El primer ministro de Noruega informó que contactó al senador estadounidense Lindsey Graham para resolver una disputa sobre la venta de acciones del fondo soberano en Caterpillar por razones éticas. Este fondo, el mayor del mundo con dos billones de dólares, se desprendió de la empresa debido a suministros a Israel de excavadoras usadas en Gaza y Judea y Samaria. Caterpillar evitó comentarios al respecto.
Graham, aliado de Donald Trump, advirtió que Noruega reconsiderara la acción o enfrentara aranceles comerciales o restricciones de viaje para administradores del fondo. Publicó en X que la decisión castigaba a una firma estadounidense porque Israel utilizaba sus productos, lo que resultó ofensivo. Instó a revertir esa elección miope. El fondo mantenía más de un billón de dólares en activos estadounidenses al 30 de junio, distribuidos en acciones, bonos y propiedades.
La administración de activos mantuvo independencia del gobierno, con decisiones de desinversión adoptadas por la junta del banco central que operaba el fondo. La salida de Caterpillar siguió recomendaciones del Consejo de Ética, entidad pública del Ministerio de Finanzas que verificó cumplimiento de normas éticas parlamentarias. El secretario de Estado Kristoffer Thoner confirmó que el primer ministro Jonas Gahr Stoere envió un mensaje de texto a Graham sobre la estructura del fondo de pensiones.
Thoner explicó que la exclusión de empresas correspondió a una resolución autónoma de la junta directiva del Norges Bank, conforme al marco establecido. Aclaró que no representó una medida política. Graham recibió el mensaje, según Thoner. La oficina de Graham omitió respuestas inmediatas a solicitudes de comentarios. El fondo noruego, financiado por ingresos de petróleo y gas, invirtió en 8.400 empresas que representaron el 1,5% de acciones globales cotizadas.
Comentaristas noruegos cuestionaron riesgos para activos estadounidenses del fondo ante incertidumbres en políticas económicas de Trump, como posibles incautaciones o intercambios forzosos de deuda. Nicolai Tangen, CEO del fondo, respondió en abril que descartó amenazas creíbles de confiscación de bienes. La controversia resaltó tensiones entre ética inversora y relaciones internacionales, con Noruega priorizando principios parlamentarios en gestión de riqueza soberana.