El lunes, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Sudán anunció que retiraría a su embajador en Etiopía para realizar “consultas”, tras la supuesta ejecución de siete soldados sudaneses y un civil por parte de las fuerzas armadas etíopes.
El comunicado también indicaba que el gobierno sudanés, dirigido por el general Abdel Fattah al-Burhan, convocaría al embajador etíope para presentar una protesta oficial e interrogar al representante sobre los detalles del incidente.
La junta militar de Sudán informó inicialmente durante el fin de semana que las tropas etíopes habían capturado a los ocho sudaneses dentro de Sudán el 22 de junio, antes de llevarlos a través de la frontera con Etiopía y ejecutarlos. Al parecer, al menos una parte del incidente se produjo en la zona de Al-Fashaga, una región fronteriza en disputa que tanto Etiopía como Sudán reclaman, pero que Sudán ocupa desde 2020.
El comunicado de los militares sugiere que las fuerzas etíopes han expuesto públicamente sus cuerpos, lo que, de confirmarse, constituiría una violación de la Convención de Ginebra. Sudán prometió, sin dar más detalles, que llevaría a cabo “una respuesta adecuada” al incidente.
La relación de Sudán con la vecina Etiopía se ha deteriorado mucho en el último año, tras el lanzamiento por parte del primer ministro etíope, Abiy Ahmed, de una campaña militar contra el secesionista del norte, el Frente de Liberación Popular de Tigray, o TPLF. Aunque la campaña militar, llevada a cabo con ayuda de la vecina Eritrea, logró inicialmente capturar Mekelle, la capital tigrense, los rebeldes reconquistaron la ciudad en 2021 tras una exitosa contraofensiva. Los combates en el norte se han extendido a las regiones vecinas de Amhara y Afar, mientras que una ofensiva simultánea del Ejército de Liberación Oromo en el oeste y el sur ha obligado al gobierno a luchar en dos frentes.
A pesar de los intentos de las Naciones Unidas por mediar en un alto el fuego y un acuerdo de paz, la guerra civil se ha convertido en el conflicto armado más letal de África y ha generado una crisis migratoria regional, con cientos de miles de civiles etíopes que buscan refugio en el sur de Sudán.
Jartum, mal equipado para atender a una importante población de refugiados tras la suspensión de la ayuda internacional después del golpe militar de Burhan en octubre de 2021, ha expresado su frustración por la crisis humanitaria y ha instado a Addis Abeba a firmar la paz.
Antes de la guerra civil, persistían las tensiones geopolíticas entre ambos países a raíz de la finalización de la presa del Gran Renacimiento Etíope, o GERD, que atraviesa el río Nilo Azul y proporciona agua y energía a miles de hogares etíopes. Sudán alegó que Etiopía podría utilizar la presa para restringir el caudal del río hacia Sudán, privando a los agricultores sudaneses del agua que tanto necesitan, aunque los funcionarios etíopes han negado que Addis Abeba tenga previsto hacerlo.