Durante más de dos semanas, se han producido explosiones e incendios de origen desconocido en diversas zonas de Irán, afectando complejos residenciales, refinerías de petróleo, una carretera próxima a un aeropuerto importante e incluso una fábrica de calzado.
En sus declaraciones públicas, las autoridades iraníes han restado importancia a estos incidentes, los han atribuido a coincidencias fortuitas o han responsabilizado al deterioro de la infraestructura, en un intento por calmar a una población que aún no se recupera del trauma provocado por la guerra del país contra Israel y Estados Unidos en junio.
Sin embargo, en privado, tres funcionarios iraníes —entre ellos un integrante del poderoso Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica— manifestaron su convicción de que muchos de estos hechos constituyen actos de sabotaje.
Si bien Irán cuenta con numerosos adversarios que desearían ver debilitado a su gobierno, los funcionarios han centrado sus sospechas en Israel, amparándose en su historial de operaciones encubiertas dentro del territorio iraní, que incluye explosiones y asesinatos selectivos. Además, tras la campaña de bombardeos que Israel llevó a cabo durante doce días el mes pasado en Irán, un alto responsable de inteligencia israelí afirmó que las operaciones en territorio iraní continuarían.
Un funcionario europeo con competencias en asuntos relacionados con Irán sostuvo también que estos ataques constituían actos de sabotaje y que sospechaba de la implicación israelí, basándose en el precedente histórico de sus acciones en Irán, tanto como forma de guerra psicológica como para eliminar objetivos específicos. Los cuatro funcionarios realizaron estas declaraciones bajo condición de anonimato, ya que no tenían autorización para hablar públicamente.
Los funcionarios iraníes entrevistados no aportaron pruebas que sustentaran sus sospechas, y las autoridades que se han pronunciado de manera oficial han ofrecido otras explicaciones para las explosiones, como fugas de gas, incendios de basura o el desgaste de las instalaciones. No obstante, tampoco han proporcionado al público una explicación convincente que justifique por qué se están registrando explosiones de gas a un ritmo de una o dos por día en distintas partes del país.