El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha intensificado la presión sobre Irán y sus aliados en medio de una creciente disputa diplomática y militar. Todo comenzó con una advertencia directa a los islamistas hutíes de Yemen, respaldados por Teherán, tras ataques contra el transporte marítimo.
“Dejen de disparar a los barcos estadounidenses y nosotros dejaremos de dispararles a ustedes. De lo contrario, no hemos hecho más que empezar, y el verdadero dolor está por llegar, tanto para los hutíes como para sus patrocinadores en Irán”, afirmó Trump en Truth Social. En respuesta, las fuerzas estadounidenses incrementaron sus operaciones contra los hutíes, mientras la tensión en Medio Oriente se disparaba.
Paralelamente, Trump dirigió su atención a Irán, exigiendo un nuevo acuerdo nuclear. Envió una carta a los líderes iraníes, entregada a través de Omán, en la que instaba a Teherán a negociar para evitar un conflicto. Advirtió que, de no alcanzarse un pacto, iniciaría bombardeos de una magnitud sin precedentes.
En una entrevista con NBC News, reforzó su postura: “Si no hay acuerdo, habrá bombardeos, y serán como nunca antes se han visto”, añadiendo la posibilidad de imponer aranceles secundarios. Desde Teherán, el presidente Masoud Pezeshkian rechazó cualquier diálogo directo con Washington, argumentando una desconfianza arraigada tras la retirada unilateral de Estados Unidos del acuerdo nuclear de 2015, decisión tomada por Trump en su primer mandato.
No obstante, indicó que Irán está dispuesto a continuar con negociaciones indirectas, siguiendo una directiva del líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei.
El Ministerio de Exteriores iraní convocó al embajador suizo —representante de los intereses estadounidenses en Teherán— para registrar su rechazo oficial a las amenazas. “Cualquier agresión será respondida decisiva e inmediatamente”, afirmó un comunicado. Jamenei, por su parte, advirtió que Estados Unidos e Israel, considerados enemigos históricos de Irán, enfrentarían un “fuerte golpe” si concretan un ataque.
Subrayó que la respuesta no solo vendría del gobierno, sino también de la población, que, según él, sofocaría cualquier intento de fomentar disturbios internos, como los vistos en protestas pasadas atribuidas por Teherán a la injerencia occidental.
El portavoz iraní Esmaeil Baghaei calificó las amenazas de bombardeo como una “afrenta a la paz y la seguridad internacionales”, asegurando que Washington sería responsable de las consecuencias. “La violencia engendra violencia, la paz engendra paz”, sentenció. Desde el Parlamento, el presidente Mohammad Bagher Qalibaf elevó el tono al advertir que cualquier violación de la soberanía iraní podría desencadenar una “explosión regional”, comparándola con encender una chispa en un depósito de pólvora.
El trasfondo de esta escalada incluye el programa nuclear iraní, que ha generado alarma en Occidente tras la salida de Estados Unidos del acuerdo de 2015. Desde entonces, Irán ha superado los límites de enriquecimiento de uranio establecidos en ese pacto, acercándose a niveles que expertos consideran aptos para fines armamentísticos.
Aunque Teherán insiste en que sus intenciones son pacíficas, las acusaciones de ocultar un programa militar persisten. La ONU ha alertado sobre el aumento en la producción de uranio altamente enriquecido, mientras el asesinato del general Qassem Soleimani en 2020, ordenado por Trump, sigue alimentando la narrativa de venganza iraní.
En otro frente, Trump también arremetió contra Rusia, amenazando con sanciones al petróleo de Moscú si Vladímir Putin no colabora para detener la guerra en Ucrania. Negó, además, rumores sobre sanciones a su asesor de Seguridad Nacional, Mike Waltz, tras una filtración que lo involucró en un incidente con periodistas, defendiendo a su equipo frente a lo que calificó como “noticias falsas”.
A medida que Israel mantiene sus ofensivas contra el “Eje de la Resistencia” iraní en el contexto de la guerra en Gaza, y las fuerzas estadounidenses intensifican sus acciones en Yemen, la región se encuentra en un punto crítico.
Trump ha reconocido que recurrir a la vía militar tendría consecuencias devastadoras, pero sostiene que su ultimátum busca evitar una guerra mayor. Irán, por su parte, se mantiene firme en su rechazo a ceder ante lo que considera una política de intimidación.