden ejecutar transacciones. Los efectos en cadena no son hipotéticos; son reales y pueden paralizar ciudades en cuestión de horas.
La red desmantelada en Nueva York representaba una evidencia de esta convergencia. Podría haber inhabilitado torres y proporcionado canales encubiertos para comunicaciones hostiles. Ese tipo de objetivo dual es lo que los estadounidenses deben esperar de adversarios vinculados a Estados-nación. Estas operaciones no se limitan a sistemas gubernamentales. Explotan deliberadamente la infraestructura en la que confían individuos y empresas a diario. Cada uno de nosotros, de manera consciente o no, puede convertirse en un peón en un juego geopolítico mayor.
La protección de las líneas vitales de Estados Unidos
La realidad actual del entorno de amenazas exige un cambio en el modo de tratar las amenazas de seguridad. Las que apuntan a sectores de infraestructura crítica no pueden considerarse solo como problemas de la industria comercial, sino como prioridades de seguridad nacional. Esto requiere un intercambio de inteligencia en tiempo real entre el gobierno y los socios del sector privado. Las fuerzas del orden locales también deben mantenerse fuertemente integradas con las autoridades federales, ya que las amenazas avanzadas y las campañas patrocinadas por Estados pueden originarse en el extranjero, pero a menudo emergen primero a nivel comunitario.
El Servicio Secreto merece reconocimiento por desmantelar este plan antes de que causara daños. Sin embargo, el desafío persiste. Los adversarios vinculados a Estados-nación actúan con paciencia y pretenden sondear debilidades, no para generar caos inmediato, sino para mantener la capacidad de interrumpir cuando resulte más crítico.
La lucha por la infraestructura crítica ya no es teórica. Desde la infiltración encubierta de Salt Typhoon en proveedores de telecomunicaciones hasta la red desmantelada en Nueva York, los adversarios atacan sectores vitales de maneras que combinan la recopilación de inteligencia con la capacidad de disrupción. Su objetivo consiste en comprometer la vida cotidiana en Estados Unidos, al convertir tanto a las empresas como a los individuos en instrumentos de ventaja geopolítica. Proteger las telecomunicaciones resulta fundamental para garantizar la seguridad pública, el comercio y la resiliencia nacional. El próximo intento podría no detenerse a tiempo.