En los últimos años, Turquía ha acusado a los Estados Unidos de “entrenar terroristas”, ha trabajado con el régimen venezolano antiamericano de Nicolás Maduro, ha detenido a un pastor estadounidense, ha golpeado la política del presidente Donald Trump sobre Jerusalén, ha detenido a periodistas estadounidenses y ha trabajado con Irán y Rusia.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, fue uno de los primeros en sacar provecho de las recientes protestas en los Estados Unidos. Haciendo eco de los comentarios del iraní, Mahmoud Ahmadinejad, insinuó que Turquía se opone al “orden injusto” de los Estados Unidos en el mundo. Sin embargo, el 8 de junio el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, habló con el presidente de Turquía sobre la cooperación en Libia y Siria y escuchó como Erdogan afirmó que el movimiento “Antifa” con base en el país norteamericano está vinculado a las fuerzas kurdas de izquierda en Siria, las mismas fuerzas con las que los Estados Unidos trabaja para derrotar a ISIS.
Los medios de comunicación turcos han hecho hincapié en las estrechas relaciones entre Trump y el presidente turco. Trump parece hablar con Erdogan de Turquía más que con cualquier otro líder mundial, a pesar de las constantes críticas de Turquía a los Estados Unidos y del trabajo de este mismo con los adversarios de los estadounidenses.
En diciembre del 2018, Anadolu News en Turquía informó que los Estados Unidos abandonaría Siria después de una conversación entre los presidentes. Según las notas de Anadolu news, los dos líderes también hablaron en noviembre del 2016, abril, junio, septiembre y noviembre del 2017, enero, abril, junio, octubre y diciembre del 2018, tres veces en noviembre del mismo año, dos veces en enero y luego en febrero del 2019, septiembre del 2019, 15 y 28 de febrero de 2020 y 8 de junio del presente año.
No tienen sentido las constantes conversaciones entre Erdogan y Trump, y, sin embargo, Turquía es uno de los países más hostiles a la política estadounidense en el mundo, además de que trabaja con Hamás contra Israel, un aliado clave de los Estados Unidos.
Mientras que los funcionarios turcos atacan constantemente a los Estados Unidos, culpándolos por suprimir la libertad de prensa, los funcionarios estadounidenses parecen tener órdenes de nunca responder las críticas de Turquía. El presidente turco se ha convertido en el líder extranjero con el que Trump parece hablar más de un tema. Esto, a pesar del hecho de que Turquía había amenazado a las tropas de los Estados Unidos el año pasado en Siria y le ordenó dejar Siria y abandonar a los socios de los estadounidenses que estaban luchando contra el ISIS.
En dos ocasiones, la Casa Blanca ha hablado con Erdogan y decidió revertir cinco años de operaciones exitosas en Siria y abandonar a los socios. No está claro por qué el partido gobernante de Turquía tiene tanta influencia en los niveles más altos de la actual administración.
El 3 de junio, después de que Turquía criticara a los Estados Unidos por los ataques a los periodistas durante las recientes protestas, el embajador estadounidense en Ankara salió en la televisión del gobierno turco y estuvo de acuerdo con la crítica de los Estados Unidos. La TRT de Turquía puso una imagen de la Embajada de los Estados Unidos en su país señalando que el embajador, David Satterfield, había hablado con el Director de Comunicaciones del presidente de Turquía, Fahrettin Altun, sobre el “maltrato a los periodistas” y que había acordado con los líderes turcos que “la libertad de prensa es una columna vertebral de la democracia”.
Según la Amnistía Internacional, Turquía es la principal cárcel del mundo para periodistas, pero mientras que los funcionarios turcos golpean a Estados Unidos por abusar de la libertad de prensa, los funcionarios estadounidenses en Ankara nunca critican los abusos de la prensa.
El hecho de que Turquía se dirija a Estados Unidos en el tema de la libertad de prensa es único porque los funcionarios turcos como Altun nunca critican a Irán, China o Rusia con la misma dureza con la que se dirigen a los Estados Unidos y nunca comentan duramente el trato que Irán da a los periodistas. Solo a los Estados Unidos. Sin embargo, cuando Turquía detuvo a dos periodistas más el 8 de junio no hubo ningún comentario de la embajada de los Estados Unidos sobre la “libertad de prensa”.
Turquía, que está comprando armas rusas, incluyendo los sistemas de defensa aérea S-400, está intentando vender a Washington la teoría de que se enfrentará a Rusia en Siria y Libia, incluso mientras Ankara trabaja con Rusia en patrullas conjuntas en Siria.
Por ejemplo, la misma Turquía que amenazó con invadir los puestos avanzados de los Estados Unidos en el este de Siria en octubre del 2019, obligándolos a retirarse de la frontera, es la misma Ankara que hace patrullas conjuntas con los rusos. Ankara no haría patrullas conjuntas con los estadounidenses a pesar de que estos sean aliados de la OTAN. Ankara es excepcionalmente hostil a los Estados Unidos y alegando que este apoya a los “terroristas” en Siria. Sin embargo, Ankara no es tan hostil con Rusia, que apoya al régimen de Assad en Siria.
Hay una falta de claridad en la política de estos dos países. Mientras que el Congreso estadounidense estaba indignado por la retirada en octubre del 2019, viendo a unos 200 mil kurdos que habían ayudado a los Estados Unidos a luchar contra el ISIS y obligados a huir de una invasión turca con horribles imágenes de militantes apoyados por Turquía asesinando a civiles, la Casa Blanca no había retrocedido. Incluso, los Estados Unidos lanzaron una operación secreta para matar al líder del ISIS, Abu Bakr al-Baghdad, en octubre del 2019, cuando se le encontró a poca distancia de la frontera de Turquía y se comprobó que los miembros del ISIS habían transitado por allí.
Del mismo modo, los Estados Unidos ha tenido que atacar a los afiliados de Al Qaeda en el Idlib controlado por Turquía. Esta no sería la primera vez que un aliado de los estadounidenses ha albergado a extremistas. Pakistán y Arabia Saudita fueron acusados de fomentar el extremismo antiestadounidense en los años 90 y principios de los 2000, durante la época que llevó al S-11. Arabia Saudita ha cambiado de rumbo ahora, aunque Pakistán parece seguir trabajando con los extremistas.
Cuando se trata de Ankara solo hay murmullos de crítica a la política estadounidense. El ex enviado anti-ISIS, Brett McGurk, fue crítico con el papel de Turquía, pero dejó la administración de los Estados Unidos. Un funcionario estadounidense escribió un memorándum condenando el ataque turco de octubre del 2019 en el este de Siria como limpieza étnica y crímenes de guerra. Pero otros funcionarios, encabezados por el enviado de los Estados Unidos a Siria, James Jeffrey, han apoyado constantemente la postura de Ankara.
Esto se debe en gran medida a que algunos funcionarios de la administración de Trump quieren revertir las políticas de la era de Obama y ven la asociación de su país con los combatientes anti-ISIS en el este de Siria, llamados las Fuerzas Democráticas Sirias, como una política de Obama. Entre estas voces estadounidenses están aquellos que creen que Ankara podría eventualmente ayudar a las sanciones de los Estados Unidos sobre Irán. En cambio, Turquía reabrió recientemente los controles aduaneros en la frontera con Irán y tanto Ankara como Irán apoyan a Hamás.
La relación Trump-Erdogan es la base de la actual política estadounidense. Turquía se ha beneficiado de esta relación, pero los Estados Unidos rara vez ha conseguido lo que quiere con un cambio en la retórica o política de Ankara. Debido a que la administración de Trump tiende a tomar en serio las relaciones exteriores personales, creyendo que esto es parte del “arte del trato” que Trump defiende, Ankara ha utilizado hábilmente a sus partidarios en Washington para buscar un interés personal.
En mayo del 2017, durante la primera reunión de Trump y Erdogan, la seguridad turca atacó a los manifestantes y a la policía estadounidenses cerca de la residencia del embajador turco. Hubo una tibia condena de los funcionarios estadounidenses por el asalto sin precedentes en su mismo suelo, y más tarde se desestimaron discretamente los cargos contra los guardias de seguridad presidenciales turcos en mayo del 2018. En noviembre del 2019, Erdogan volvió a Washington para reunirse con Trump.
Hoy Ankara quiere sacar provecho de las protestas de los Estados Unidos, tanto apoyándolas como tratando de fingir que los socios de los estadounidenses en Siria están vinculados a “Antifa”. De hecho, los socios de los Estados Unidos en Siria son los que han tenido más éxito en la lucha contra el ISIS.
En las últimas semanas, han estado limpiando las células del ISIS en toda Siria. Pero Ankara hará lo que sea para sabotear esos esfuerzos, para tratar de agitar el caos en el este de Siria y hacer que los Estados Unidos se vaya y hacer que los socios rusos e iraníes de Ankara puedan entrar en el este de Siria. Al mismo tiempo, Turquía está tratando de decirle a la Casa Blanca que puede enfrentarse a Rusia en Libia y en Idlib.
Con los Estados Unidos queriendo reducir su papel en Medio Oriente, la política de externalización a Ankara parece un buen negocio. Es similar al trato con Israel, que prevé que este tenga vía libre contra las amenazas de Irán en el sur de Siria, mientras que Turquía trabaja en el norte de este último. En algún lugar de la administración de los Estados Unidos existe la fantasía de que todo esto podría funcionar conjuntamente y que los intereses compartidos israelo-turcos contra Hezbolá, por ejemplo, podrían incluso construir una relación muy tóxica entre Israel, Turquía y los Estados Unidos.