Irán está impulsando sus capacidades de inteligencia mediante la búsqueda activa de alianzas con dos empresas chinas de satélites, según un informe de The Washington Post publicado el viernes, que cita a funcionarios de seguridad occidentales. Esta colaboración, en la que el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI) desempeña un papel central, se enfoca en intercambiar delegaciones con firmas chinas especializadas en tecnología satelital de teledetección.
El objetivo principal de esta asociación es aumentar la capacidad de Irán para realizar vigilancia de alta resolución sobre objetivos militares en Israel y otras áreas del Medio Oriente, lo cual ha generado preocupación entre las agencias de inteligencia de Estados Unidos, Europa y la región.
Esta colaboración ha sido facilitada por un acuerdo de cooperación política y económica de 25 años, firmado hace tres años, que ha permitido una mayor profundización en áreas como la tecnología militar y satelital. Según el informe, las dos empresas chinas involucradas fabrican y operan satélites avanzados de teledetección, capaces de duplicar la resolución de las imágenes obtenidas por los satélites iraníes actuales.
Con esta actualización, Irán podría mejorar considerablemente su capacidad para monitorear instalaciones militares en Estados Unidos, Israel y las naciones árabes rivales. Una evaluación confidencial a la que tuvo acceso The Washington Post advierte que un acuerdo con estas empresas chinas podría proporcionar a Irán capacidades mejoradas para la selección de objetivos con sus misiles balísticos y sistemas de alerta temprana más eficientes para detectar ataques.
Además, Irán podría compartir la información recopilada vía satélite con sus aliados regionales, como los islamistas hutíes en Yemen y diversas milicias en Siria e Irak, que previamente han atacado bases militares y embarcaciones comerciales estadounidenses en el golfo Pérsico.
Chang Guang Satellite Technology Co., una de las compañías chinas involucradas, con sede en la provincia de Jilin, ha establecido una relación cercana con Irán. Esta empresa produce pequeños satélites “cubesat”, equipados con sistemas ópticos capaces de capturar imágenes con una resolución de hasta 30 centímetros, comparables a las capacidades de los satélites comerciales más avanzados de Estados Unidos y Europa.
Por el contrario, el satélite iraní Khayyam, actualmente en operación, solo puede generar imágenes con una resolución aproximada de un metro, lo que subraya el significativo avance en capacidades de vigilancia que esta cooperación podría representar para Irán.
China ha sido históricamente un socio militar clave para Irán, aunque las ventas de armas de Pekín a Teherán disminuyeron a mediados de la década de 2000 debido a las sanciones internacionales. Sin embargo, en los últimos años, la relación se ha revitalizado, y en 2015 China suministró tecnología de navegación por satélite a Irán, mejorando la precisión de sus misiles y drones. Bajo el acuerdo de 2021, esta cooperación renovada incluye ejercicios conjuntos de entrenamiento militar y futuros desarrollos en aeronaves y helicópteros.
Pese a esta colaboración, China mantiene cautela para no ofrecer asistencia militar directa que pueda aumentar las tensiones en Medio Oriente, dado que sus intereses estratégicos en la región, particularmente las relaciones económicas con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, requieren un equilibrio cuidadoso. China busca evitar sanciones internacionales contra sus empresas o contribuir a una inestabilidad que afecte el suministro de petróleo desde el Golfo.
Rusia, por su parte, continúa siendo un apoyo fundamental para el programa espacial de Irán, habiendo puesto en órbita varios satélites de vigilancia iraníes en los últimos años. La participación de Moscú resalta la alineación geopolítica entre Rusia e Irán, especialmente ahora que Rusia depende cada vez más de drones iraníes en su conflicto con Ucrania.
La expansión de las capacidades de vigilancia de Irán a través de estas asociaciones internacionales podría desestabilizar aún más el equilibrio de poder en Medio Oriente, incrementando los riesgos para la seguridad en la región.