Residentes de los 50 estados han recibido paquetes de semillas, enviados sin solicitar de China. Muchos de los paquetes, enviados a través del sistema postal estatal chino, fueron etiquetados erróneamente como “joyas” a efectos de la Aduana de los Estados Unidos.
“No las planten”, han advertido los funcionarios de todos los estados.
“Podrían ser invasivas, lo que significa que pueden tener el potencial de introducir enfermedades en las plantas locales, o podrían ser perjudiciales para el ganado”, señaló el Departamento de Agricultura de Montana en una declaración el lunes, refiriéndose a las semillas chinas. “Trátenlas como si fueran radioactivas, como si fueran Kriptonita”, afirmó el Comisionado de Agricultura de Texas Sid Miller.
Los funcionarios de la administración Trump ahora necesitan hacer una pregunta: ¿Son las semillas un ataque de guerra biológica contra los Estados Unidos?
China se adhirió a la Convención sobre Armas Biológicas y Tóxicas en 1984, pero es casi seguro que hoy en día está violando sus obligaciones.
El informe más reciente del Departamento de Estado al Congreso sobre el cumplimiento mundial de los tratados de control de armas, hecho público el 23 de junio, sostiene que China poseía un “programa de guerra biológica ofensiva desde principios de los años 50 hasta por lo menos finales de los 80”. El informe afirma que “no hay información disponible” que demuestre que Pekín cumplió con las obligaciones del tratado de “destruir o desviar a fines pacíficos” su programa.
Además, hoy en día es casi seguro que China está llevando a cabo investigaciones sobre armas biológicas en violación de sus obligaciones. “Los Estados Unidos tienen preocupaciones de cumplimiento con respecto a la investigación y el desarrollo de toxinas de las instituciones médicas militares chinas debido a las posibles aplicaciones de doble uso y su potencial como amenaza biológica”, señala el informe del Departamento de Estado.
Tal vez lo más inquietante sea que Pekín está dirigiendo sus esfuerzos a determinados segmentos de la humanidad. Como señaló un “alto funcionario de la administración Trump” en mayo al Washington Times sobre el programa chino, “Estamos buscando posibles experimentos biológicos en minorías étnicas”. China, inspirándose en el Tercer Reich, está diseñando tanto patógenos para atacar a ciertos grupos étnicos como patógenos que dejarán en paz a otros grupos.
Múltiples fuentes de inteligencia sugieren que Pekín firmó un acuerdo secreto de tres años con Islamabad para subcontratar la investigación de armas biológicas a Pakistán.
China tiene una larga historia de estudio del uso ofensivo de los virus. “Fuentes de inteligencia encontraron pruebas de dos epidemias de fiebre hemorrágica en la zona a finales de los años 80, donde estas enfermedades eran desconocidas hasta entonces”, manifestó Ken Alibek, antiguo miembro de Biopreparat, un productor de armas biológicas de la era soviética, refiriéndose a un lugar cercano a un laboratorio de biocontención. “Nuestro analista concluyó que fueron causadas por un accidente en un laboratorio donde los científicos chinos estaban armando enfermedades virales”.
El SARS, la epidemia que comenzó en el 2002 en China, también puede haber comenzado con una fuga de un “virus de combate”, como han especulado los expertos rusos. Entonces, Julie Gerberding de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos explicó que el genoma del SARS “no se parecía mucho a ninguno de los virus que ya teníamos en nuestra colección de cepas de referencia”. Algunos creen que el SARS comenzó con una mutación natural, pero, como la Organización Mundial de la Salud explicó en su momento, fue alimentado más tarde por fugas en el laboratorio.
Hoy en día, hay indicios de que la pandemia de la COVID-19 comenzó con una fuga de un laboratorio de armas biológicas. El núcleo del argumento, esbozado por Jamie Metzl en el Wall Street Journal, es que el primer brote ocurrió cerca del Instituto de Virología de Wuhan, que había estado manipulando los coronavirus para hacerlos más virulentos. Señaló que el laboratorio está situado cerca del primer brote y a cientos de kilómetros de donde se encontró la cepa más cercana del virus en un entorno natural, una cueva llena de murciélagos.
Especialmente preocupante es que, en febrero, China envió al General de División Chen Wei, descrito como “el principal experto en guerra biológica de China”, para dirigir el laboratorio de bioseguridad P-4 del Instituto Wuhan. Chen, muchos especulan, se le dio la tarea de eliminar las pruebas de una fuga o la existencia de un programa de armas.
Independientemente del origen del coronavirus, el gobernante chino Xi Jinping en diciembre y enero tomó medidas, negando falsamente el carácter contagioso de la enfermedad y presionando a los países para que no impusieran restricciones de viaje a las llegadas de China, que sabía o debería haber sabido que inevitablemente propagarían el virus más allá de las fronteras de China. En resumen, China, en efecto, lanzó un ataque biológico contra el mundo.
Atacar al mundo, específicamente a los Estados Unidos, con la enfermedad es coherente con la doctrina del Ejército Popular de Liberación de China, como se evidencia en la Guerra Sin Restricciones: El Plan Maestro de China para Destruir Estados Unidos, el libro de 1999 de dos coroneles chinos.
Además, también hay una declaración infame atribuida al General Chi Haotian. En un discurso secreto a altos funcionarios del Partido Comunista en algún momento alrededor del 2002, Chi, entonces ministro de defensa de China, declaró que había una necesidad de “nuevo espacio vital” debido al agotamiento del territorio chino existente. Chi sugirió la “colonización masiva” de la tierra ocupada por los Estados Unidos como la mejor opción.
“No somos tan tontos como para querer perecer junto con Estados Unidos usando armas nucleares”, reafirmó. La forma de “limpiar” los Estados Unidos, argumentó Chi, sería a través de ataques biológicos.
“Aunque no podemos confirmar si el general Chi dio ese discurso, las sospechas que rodean el ocultamiento de la epidemia de SARS por parte de China, más las sospechas de las conexiones entre la investigación en el Instituto de Virología de Wuhan con la pandemia mundial, solo se suman a la preocupación de larga data sobre el programa de armas biológicas de Pekín”, mencionó Richard Fisher del Centro Internacional de Evaluación y Estrategia, con sede en Virginia, a Gatestone.
Algunos piensan que los paquetes podrían ser parte de una “estafa de cepillado”, un esfuerzo para crear falsas críticas de los clientes en las plataformas de venta en línea, pero eso parece poco probable. Por un lado, no hay ninguna indicación de que estas semillas, hay diversas variedades de ellas, sean de marca o se ofrezcan a la venta.
Sin embargo, cualquiera que sea la razón de su distribución, comercial o geopolítica, las semillas pueden causar un gran daño a los Estados Unidos. “Durante cuarenta años, los chinos han utilizado tácticas poco convencionales para promover su ambicioso objetivo de derrotar a los Estados Unidos”, señaló Brandon Weichert del Informe Weichert a esta publicación. “Emplearon la guerra económica, la guerra legal, la guerra de la información y la guerra cibernética. Pekín parece que intentó la bioguerra con el novedoso coronavirus de Wuhan. Ahora, puede que estén probando su mano en la guerra ecológica”.
China por décadas ha estado ampliando el concepto de guerra, y con las misteriosas semillas puede haber habido otro ataque a los Estados Unidos.