“Los judíos están abandonando la tercera ciudad más grande de Suecia”, escribe el diario sueco Nyheter Idag. La congregación judía de Malmö se fundó en 1871 y ahora son tantos los judíos que quieren abandonar la ciudad que “dentro de diez años no habrá población judía en Malmö”.
Todos los niños judíos de Malmö, explica el periódico, han estado expuestos al antisemitismo. “Pero el odio a los judíos que llegó con los inmigrantes de Oriente Medio y el Norte de África es justificado por muchos políticos suecos como una ‘crítica a Israel’ o legitimado por algunos de los principales políticos socialdemócratas de la ciudad”.
“Los que han recibido refugio en Suecia no tienen derecho a las amenazas y la violencia contra nadie en nuestro país. Pero aquí es donde se vuelve políticamente difícil. En la lógica políticamente correcta de Suecia se hace difícil cuando una minoría acosa a otra minoría. Era fácil cuando las críticas se referían a los nazis, se complica cuando el antisemitismo de la izquierda y de Oriente Medio se hace evidente”.
Suecia había sido, en el siglo XX, uno de los lugares más acogedores para los judíos en Europa (el héroe del Holocausto Raoul Wallenberg también procedía de allí) y Malmö fue la ciudad-refugio para los muchos que consiguieron escapar de la deportación nazi. La escritora sueca Paulina Neuding habló en una conferencia de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados: “Vivo en Mälmo. En su día fue un refugio seguro para los judíos, pero hoy solo quedan 200 y son acosados”.
Cuando llegó a Suecia tras ser rescatada de un campo de concentración nazi, Judith Popinski rehízo su vida en Malmö y durante los siguientes sesenta años vivió feliz en su patria adoptiva. En 2009, una capilla de su comunidad judía de 700 personas fue incendiada. “Nunca pensé que volvería a ver este odio en mi vida, no en Suecia”, dijo la Sra. Popinski al Telegraph. “Este nuevo odio proviene de los inmigrantes musulmanes, el pueblo judío tiene ahora miedo”.
El edificio de Kamrergatan 11 en Malmö es ahora una fortaleza. La fachada está cubierta con placas de metal. Las ventanas son pequeñas como rendijas, las cámaras apuntan a la entrada. Al pulsar el botón se activa el interfono: “Bienvenidos a la comunidad judía de Malmö”. Se han instalado controles de carretera alrededor de la congregación y la sinagoga. El objetivo es evitar que los vehículos se acerquen demasiado. La guardería es aparentemente normal. Pero los niños juegan detrás de un cristal antibalas, y sus salidas requieren protocolos de seguridad.
La sinagoga ortodoxa de Malmö, la más antigua de Escandinavia, se ha convertido en un búnker. Los judíos de la tercera ciudad del país llevan años con miedo. De repente, hace veinte años, oyeron yahoud, hebreo en árabe.