Rusia ha emitido una amenaza apenas velada contra Bielorrusia por la detención de treinta y tres mercenarios rusos que fueron arrestados a punta de pistola cerca de la capital, Minsk, la semana pasada.
Dmitry Medvedev, el jefe adjunto del Consejo de Seguridad de Rusia, dijo que el incidente podría tener graves consecuencias para las relaciones bilaterales.
Sus declaraciones se produjeron pocos días antes de que Bielorrusia celebre unas cruciales elecciones presidenciales en las que el presidente de larga data Alyaksandr Lukashenka pretende prolongar sus 26 años en el cargo.
Medvedev dijo que los dirigentes de Bielorrusia habían convertido los lazos bilaterales en “un pequeño cambio en la campaña electoral”.
“No solo es ofensivo, es muy triste”, dijo Medvedev, que anteriormente fue presidente y primer ministro de Rusia. “Y también traerá tristes consecuencias”.
El arresto de los mercenarios, y las circunstancias de su presencia en Bielorrusia, ha aumentado las tensiones en el período previo a la votación presidencial del 9 de agosto.
Lukashenka se enfrenta a uno de los más graves desafíos a su mandato, con masas de bielorrusos que asisten a mítines de campaña organizados por sus contrincantes.
Las autoridades bielorrusas han acusado a los rusos detenidos de conspirar para provocar disturbios. Rusia ha exigido su liberación, diciendo que solo estaban en Bielorrusia porque perdieron un vuelo de conexión a otro país.
En un discurso el 4 de agosto, Lukashenka arremetió contra los mercenarios rusos, sugiriendo que estaban planeando una “revolución de color” en Bielorrusia, en referencia a los disturbios populares que han sacudido a Georgia, Ucrania y Kirguizistán en las últimas dos décadas.
Se informa que los rusos fueron empleados por una empresa militar privada propiedad de Yevgeny Prigozhin, un empresario vinculado al Kremlin que ha sido acusado en los Estados Unidos por entrometerse en las elecciones presidenciales de 2016.