Al menos 123 personas murieron el jueves en un deslizamiento de tierra en una mina de jade en el norte de Myanmar, el peor de una serie de accidentes mortales en esos lugares en los últimos años.
Un comunicado del Ministerio de Información informó que se habían recuperado 123 cuerpos del lugar del deslizamiento de tierra en Hpakant, mientras que el Departamento de Bomberos de Myanmar, que coordina los rescates y otros servicios de emergencia, calculó el total en 126.
“Los mineros de jade fueron asfixiados por una ola de lodo”, según un comunicado del servicio de bomberos.
Una multitud se reunió bajo la lluvia alrededor de los cadáveres envueltos en láminas de plástico azul y rojo, colocados en fila en el suelo.
Los trabajadores de emergencia tuvieron que atravesar el pesado barro para recuperar los cuerpos envolviéndolos en las láminas de plástico, que servían como bolsas improvisadas para cadáveres que luego fueron colgados en postes de madera cruzados sobre los hombros de los equipos de recuperación.
Khin Maung Myint, un legislador de Hpakant, mencionó antes que además de los muertos, otras 54 personas resultaron heridas y fueron enviadas a los hospitales.
La zona de Hpakant en el estado de Kachin está a 950 kilómetros (600 millas) al norte de la ciudad más grande de Myanmar, Yangon, y es el centro de la mayor y más lucrativa industria minera de jade del mundo.
El número de muertos del jueves supera al de un accidente ocurrido en noviembre del 2015 que dejó 113 muertos y que anteriormente se consideraba el peor del país. En ese caso, las víctimas murieron cuando una montaña de 60 metros de altura de tierra y desechos arrojados por varias minas se desplomó en medio de la noche, envolviendo más de 70 chozas donde dormían los mineros.
Los muertos en esos accidentes suelen ser mineros independientes que se instalan cerca de montones gigantes de tierra acumulada que ha sido excavada por maquinaria pesada. Los autónomos que buscan trozos de jade suelen trabajar y vivir en la base de los montículos de tierra, que se vuelven particularmente inestables durante la temporada de lluvias.
La mayoría de los carroñeros son migrantes no registrados de otras zonas, lo que hace difícil determinar exactamente cuántas personas están realmente desaparecidas después de esos accidentes y, en muchos casos, dejan a los familiares de los muertos en sus pueblos de origen sin saber cuál es su destino.
Los activistas locales se han quejado de que la rentabilidad de la minería del jade ha llevado a las empresas y al gobierno a descuidar la aplicación de las ya muy débiles reglamentaciones de la industria.
Según Global Witness, un grupo con sede en Londres que investiga el uso indebido de los ingresos procedentes de los recursos naturales, la industria del jade de Myanmar generó alrededor de 31 mil millones de dólares en el 2014, y la mayor parte de la riqueza se destinó a personas y empresas vinculadas a los antiguos gobernantes militares del país.
Global Witness hizo su estimación en un informe detallado, y no se dispone fácilmente de cifras fiables más recientes.
“Las grandes empresas, muchas de ellas propiedad de familias de exgenerales, compañías del ejército, compinches y señores de la droga, están ganando decenas o cientos de millones de dólares al año a través de su saqueo de Hpakant”, manifestó Mike Davis de Global Witness cuando el grupo publicó su informe en el2015.
“Su legado a la población local es un páramo distópico en el que decenas de personas a la vez son enterradas vivas en deslizamientos de tierra”, afirmó Davis.
La minería de jade también desempeña un papel en la lucha que desde hace décadas llevan a cabo los grupos étnicos minoritarios en las tierras fronterizas de Myanmar para tomar más control de su propio destino.
La zona donde dominan los miembros de la minoría Kachin está sumida en la pobreza a pesar de que alberga lucrativos depósitos de rubíes, así como de jade.
Los Kachin creen que no están obteniendo una parte justa de los beneficios de los acuerdos que el gobierno central hace con las empresas mineras que los críticos acusan de ser amigas de los militares, un importante actor de la administración del país.
Los guerrilleros Kachin han participado en combates intermitentes, pero ocasionalmente intensos con las tropas del gobierno.