Si el régimen del ilegítimo presidente venezolano Nicolás Maduro cae, Vladimir Putin tendrá que descartar otra costosa apuesta geopolítica. Pero no esperen que Moscú deje de hacer ese tipo de apuestas en su esfuerzo por contrarrestar la influencia de Estados Unidos en todo el globo.
Rusia es el principal patrocinador de Venezuela después de China. Los datos sobre la financiación de estos países a Venezuela son escasos, pero la inversión de China se ha calculado en hasta US$ 70.000 millones, la mayoría de los cuales se pagan con petróleo. Rusia y sus compañías estatales han inyectado más de US$ 17.000 millones en los últimos 20 años. El presidente Putin prometió los últimos US$ 6.000 millones, más 600.000 toneladas de granos, en diciembre.
Muchos de los préstamos y la inversión rusos han sido canalizados a través de Rosneft, el gigante estatal del petróleo y el gas manejado por el aliado de Putin, Igor Sechin. De acuerdo con su más reciente informe anual disponible, Rosneft vendió US$ 2.500 millones en petróleo producido por la estatal petrolera venezolana PDVSA para finales del 2017.
Aunque Venezuela no ha pagado rápidamente sus deudas con petróleo, Rusia, en general, no ha tenido problema con eso, ya que espera recibir licencias para la extracción de petróleo y gas potencialmente lucrativas. Tiene grandes participaciones minoritarias en cinco empresas conjuntas con PDVSA. Produjeron 59 millones de barriles de crudo en el 2017, más del 8% de la producción anual venezolana.
«Nunca dejaremos que nadie nos saque de aquí», dijo Sechin una vez respecto a los planes de Rosneft para el país.
Sin embargo, eso podría ser simplemente una ilusión. Cuando Estados Unidos derrocó a Sadam Hussein, la importante Lukoil, de Rusia, perdió su licencia para operar en el campo iraquí de West Qurna. Apenas pudo regresar en el 2009, como parte de un consorcio con Statoil, de Noruega, y solo luego de que Rusia aceptara perdonar una buena parte de la deuda del Gobierno iraquí.
La caída del régimen de Gadafi en Libia hundió proyectos en los que las compañías rusas Gazprom y Taftneft habían invertido US$ 1,000 millones, así como un ferrocarril de alta velocidad en el que estaba trabajando la estatal Ferrocarriles de Rusia. Las conversaciones con las autoridades libias para revivir los proyectos continúan.
Si Maduro cae y el Gobierno respaldado por Estados Unidos toma su lugar, es muy probable que los proyectos rusos se suspendan y que Venezuela no pague sus deudas. Eso explica la reacción de Moscú ante el reconocimiento del presidente Donald Trump al líder de la oposición, Juan Guidó, como presidente del país.
Occidente se ha empeñado en un «cambio de régimen activo», escribió en Facebook la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, María Zakharova. El secretario de prensa de Putin, Dmitry Peskov, habló de un «intento de usurpación del poder supremo».
Todavía no hay nada decidido. Los militares venezolanos, quienes tienen una fuerte relación con su contraparte rusa, aún parecen respaldar a Maduro, pero este no puede aspirar a mantenerse en el poder en medio del caos económico, la hiperinflación y la hambruna creciente.
El Gobierno ruso ha incluso sugerido un plan de recuperación económica para los venezolanos, el cual exige detener la impresión irresponsable de dinero, aprobar reformas tributarias y crear un tipo de ingresos mínimos básicos. Pero puede que ya sea tarde para eso: ninguna cantidad de represión puede prolongar el sufrimiento a esta escala.
Entonces, ¿por qué Putin sigue escogiendo tan mal a sus amigos? A pesar del fiasco en Líbano y los US$ 3,000 millones desperdiciados apoyando al presidente ucraniano Viktor Yanukovych en sus últimos meses de Gobierno fallido, ¿por qué Moscú sigue apoyando a Maduro, y a otros como él?
Este mes, el presidente de Zimbabue, Emmerson Mnangagwa, visitó Moscú en busca de préstamos y ofreciendo concesiones de recursos, precisamente mientras su gente se manifestaba por un incremento de 150% en los precios del combustible.
En Sudán –un país donde Ferrocarriles de Rusia está negociando un acuerdo para modernizar los ferrocarriles locales y la estatal Rosatom tiene un contrato para construir una planta nuclear– semanas de protestas contra las dificultades económicas han desestabilizado el régimen del presidente Omar al-Bashir.
La lógica de la política exterior de Putin de resistir la influencia de Estados Unidos donde pueda lo obliga a apoyar estos regímenes crueles y despreciados. Pero la verdadera inversión de Putin no es en petróleo, ferrocarriles o energía nuclear, sino en apoyo a cualquier mandatario que se resista a la expansión occidental.
A diferencia de China, para quien incluso el gasto motivado por política es una forma de obtener influencia económica, y retornos de inversión, el gasto de Putin se basa principalmente en la geopolítica al estilo soviético, aunque se estructure como un acuerdo comercial capitalista.
En Venezuela, sin embargo, el interés económico puede ser más fuerte que en muchos otros lugares. Aunque en la actualidad el país no puede producir mucho petróleo por los enormes errores de gestión del Gobierno, tiene las reservas de crudo más grandes del mundo. A Rusia, con apenas un tercio de esas reservas comprobadas, la perseverancia en Venezuela le ayuda a garantizar una participación en el mercado petrolero, mientras haya demanda.
Si Maduro pierde, será una derrota dolorosa para Putin, pero no dejará de financiar a los demás Maduros del mundo a expensas de los contribuyentes rusos. Si el presidente de Venezuela logra aferrarse al poder, Putin quedará convencido de que ese tipo de inversión paga.