Dos décadas después del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri, el Líbano conmemora su muerte en un escenario político marcado por la debilitación de Hezbolá y un posible regreso de su hijo Saad a la esfera pública.
Hariri había dejado el cargo cuando un atentado suicida en Beirut acabó con su vida y la de otras 21 personas el 14 de febrero de 2005. En 2022, un tribunal apoyado por la ONU sentenció a cadena perpetua a dos miembros de Hezbolá en ausencia por el crimen, aunque el grupo terrorista se niega a entregarlos.
Saad Hariri, quien ocupó el puesto de primer ministro en dos ocasiones, ha regresado desde Emiratos Árabes Unidos para participar en los actos conmemorativos en honor a su padre.

El país enfrenta un panorama distinto. La guerra entre Israel y Hezbolá, iniciada el 8 de octubre de 2023 cuando el grupo respaldado por Irán lanzó cohetes y drones en apoyo a Hamás tras su incursión en Israel, debilitó a la organización chiíta que ha dominado la vida política libanesa. Paralelamente, la caída de Bashar al-Assad, su aliado sirio, alteró el equilibrio regional.
Frente a la tumba de su padre en Beirut, Hariri ha convocado a sus seguidores. Una fuente próxima a él indicó que se espera un discurso sobre la situación del país y la región, con una posible visión de futuro, aunque no está claro si volverá de inmediato a la arena política.
Existen presiones para su retorno. «Sus seguidores desean que retome el liderazgo», afirmó la fuente bajo anonimato.

Hasta 2022, Hariri representó a la comunidad sunita en un sistema político basado en divisiones sectarias. Sin embargo, su postura conciliadora con Hezbolá deterioró su relación con Arabia Saudita, su antiguo respaldo. En 2017, dimitió en un discurso desde Riad alegando el control iraní sobre el Líbano, lo que desató especulaciones sobre una posible detención forzada. Emmanuel Macron intervino para facilitar su regreso, tras lo cual revocó su renuncia.
Las protestas masivas de 2019, que exigieron una renovación total del sistema político, lo llevaron a dimitir nuevamente. Luego, en 2022, anunció su retiro entre lágrimas, citando la influencia iraní como una de las razones. Según una fuente cercana, esos factores han cambiado.
Durante años, Hezbolá mantuvo el control político del Líbano, pero su capacidad militar se ha visto afectada. La caída de Assad en Siria interrumpió las rutas de suministro de armas fundamentales para el grupo.

En enero, la elección de Joseph Aoun como presidente puso fin a un prolongado vacío institucional. Su designación fue vista como un triunfo para Estados Unidos y Arabia Saudita. Poco después, Nawaf Salam, exjuez de la Corte Penal Internacional, formó un nuevo gobierno.
Un nuevo escenario político se perfila. «El declive de la influencia iraní y el regreso del apoyo internacional brindan al Líbano una oportunidad», aseguró la fuente.
Riad ha retomado su interés en el país tras años de distanciamiento. «Arabia Saudita busca un liderazgo sunita sólido», afirmó Imad Salamey, analista político. «Si Hariri logra proyectarse como esa figura, podría beneficiar tanto a sus intereses como a los del reino», agregó.
El aniversario del asesinato de Rafik Hariri representa una prueba para medir el respaldo político de su hijo. Aunque tomó las riendas tras la muerte de su padre, nunca logró consolidar su liderazgo de la misma manera.
Su asesinato, atribuido a Damasco y Hezbolá, generó una ola de protestas que expulsó a las tropas sirias del Líbano tras 29 años de ocupación.

Durante tres décadas, Siria mantuvo el control sobre el Líbano bajo el gobierno de la familia Assad, con Hafez al-Assad interviniendo en la guerra civil de 1975-1990.
Rafik Hariri, multimillonario y arquitecto de la reconstrucción del Líbano tras la guerra, dejó un legado político que su hijo podría estar a punto de retomar.