El gobierno libanés ordenó retirar símbolos de Hezbolá en Beirut, mientras crecen llamados internos y externos para su desarme total.
Soldados retiran símbolos de Hezbolá en áreas clave de Beirut
En los últimos días, el Ejército del Líbano ha retirado numerosas pancartas con imágenes de figuras de Hezbolá e Irán en diversos puntos de Beirut. Varias de estas fueron reemplazadas por mensajes que promueven una “nueva era” para el país. Las acciones se realizaron principalmente en la carretera que conecta con el aeropuerto internacional de la capital.
Las imágenes publicadas en redes sociales muestran a militares retirando banderas y carteles con retratos de Hassan Nasrallah, exlíder de Hezbolá asesinado por Israel el año pasado, y de Hashem Safi al-Din. En lugar de los lemas de confrontación como “Continuaremos atacando”, ahora se muestran mensajes que aluden a un nuevo comienzo nacional.
Un letrero con la imagen de Qassem Soleimani, exjefe de la Fuerza Quds de Irán muerto en 2020, también fue reemplazado por un cartel con el mismo lema renovador. Este cambio se inscribe dentro de una intervención dirigida por el Ministerio del Interior, aunque el gobierno no ha emitido una declaración oficial al respecto.
El primer ministro Nawaf Salam confirmó el inicio de un proyecto para rehabilitar la vía entre el aeropuerto y el centro de Beirut, sin hacer alusión directa a la eliminación de símbolos de Hezbolá. La decisión ha generado debate en el país.
Reacciones divididas ante la eliminación de propaganda de Hezbolá
Algunos sectores han expresado su aprobación. Un ciudadano declaró al canal Al-Hadath que la avenida del aeropuerto “es el rostro de la nación” y que los visitantes deben ver una imagen positiva del país. El periodista Tarek Abu Zaynab escribió en X que estos cambios reflejan un camino renovado para el Líbano.
En contraste, otros sectores han reaccionado con hostilidad. El 13 de abril, se difundieron imágenes que muestran la quema de varios de los nuevos carteles, en un aparente acto de protesta de seguidores de Hezbolá. Las autoridades no han atribuido oficialmente responsabilidades.
Datos clave sobre el desarme de Hezbolá en el Líbano
- El ministro del Interior, Ahmad al-Hajjar, habría dado la orden de retirar los símbolos.
- Hezbolá aún posee decenas de miles de combatientes armados según EE. UU. e Israel.
- La campaña se enmarca en una creciente presión por desarmar al grupo.
- El presidente Joseph Aoun declaró que solo el Estado debe portar armas en 2025.
- EE. UU. ha advertido que no habrá ayuda si el Estado no controla todas las armas.
Se desconoce si la remoción de símbolos ha alcanzado zonas como Dahiyeh, bastión de Hezbolá en el sur de Beirut. En esa zona, el grupo mantiene una fuerte presencia militar y política. Las autoridades tampoco han aclarado si los operativos continuarán allí.
El presidente Joseph Aoun ha afirmado que está decidido a que el año 2025 sea aquel en que solo el Estado tenga control de las armas. Insistió en que Hezbolá debe ser desarmado y rechazó cualquier integración del grupo como una fuerza paralela dentro del Ejército Nacional.
Por su parte, el primer ministro Nawaf Salam declaró que el lema “El Pueblo, el Ejército y la Resistencia” ya no representa la visión del país. Señaló que solo el Estado decidirá sobre cuestiones de guerra y paz. Ambos funcionarios fueron nombrados recientemente, pese a la oposición de Hezbolá.
Presión internacional y operativos militares contra Hezbolá
En paralelo, el Ejército libanés ha comenzado a desmantelar infraestructura militar de Hezbolá al sur del río Litani. Esta zona está sujeta a restricciones de actividad militar bajo un acuerdo de alto el fuego con Israel. Según reportes de enero, las fuerzas libanesas ya tomaron control de un antiguo emplazamiento subterráneo del grupo.
Además, el canal Al-Hadath informó que cerca de 400 comandantes de campo de Hezbolá y sus familias huyeron del Líbano hacia América del Sur. Las razones atribuidas serían temores ante vigilancia y posibles represalias en medio del actual contexto.
Desde el exterior, la presión también ha aumentado. Morgan Ortagus, enviada adjunta de EE. UU. para Oriente Medio, visitó dos veces el país en meses recientes y calificó a Hezbolá como “un cáncer”. Afirmó que se debe extirpar toda parte del “cuerpo” libanés infectado por el grupo.
Tras su visita, la ministra de Relaciones Exteriores indicó que Estados Unidos condicionó la ayuda internacional a que el Estado libanés tenga control exclusivo del armamento en el país. Este mensaje se ha reiterado en diversas plataformas diplomáticas.
Hezbolá mantiene influencia política y estructura social propia
#Lebanon: The Beirut City Council has begun removing #Hezbollah flags, Amal movement flags, and posters that were displayed in public areas in Beirut. pic.twitter.com/tf50ERfL3d
— Dr. Fundji Benedict (@Fundji3) April 15, 2025
Pese a estas acciones, Hezbolá sigue presente en la vida política del Líbano. A través de su alianza con Nabih Berri, presidente del Parlamento y líder del Movimiento Amal, el grupo conserva acceso al poder legislativo. Berri se perfila como el facilitador de futuras negociaciones sobre el arsenal de Hezbolá.
En el ámbito social, Hezbolá gestiona escuelas, clínicas y servicios financieros que consolidan su apoyo popular, particularmente entre comunidades chiíes. Esta estructura paralela ha dificultado los esfuerzos por reducir su presencia en el país.
El grupo aún controla una quinta parte del actual gobierno libanés, aunque ha perdido representación frente al gabinete anterior. Esta participación le permite influir en decisiones políticas clave y obstaculizar reformas orientadas a su desarme.
Si bien los líderes libaneses y sus aliados internacionales insisten en la necesidad de que Hezbolá entregue sus armas, el consenso político en el país sostiene que el proceso debe ser gradual y mediante diálogo. Existe un temor generalizado a que un enfoque violento provoque una nueva guerra civil.
Diálogo, no confrontación, marca la estrategia oficial libanesa
En declaraciones al medio Al-Araby Al-Jadeed el 16 de abril, el presidente Aoun reiteró que no pretende provocar un conflicto interno. Aseguró que la prioridad es evitar una escalada que reactive la violencia sectaria. Sus palabras reflejan la fragilidad del equilibrio nacional tras décadas de enfrentamientos internos.
El énfasis en el diálogo responde a una combinación de cálculos estratégicos y realismo político. Las autoridades reconocen que desmantelar a Hezbolá requerirá tiempo y no puede imponerse por la fuerza sin arriesgar estabilidad.
Aunque se observa una transición simbólica en el discurso político y el espacio público, la influencia arraigada del grupo en la sociedad y las estructuras del Estado plantea desafíos complejos. Su retirada de las calles no implica un debilitamiento inmediato de su poder interno.
El futuro del país sigue envuelto en incertidumbre. Si bien los recientes acontecimientos indican una voluntad de transformación, el desarme de Hezbolá continúa siendo una de las tareas más delicadas que enfrenta el Líbano en su intento de recuperar el control estatal total.