El influyente líder islamista chií iraquí, Moqtada al-Sadr, está preparando el terreno para un posible regreso a la política, dos años después de un intento fallido y peligroso de establecer un gobierno sin la cooperación de sus adversarios chiítas, según indican diversas fuentes.
Es probable que su retorno, que se anticipa para las elecciones parlamentarias de 2025, represente una amenaza para la creciente influencia de sus oponentes, que incluyen partidos chiítas iraquíes y facciones armadas vinculadas a Irán, pudiendo desestabilizar la reciente calma en Irak, según analistas.
No obstante, es esperado que una gran parte de la población chiíta de Irak, particularmente sus seguidores, que son mayoritariamente devotos y de escasos recursos, reciban con entusiasmo el retorno de Sadr, a quien consideran un defensor de los desfavorecidos.
Para la elaboración de este artículo, Reuters consultó a más de 20 individuos, incluyendo políticos chiítas del movimiento de Sadr y de grupos opuestos, religiosos y políticos de Nayaf, una ciudad santa chiíta, además de funcionarios gubernamentales y analistas. La mayoría prefirió el anonimato para hablar sobre temas sensibles.
“En esta ocasión, el movimiento sadrista está diseñando estrategias más robustas que en el pasado para obtener un mayor número de escaños y así formar un gobierno mayoritario”, comentó un antiguo legislador sadrista, aunque todavía no se ha decidido oficialmente presentarse a las elecciones.
Sadr resultó vencedor en las elecciones de 2021, pero instruyó a sus legisladores a renunciar y posteriormente anunció su retirada definitiva de la política al año siguiente, después de que partidos chiítas rivales bloquearan su intento de establecer un gobierno mayoritario con partidos kurdos y suníes.
Desde la invasión liderada por Estados Unidos en 2003, Sadr ha sido una figura predominante en Irak, posicionándose como un nacionalista que ha criticado la influencia de Irán y de Estados Unidos en el país.
Irán ve la participación de Sadr en la política como vital para la preservación del sistema político iraquí de mayoría chiíta a largo plazo, aunque rechaza sus ambiciones de convertirse en la fuerza dominante.
Por otro lado, Estados Unidos, que enfrentó a las fuerzas de Sadr cuando este declaró una guerra santa en 2004, lo considera tanto una amenaza para la estabilidad frágil de Irak como un contrapeso necesario frente a la influencia iraní.
Muchos ciudadanos iraquíes sienten que han perdido independientemente de quién gobierne, mientras las élites continúan desviando la riqueza petrolera del país.
Asentimiento islamista
Desde marzo, Moqtada al-Sadr ha vuelto a capturar la atención pública. Comenzó con una reunión poco común con el gran ayatolá Ali al-Sistani, un respetado líder religioso chií, venerado por millones y crucial en la resolución de violentos conflictos chiítas en 2022, poco antes de que Sadr se retirara de la escena política.
Esta interacción del 18 de marzo, que es inusual dado que Sistani generalmente se abstiene de encuentros políticos, ha sido interpretada por algunos miembros del movimiento de Sadr como un aval tácito, según seis de ellos.
Un líder islamista cercano a Sistani mencionó que Sadr exploró la posibilidad de reincorporarse a la política y al parlamento en esa reunión, la cual concluyó con resultados positivos. No obstante, no se obtuvo respuesta de la oficina de Sistani al ser consultada al respecto.
Poco después de este encuentro, Sadr convocó a sus legisladores, que habían renunciado en 2021, para reagruparse y reactivar su base política. En un cambio estratégico, rebautizó su organización como Movimiento Nacional Chiíta, marcando un distanciamiento de las facciones chiítas que considera poco patrióticas y demasiado influenciadas por Irán, y buscó movilizar a sus seguidores a lo largo de líneas sectarias, según una fuente cercana a Sadr.
Mientras algunos analistas anticipan posibles disturbios si Sadr vuelve al primer plano político, otros creen que podría retornar de forma menos hostil, dadas las derrotas sufridas por sus fuerzas y el éxito relativo del actual gobierno de Bagdad, que ha mantenido un equilibrio en las relaciones entre Irán y Estados Unidos. Hamzeh Haddad, un analista iraquí, sugiere que, aunque la presencia de múltiples grupos armados en el poder aumenta el riesgo de inestabilidad, los sadristas podrían retornar con una postura menos confrontativa.
Un alto líder sadrista expresó la posibilidad de formar alianzas con algunas facciones chiítas gobernantes, como el popular primer ministro Mohammed Shia al-Sudani, mientras se distancia de otros rivales, como Qais Al-Khazaali, líder del influyente grupo político y militar Asaib Ahl al-Haq, respaldado por Irán.
En Ciudad Sadr, un bastión de apoyo en el este de Bagdad, los seguidores de Sadr esperan con anticipación su regreso, esperando que esto se traduzca en mejoras en empleo y servicios. “Esta ciudad apoya a Sadr y no creo que nos olvide después de todos los sacrificios que hemos hecho por él”, comentó Taleb Muhawi, un padre de tres esperando noticias sobre un empleo gubernamental, añadiendo que espera cambios significativos con el retorno de Sadr.