En su declaración del pasado mes de enero, en la que conmemoraba el bicentenario de la primera expedición antártica rusa, el presidente Vladimir Putin expresó su admiración por “las generaciones de rusos que han dedicado sus vidas al estudio de la Antártida”. Reconoció la “enorme contribución” de la ciencia rusa en la exploración del continente más meridional del mundo, subrayando el papel mesiánico de Rusia, que consiste en “servir el bien de toda la humanidad”. Posteriormente, el vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, (ex primer ministro) Dmitry Medvedev, declaró que Rusia es un actor principal en la investigación y exploración de la Antártida, así como una potencia con intereses estratégicos propios, “dispuesta a construir asociaciones equitativas con todas las partes involucradas [en la región polar meridional]”. En cierta medida, este pronunciamiento podría significar la disposición de Rusia a desafiar el statu quo existente y podría servir como un primer paso hacia la elaboración de una estrategia antártica más asertiva o agresiva. A diferencia del documento que describe las políticas de Rusia hacia el Polo Sur, que fue adoptado en 2010, la nueva estrategia -cuyos primeros esbozos podemos ver ahora- podría ser de naturaleza más inclusiva y tomar en consideración la realidad rápidamente cambiante tanto en el continente como fuera de él.
El creciente interés de Rusia en la Antártida se basa en el hecho de que el Sistema del Tratado Antártico de 1959 expira en 2048. Según la ATS, el continente tiene la condición de zona totalmente desmilitarizada y no nuclear; asimismo, se prohíbe allí cualquier tipo de contaminación y/o extracción de recursos naturales. Además, todos los países que renunciaron a sus reclamaciones en el continente tienen prohibido todo tipo de acciones/actividades allí. El Tratado divide a los países con ambiciones antárticas en tres grupos principales:
- Reclamantes previos al Tratado (PTC)-Australia, Argentina, Reino Unido, Nueva Zelanda, Noruega, Francia y Chile.
- Reclamantes reservados (RC)-Perú, la Unión Soviética/Rusia, los Estados Unidos, la República de Sudáfrica (RSA).
- No reclamantes (NC), entre los cuales el jugador más poderoso es China.
Como señaló la consultora en derecho internacional Jill Barrett, mientras el ETA siga en vigor, “los Estados reclamantes guardan sus reclamaciones en una caja […] con tapa”. Entre ellos, China y Rusia esperan con particular entusiasmo el año 2048. La Antártida está atrayendo a los jugadores más ambiciosos del mundo por varias razones:
- Recursos minerales, incluyendo carbón, hierro, cobre, zinc, níquel, cromo, uranio y oro.
- Hidrocarburos, con reservas probadas en el Mar de Ross (dentro del Océano Austral que rodea la Antártida) que representan por sí solas 50.000 millones de barriles de petróleo y más de 100 billones de metros cúbicos de gas natural.
- Recursos marinos y biológicos (la Antártida tiene más del 80 por ciento de las reservas mundiales de agua potable).
- Investigación científica natural (instrumental para el seguimiento/entendimiento del cambio climático) y la investigación del espacio.
Al hablar del papel y las ambiciones de Rusia en la Antártida, es preciso subrayar un aspecto particular: el arraigado sentimiento de las elites políticas rusas de que su país está injustamente marginado desde hace décadas. Rusia (y la Unión Soviética antes que ella) se
considera a sí misma como una pionera de primer orden en el continente, pero que no supo capitalizar sus descubrimientos geográficos, y que posteriormente fue marginada por actores más inteligentes. Históricamente, tanto la Unión Soviética como Rusia han resentido perpetuamente las posiciones de liderazgo de los jugadores occidentales en la Antártida, considerándola una zona de intereses especiales soviéticos/rusos. Esa retórica sigue dominando el discurso de la corriente principal de Rusia. Por ejemplo, Konstantin Strelbitsky (uno de los historiadores navales más destacados de Rusia) afirmó que “la Antártida es el continente del liderazgo de Rusia. Fue descubierta por la marina rusa y ha sido explorada activamente por los científicos rusos, a partir de mediados del siglo XX”. Esta misma lógica es visible en las reflexiones del jefe del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, quien declaró a principios de este año que la Antártida desempeña un papel esencial para la diplomacia rusa, ya que “nos ayuda a transferir nuestros conocimientos y experiencia, a demostrar nuestros logros, fortaleciendo así el prestigio de Rusia en todo el mundo”. En otras palabras, aparte de los factores geopolíticos y geoeconómicos, los dirigentes rusos consideran que el continente perpetuamente cubierto de hielo (y su exploración) es parte integrante del “poder blando” de Rusia, tanto ahora como en el futuro.
Dicho esto, Rusia se enfrenta a dos retos primordiales y duraderos para alcanzar sus objetivos para la Antártida. En primer lugar, durante décadas el país ha estado financiando insuficientemente y perdiendo gradualmente su liderazgo en lo que respecta a la investigación y la exploración en general. Como declaró uno de los principales exploradores del Alto Norte y de la región ártica, el héroe de la Unión Soviética (y de Rusia) Artur Chilingarov, las instalaciones de investigación polar rusas están en crisis y requieren “reformas inmediatas y profundas”. Señaló que había visitado instalaciones antárticas extranjeras en varias ocasiones y “esta comparación no nos favorece [a Rusia]”, ni en términos de sofisticación tecnológica ni en otros aspectos. Chilingarov advirtió que, si Rusia quiere permanecer entre los principales actores del continente, se requieren algunos esfuerzos serios (y costosos).
En segundo lugar, Rusia se enfrenta a una competencia extranjera cada vez mayor, y las medidas adoptadas en los últimos años por China y la India suscitan especial preocupación en Moscú. Fuentes rusas afirman -con gran aprensión- que, a pesar de ser un “participante tardío” (la estación científica de Zhongshan en Larsemann Hills no se construyó hasta 1989), China ya ha hecho enormes progresos en la investigación y exploración de la Antártida, como lo demuestran (simbólicamente) numerosos topónimos chinos para zonas o características de todo el continente. Fuentes rusas concluyen que China está decidida a convertirse con el tiempo en la principal potencia de la Antártida.
Como señaló el presidente honorario de la Sociedad Geográfica Rusa y profesor de la Academia Rusa de Ciencias, Vladimir Kotliakov, una combinación de estos dos factores – disminución de los recursos y creciente competencia internacional – debe ser vista como un serio desafío para los intereses rusos en la masa continental más austral del mundo. También afirmó que las estaciones locales, cuyo propósito inicial estaba relacionado con la investigación científica, se están convirtiendo en herramientas de la geopolítica, lo que podría convertirse en un desafío en el futuro.
Con el fin del ETA en las próximas tres décadas, la lucha internacional por la Antártida está destinada a intensificarse. Y durante este tiempo, se puede esperar que Rusia agudice progresivamente la articulación de sus reclamos al continente congelado.