DUBÁI (Emiratos Árabes Unidos) – El presidente de Irán prometió el martes vengar el asesinato del general de más alto rango del país en el tercer aniversario de su muerte, mientras el gobierno reunía a sus partidarios en señal de duelo en medio de meses de protestas antigubernamentales.
El general Qassem Soleimani, arquitecto de las actividades militares regionales de Irán, murió en un ataque de un avión no tripulado estadounidense en el vecino Irak. Los partidarios de la teocracia iraní lo consideran un icono nacional, mientras que los manifestantes han derribado vallas publicitarias y pintarrajeado otras imágenes suyas.
En una ceremonia por la muerte del general, el presidente iraní, Ebrahim Raisi, dijo que quienes están detrás de ella “deben saber que las represalias son obvias”, y añadió que “no habrá alivio para asesinos y cómplices”.
Afirmó que Soleimani había derrotado a la “hegemonía estadounidense” y lo elogió por su papel al frente de las fuerzas respaldadas por Irán contra el grupo extremista Estado Islámico. Soleimani también fue llorado en el vecino Irak junto a Abu Mahdi al-Muhandis, un líder de la milicia iraquí muerto en el mismo ataque. Las milicias respaldadas por Irán constituyen el grueso de las Fuerzas de Movilización Popular iraquíes apoyadas por el Estado.
Irán respondió al asesinato de Soleimani con el lanzamiento de una andanada de misiles contra bases estadounidenses en Irak, que causó decenas de conmociones cerebrales, pero ninguna muerte entre los soldados estadounidenses allí destacados. Las autoridades iraníes han prometido en repetidas ocasiones tomar nuevas medidas y han impuesto sanciones a las personas acusadas de participar en la operación.
El lunes, el periódico iraní Jam Jam, vinculado al Estado, publicó los nombres y fotos de 51 estadounidenses que, según dijo, habían participado en el ataque y estaban “bajo la sombra de represalias”. La lista incluía a varios altos cargos civiles y militares estadounidenses, actuales y anteriores, así como a personas que parecían ser soldados implicados en el mantenimiento de aviones en bases regionales.
Raisi acusó a Estados Unidos de librar una “guerra híbrida” contra Irán, en referencia a las protestas. Las autoridades iraníes han acusado a Estados Unidos y a otras potencias extranjeras de fomentar los últimos disturbios en el país, sin aportar pruebas.
El poder judicial iraní informó el martes de que había procesado a dos ciudadanos franceses y a un belga, sin dar más detalles. Irán retiene a varios extranjeros y ciudadanos con doble nacionalidad acusados de poner en peligro la seguridad nacional o participar en protestas. Grupos de derechos humanos acusan a Irán de negarles el debido proceso y utilizarlos como moneda de cambio con Occidente, algo que niegan las autoridades iraníes.
Las protestas, que se desencadenaron a raíz de la muerte de una joven a mediados de septiembre, detenida por la policía de moralidad iraní por violar supuestamente el estricto código islámico de vestimenta, se extendieron rápidamente por todo el país y no muestran signos de amainar.
Los manifestantes dicen estar hartos de décadas de represión social y política y piden el derrocamiento de los clérigos gobernantes. Las protestas suponen uno de los mayores desafíos a la teocracia iraní desde la revolución de 1979 que la llevó al poder.
Al menos 516 manifestantes han muerto y más de 19.000 personas han sido detenidas, según Human Rights Activists in Iran, un grupo que ha seguido de cerca los disturbios. Las autoridades iraníes no han facilitado un recuento oficial de muertos y detenidos.
A Soleimani, que dirigía la Fuerza Quds de élite de la Guardia Revolucionaria iraní, se le atribuía haber ayudado a armar, entrenar y dirigir grupos terroristas armados en toda la región, incluidas las milicias chiíes en Irak, combatientes en Siria y Yemen, el grupo terrorista libanés Hezbolá y grupos terroristas en Judea y Samaria, así como en Gaza. Estados Unidos lo considera responsable de la muerte de muchos de sus soldados en Irak. Dentro de Irán, Soleimani está estrechamente asociado a una teocracia islámica que los manifestantes consideran violenta y corrupta.