MADRID, España (AP) – España ha exhumado los restos del dictador español Francisco Franco desde su grandioso mausoleo en las afueras de Madrid y los ha llevado en helicóptero para volver a enterrarlos en una pequeña cripta familiar al norte de la capital.
La operación de puertas cerradas ordenada por el gobierno el jueves satisface el deseo de muchos en España que consideraban el vanaglorioso mausoleo que Franco construyó como una afrenta a las decenas de miles de personas que murieron en la Guerra Civil española y su posterior régimen, así como a la posición de España como un Estado democrático moderno.
Después de que su ataúd fue extraído de las losas de mármol y de dos toneladas de granito, se rezó una breve oración en respuesta a una petición de la familia de Franco antes de que el ataúd comenzara su viaje a su nuevo lugar de descanso a 57 kilómetros de distancia.
El primer ministro socialista interino de España, Pedro Sánchez, dijo que la exhumación “pone fin a una afrenta moral que es la exaltación del dictador en un lugar público” y que ahora era necesario iniciar el proceso de identificación de los miles de víctimas franquistas que también fueron enterrados en el mausoleo.
“Es una infamia que debe ser reparada”, dijo.
El cuerpo del dictador fue sacado del mausoleo y llevado en helicóptero al cementerio de Mingorrubio donde está enterrada su esposa. El helicóptero llegó a una zona militar cercana y el ataúd fue colocado en un coche fúnebre para ser trasladado a corta distancia del cementerio para el entierro.
En un intento por garantizar la privacidad y evitar que la operación de exhumación fuera filmada y publicada en los medios de comunicación social, el gobierno prohibió las cámaras y los teléfonos móviles entre los 22 miembros de la familia Franco, las autoridades gubernamentales y los trabajadores autorizados a entrar en el mausoleo.
Temiendo disturbios, el gobierno prohibió una manifestación contra la exhumación de los partidarios de Franco en el cementerio de Mingorrubio, aunque unas 500 personas, algunas ondeando banderas y símbolos de la era franquista y cantando “Viva Franco”, se reunieron cerca del cementerio mientras la policía miraba. Gritaron insultos contra Sánchez cuando llegó el helicóptero.
Macarena Martínez Bordiu, pariente lejana del dictador, dijo que se sentía “indignada” por lo que estaba ocurriendo y acusó al gobierno de “profanar una tumba”.
La exhumación y el entierro no pondrán fin al legado de Franco en el escenario político español, ya que se celebra a pocas semanas de las elecciones generales del 10 de noviembre.
Franco gobernó España entre 1939 y 1975, después de que él y otros oficiales dirigieran una insurrección militar contra el gobierno democrático español en 1936, un movimiento que inició una guerra civil de tres años.
Católico incondicional, veía la guerra y la dictadura como una especie de cruzada religiosa contra las tendencias anarquistas, izquierdistas y seculares en España. Su gobierno autoritario, junto con una Iglesia Católica profundamente conservadora, aseguró que España permaneciera virtualmente aislada de los desarrollos políticos, industriales y culturales en Europa durante casi cuatro décadas.
El país volvió a la democracia tres años después de su muerte, pero su legado y su lugar en la historia política española aún despierta rencor y pasión.
Durante muchos años, miles de personas conmemoraron el aniversario de su muerte, el 20 de noviembre de 1975, en la céntrica explanada de la Plaza de Oriente de Madrid y en el Valle del Mausoleo Caído, a las afueras de la capital. Y aunque la popularidad del dictador ha disminuido enormemente, la exhumación ha sido criticada por los familiares de Franco, los tres principales partidos de derecha españoles y algunos miembros de la Iglesia Católica por abrir viejas heridas políticas.
La exhumación fue finalmente autorizada por el Tribunal Supremo en septiembre, cuando éste desestimó una orden judicial de meses de duración de la familia de Franco para detenerla.
La exhumación surgió de las enmiendas a una Ley de Memoria Histórica de 2007 aprobada por el gobierno de Zapatero con el objetivo de buscar reparación para las aproximadamente 100.000 víctimas de la guerra civil y de la época franquista que están enterradas en tumbas sin marcar, entre ellas miles en el Valle de los Caídos. La legislación prohibía tener los restos de Franco en un lugar público que lo exaltaba como figura política.
Al no haber podido seguir adelante con la exhumación el año pasado, Sánchez quería que la exhumación y el nuevo entierro se completaran antes de las elecciones del 10 de noviembre, una medida que, según los partidos de la oposición, huele a electoralismo.