Una instalación subterránea armada con misiles de largo alcance fue mostrada por el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica a medios locales, en medio de una escalada con potencias occidentales por su programa nuclear.
Durante la presentación, se colocó una bandera israelí en el suelo para que los presentes pudieran pisotearla, una costumbre habitual en Irán que simboliza desprecio hacia Israel.
Las imágenes difundidas mostraron al jefe del Estado Mayor iraní, Mohammad Bagheri, y al comandante Amir Ali Hajizadeh recorriendo el lugar en vehículos militares y conversando con soldados.
Bagheri afirmó que Irán ha fortalecido significativamente su poderío militar y que sus capacidades superan a las de sus adversarios. Aseguró además que el equilibrio de fuerzas favorece cada vez más a Teherán.
Al comparar la capacidad actual con la demostrada en la Operación Promesa Verdadera II, el alto mando iraní aseguró que las capacidades defensivas de Irán se han multiplicado por diez.
Entre los misiles identificados en el complejo figuran el “Emad”, el “Sejil”, el “Qadr H”, el “Kheibar Shekan” y el “Haj Qassem”, todos con alcances que superan los 1.400 kilómetros.
Aunque se presentó como una base recién construida, no fue posible verificar la autenticidad de esa afirmación por fuentes independientes.
Irán atacó directamente a Israel por primera vez en abril de 2024, disparando cerca de 300 misiles y drones tras la muerte de oficiales iraníes en un bombardeo en Siria.
En octubre, lanzó otra ofensiva con unos 200 misiles balísticos en represalia por los asesinatos de los líderes de Hezbolá y Hamás. Ambos ataques fueron mayormente interceptados por defensas israelíes con ayuda de aliados occidentales.
En respuesta, Israel bombardeó posiciones iraníes en dos ocasiones, destruyendo parte de su infraestructura militar clave.
Mientras tanto, el presidente Donald Trump reactivó su estrategia de presión contra Teherán. Este mes, ofreció una nueva negociación nuclear mediante una carta enviada a través de Emiratos Árabes Unidos, pero reiteró la amenaza de una posible acción militar.
Desde Teherán, el canciller Abbas Aragchi descartó un diálogo directo con Washington mientras persistan las sanciones. Rechazó cualquier conversación mientras continúe la política de presión máxima.
A pesar de negar su intención de fabricar armas nucleares, Irán elevó el enriquecimiento de uranio hasta el 60 % de pureza y ha bloqueado el acceso de inspectores internacionales a sus instalaciones, lo que alimenta la alarma internacional.