La administración Trump ha suspendido el financiamiento destinado a iniciativas prodemocráticas en Irán, decisión que los medios estatales iraníes han recibido con aprobación. Estas medidas afectan directamente a activistas y opositores de la teocracia chiíta que recibían apoyo a través de programas estadounidenses orientados a fomentar la democracia global.
Paralelamente, funcionarios iraníes han manifestado interés en iniciar conversaciones nucleares con Washington, con la intención de aliviar las sanciones recientemente reforzadas por Trump. Durante un encuentro con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el mandatario estadounidense firmó un memorando presidencial que busca reducir a cero las exportaciones petroleras iraníes bajo la política de “máxima presión económica”.
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El presidente estadounidense reafirmó su postura respecto a la capacidad nuclear de Irán. Al ser cuestionado sobre la proximidad de Teherán a poseer un arma nuclear, respondió que la situación es alarmante y que la república islámica no debe alcanzarla. No obstante, insinuó su disposición a negociar con el régimen iraní.
El recorte presupuestario ha generado inquietud entre los sectores opositores iraníes. Algunos consideran que esta decisión fortalece a los sectores más radicales del régimen, quienes ven reducida la capacidad de apoyo de Estados Unidos a los movimientos disidentes. Maryam Faraji, trabajadora de una cafetería en el norte de Teherán, expresó su preocupación por el efecto de estas medidas en los grupos que luchan por la libertad en Irán.
Los medios estatales iraníes interpretan la reducción de fondos como un cambio en la postura de Washington. La agencia de noticias IRNA destacó que esta decisión podría impactar las relaciones entre ambos países. Diarios conservadores como Hamshhari calificaron a los opositores como “contrarrevolucionarios” que esperaban la caída de la República Islámica tras la elección de Trump, pero que ahora enfrentan una realidad diferente con la eliminación del financiamiento que recibían.
Incluso el periódico reformista Hammihan comparó la situación con una “ducha fría” para los exiliados iraníes que se oponen al régimen teocrático. Desde el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní, Esmail Baghaei destacó que estos fondos no representaban ayuda humanitaria, sino pagos por servicios prestados. Además, denunció la política intervencionista de Estados Unidos, en especial bajo la administración Biden, señalando que el país norteamericano ha intentado influir en los asuntos internos de Irán a través de su apoyo financiero.
El impacto de la decisión sobre los activistas iraníes sigue siendo incierto. La mayor parte del financiamiento provenía del Fondo para la Democracia Regional del Cercano Oriente (NERD), establecido tras las protestas del Movimiento Verde en 2009. En 2024, la administración Biden solicitó 65 millones de dólares para este fondo, que en el pasado se ha utilizado para capacitar periodistas y proporcionar acceso a Internet en contextos de censura gubernamental.
El Departamento de Estado estadounidense no ha aclarado cómo la eliminación de estos recursos afectará a los beneficiarios. Durante años, el gobierno de Estados Unidos ha mantenido en secreto la identidad de quienes reciben estos fondos, alegando riesgos de represalias por parte del régimen iraní. Informes de fiscales estadounidenses indican que Irán ha dirigido operaciones de secuestro y asesinato contra opositores en el extranjero.
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Otro punto que ha llamado la atención es la actitud de Estados Unidos en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra, donde evitó críticas directas a la República Islámica. Algunos dentro del gobierno iraní interpretan esto como una señal de apertura a negociaciones por parte de Trump, quien ha mencionado en varias ocasiones la posibilidad de un acuerdo con Teherán. Incluso el líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, dejó abierta la posibilidad de diálogo con Estados Unidos, aunque recientemente advirtió sobre posibles engaños detrás de gestos diplomáticos.
El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní afirmó que aún no han percibido señales claras de disposición al diálogo por parte de Washington. Sin embargo, el gobierno iraní ha dado indicios de estar interesado en iniciar conversaciones. Masoud Pezeshkian, presidente reformista de Irán, instó a las autoridades a escuchar las demandas de la población y evitar represiones similares a las ocurridas tras la muerte de Mahsa Amini en 2022.
Durante la firma del memorando sobre Irán, Trump advirtió que cualquier intento de asesinato en su contra por parte de Teherán resultaría en la destrucción del país. No obstante, insistió en su preferencia por alcanzar un acuerdo y evitar la confrontación directa. Aseguró que el único objetivo es impedir que Irán adquiera armamento nuclear.
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A pesar de los esfuerzos por mantener abierta la vía diplomática, dentro del régimen iraní persisten sectores que rechazan cualquier negociación con Estados Unidos. La muerte del general Qassem Soleimani en un ataque con drones en 2020 sigue siendo un motivo de tensión.
El asesinato del alto mando militar ha avivado llamados a la venganza y se ha vinculado a supuestos complots para atentar contra Trump. En noviembre, el Departamento de Justicia estadounidense reveló una conspiración iraní para asesinarlo, aunque Teherán negó cualquier implicación. El régimen iraní cuenta con antecedentes de operaciones para eliminar opositores en el extranjero.
Las especulaciones sobre un posible diálogo entre ambas naciones conviven con la dura realidad de la crisis económica en Irán. Mientras políticos y analistas debaten sobre el impacto de las decisiones de Trump, millones de iraníes siguen enfrentando dificultades diarias. Gholanhossein Akbari, taxista en Teherán, expresó su escepticismo sobre el impacto real de la ayuda estadounidense a la oposición en el extranjero. Según él, esos fondos han servido más para generar discursos en los medios que para mejorar la vida de los ciudadanos en Irán.