Teherán presentó una queja formal ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en respuesta a las recientes declaraciones del presidente estadounidense, Donald Trump, a las que calificó como “imprudentes y beligerantes”. El régimen iraní acusó a Trump de violar de forma flagrante el derecho internacional y la Carta fundacional de la ONU, tras amenazar con bombardeos y sanciones secundarias si Irán no acepta un acuerdo con Washington sobre su programa nuclear.
La denuncia fue formalizada mediante una carta enviada por el embajador iraní ante la ONU, Amir Saeid Iravani, a la que tuvo acceso Reuters. En el texto, Iravani advirtió que cualquier ataque por parte de Estados Unidos o de lo que describió como su “representante”, refiriéndose al gobierno de Israel, será respondido con rapidez y determinación. El embajador subrayó que Irán no tolerará agresiones contra su soberanía, su integridad territorial o sus intereses nacionales y que responderá a cualquier “aventurerismo militar” con contundencia.
Estas declaraciones se producen en un contexto de alta tensión regional. Trump, quien sigue ejerciendo fuerte influencia en la política estadounidense como presidente en funciones, ha endurecido su discurso contra Teherán, presionando públicamente para lograr concesiones a través de amenazas directas. La administración estadounidense ha reforzado su presencia militar en puntos clave del Golfo Pérsico, mientras la República Islámica percibe un cerco militar creciente y acusa a Washington de utilizar la fuerza ante la falta de avances diplomáticos.
Desde Irán, la estrategia se articula en múltiples frentes. El régimen emplea su programa nuclear como instrumento de presión diplomática y, al mismo tiempo, fortalece sus vínculos con Moscú y Pekín. Rusia ha incrementado su cooperación militar con Teherán, incluyendo transferencias tecnológicas en materia de drones, mientras que China se consolida como principal comprador de petróleo iraní, desafiando abiertamente el régimen de sanciones impuesto por Estados Unidos.
El tono desafiante del régimen se reflejó también en las palabras del general Amir Ali Hajizadeh, comandante de la unidad aeroespacial de la Guardia Revolucionaria. En un video difundido el 28 de marzo en la red social X, declaró que “Estados Unidos tiene diez bases y 50.000 soldados en nuestra órbita. Son blancos vulnerables en una casa de cristal”. El mensaje fue interpretado como una amenaza directa respaldada por la capacidad militar de Irán para atacar instalaciones estadounidenses en la región mediante misiles balísticos y drones. Ejemplos previos, como el ataque contra las refinerías sauditas en 2019 —atribuido a Irán— y las ofensivas de los hutíes en Yemen, respaldados por Teherán, demuestran que el régimen no se limita a la retórica.
Por su parte, Estados Unidos ha respondido con acciones militares. El reciente despliegue del portaaviones USS Harry Truman en el Golfo, como reacción a los ataques hutíes contra intereses occidentales, refuerza la estrategia disuasiva de Washington. Sin embargo, cualquier escalada implicaría riesgos bilaterales. Un ataque estadounidense podría activar una cadena de represalias de Irán en países donde operan bases estadounidenses estratégicas, como Irak, Bahréin o Qatar. La Casa Blanca se enfrenta así a una disyuntiva peligrosa: ceder en lo diplomático o arriesgarse a desencadenar un conflicto regional de consecuencias impredecibles.
La prensa estatal iraní ha amplificado la narrativa de resistencia. En un editorial publicado el 30 de marzo, Press TV calificó las amenazas de Trump como “una demostración de arrogancia imperial” y prometió que “los agresores verán arder el infierno”. El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araghchi, adoptó un tono más matizado en una entrevista con Al Jazeera, afirmando: “No negociaremos bajo coerción, pero la puerta de la diplomacia sigue abierta”. Esta postura de aparente apertura mientras se proyecta fuerza forma parte del enfoque táctico del régimen iraní.
Los antecedentes añaden gravedad al escenario actual. En enero de 2020, tras el asesinato del general Qasem Soleimani por un dron estadounidense, Irán respondió bombardeando bases estadounidenses en Irak. No hubo escalada mayor, pero el precedente confirma la capacidad y disposición del régimen a reaccionar militarmente. Con la economía iraní bajo fuerte presión por las sanciones, y un clima social interno frágil, Teherán busca mostrar firmeza sin perder margen diplomático.