Las autoridades rusas detuvieron este fin de semana a cientos de manifestantes en Moscú cuando el régimen de Vladimir Putin intentó silenciar sus llamamientos a unas elecciones justas. Putin no está abusando de su fuerza, sino que está siendo traicionado por su debilidad.
Las protestas comenzaron el mes pasado después de que una comisión electoral impidiera que varios candidatos de la oposición se presentaran a la Duma de Moscú. El partido Rusia Unida de Putin controla ese organismo, aunque los críticos podrían haberlo avergonzado con ganancias significativas en las elecciones del próximo mes.
Aunque decenas de miles de manifestantes han salido a las calles en las últimas semanas, Putin también ha hablado en contra de uno de los disidentes más destacados del país. El mes pasado, Alexei Navalny fue arrestado por incitar a protestar y podría haber sido envenenado durante su arresto.
El sábado, el Gobierno anunció que estaba investigando a la organización anticorrupción de Navalny por el blanqueo de capitales, aunque no hay razón para creer que se trate de una investigación legítima. El Kremlin sabe que la lucha contra la corrupción ha resonado en los rusos comunes y corrientes, que han visto a sus líderes enriquecerse de poder. Otros líderes de la oposición y organizadores de protestas también han sido arrestados.
El desacuerdo con el régimen de Putin siempre ha sido más fuerte en los centros urbanos del país. Pero el año pasado, incluso algunas regiones tradicionalmente solidarias empezaron a hervir en contra de Putin debido a la situación de la economía de Rusia.
Los ingresos reales han disminuido en cinco años, mientras que se espera que el crecimiento del producto interno bruto sea ligeramente superior al 1% este año. El reciente aumento de dos puntos del impuesto sobre el valor añadido ha ejercido una presión adicional sobre los ya de por sí limitados presupuestos familiares. La impopular pero necesaria decisión de Putin de elevar la edad de jubilación del país en cinco años no le ha ayudado políticamente.
Alrededor de dos tercios de la población del país dicen que Putin lo está haciendo bien, pero esta es su tasa de aprobación más baja en los últimos años. El riesgo ahora es que elija un nuevo frente en el Báltico o quizás una escalada en el mar de Azov para distraer de los problemas internos. Putin recibió casi el 90% de la aprobación después de sus aventuras militares en Georgia (2008) y Ucrania (2014).
Putin puede estar aún más inclinado a actuar, ya que algunos en EE.UU. y Europa están perdiendo la paciencia con la estrategia de aislamiento a largo plazo de Rusia. En lugar de ceder, Occidente debe dejar claro que cualquier escalada en el extranjero será combatida y conducirá a sanciones económicas más duras.