Israel localizó y eliminó a dirigentes políticos, militares y científicos nucleares iraníes durante la guerra de doce días en junio de 2025 mediante el hackeo de los teléfonos de sus guardaespaldas y conductores, lo que permitió ejecutar ataques aéreos precisos.
La guerra comenzó el 12 de junio con un ataque sorpresa israelí contra sitios militares, nucleares y de misiles en Irán, y concluyó el 24 de junio tras intensos intercambios de misiles y bombardeos que causaron daños significativos en ambos países.
Irán reforzó la seguridad de sus líderes con más personal de protección, pero esa medida facilitó inadvertidamente el rastreo, ya que los guardias siguieron usando teléfonos sin precauciones estrictas, incluyendo publicaciones en redes sociales que revelaron ubicaciones en tiempo real. El método israelí se basó en explotar los dispositivos de los interlocutores de altos funcionarios que no portaban celulares por seguridad, pero cuyos escoltas los mantenían activos y rastreables durante la guerra.
Sasan Karimi, exviceministro adjunto de estrategia y actual profesor en la Universidad de Teherán, afirmó que los conductores y guardias no acataron las medidas preventivas, lo que permitió localizar a la mayoría de los objetivos. Israel empleó inteligencia electrónica, satélites y operativos terrestres para interceptar comunicaciones, incluyendo mensajes en WhatsApp con datos sensibles sobre movimientos y reuniones. También hackeó cámaras de seguridad y routers industriales con tarjetas SIM reutilizadas, aunque el énfasis recayó en dispositivos de escoltas para ubicar patrones de desplazamiento en tiempo real.
Un funcionario de defensa israelí indicó que el aumento en el número de guardaespaldas ordenado por Irán generó una vulnerabilidad explotada por Israel, que había mapeado rutas y hábitos de movimiento de dirigentes iraníes durante varios años antes de la guerra.
La guerra incluyó 197 ataques aéreos israelíes confirmados hasta el 17 de junio, destruyendo más de 200 lanzadores de misiles balísticos, entre 35% y 45% del arsenal iraní y más de 70 sistemas de defensa antiaérea. Irán respondió con 39 misiles balísticos contra bases israelíes y un hospital en Beersheba, con daños limitados y sin víctimas reportadas en algunos casos.
Los ataques israelíes alcanzaron instalaciones nucleares como Natanz, dañando miles de centrifugadoras por interrupciones eléctricas, así como bases de producción de misiles, incluidas Tehrani Moghaddam cerca de Teherán y Amand cerca de Tabriz. También impactaron refinerías de petróleo en Teherán y Esfahan, lo que incrementa la crisis energética iraní, y destruyeron instalaciones de drones como la Compañía Industrial de Manufactura de Aeronaves de Irán. Estados Unidos desplegó aviones F-16, F-22, F-35 y el grupo de portaaviones USS Nimitz para reforzar la defensa regional, mientras milicias como Kataib Hezbolá y hutíes amenazaron atacar fuerzas estadounidenses si Washington apoyaba directamente a Israel.
El 16 de junio Israel bombardeó un búnker a 100 pies bajo una montaña al oeste de Teherán, donde se reunía el Consejo Supremo de Seguridad Nacional iraní presidido por Masoud Pezeshkian. Aunque los líderes dejaron sus teléfonos fuera, los guardaespaldas los mantuvieron activos, lo que permitió ubicar el sitio y atacar entradas y salidas, causando la muerte de varios escoltas, pero no de los principales asistentes. Este incidente reveló una brecha crítica de seguridad y generó confusión en la inteligencia iraní durante los dos meses posteriores al conflicto.
Otro objetivo inicial fue el brigadier general Amir Ali Hajizadeh, comandante de la Fuerza Aeroespacial de los Guardianes de la Revolución, eliminado mediante un bombardeo al inicio de la guerra. La operación israelí, denominada “Boda Roja”, redujo una lista de 400 objetivos a 100 prioridades empleando archivos nucleares sustraídos en 2018. Durante la campaña murieron 13 científicos nucleares y al menos 30 altos comandantes militares, entre ellos Roozbeh Vadi, ejecutado por espionaje, y Fereydoun Abbasi, cuya protección falló por el uso descuidado de celulares por parte de sus guardias.
Estas eliminaciones forman parte de una serie de 16 asesinatos de científicos nucleares iraníes en dos décadas, vinculados a la Organización de Innovación e Investigación Defensiva, sospechosa de buscar la militarización del uranio enriquecido. Métodos anteriores incluyeron bombas colocadas, como el intento contra Abbasi en 2010 atribuido a agentes israelíes. Los ataques de junio destruyeron laboratorios e instalaciones estratégicas, debilitando el liderazgo del programa nuclear iraní y motivando funerales estatales el 28 de junio para los científicos caídos.
Israel ejecutó operaciones cibernéticas paralelas, como el hackeo de cámaras para monitorear daños y ataques de grupos proisraelíes contra infraestructura financiera iraní. Irán respondió cerrando su ciberespacio y lanzando ofensivas digitales contra organizaciones israelíes para borrar datos y ejecutar campañas psicológicas. Además, Teherán arrestó a decenas de sospechosos de colaborar con Israel, incluidos 21 presuntos agentes del Mossad, y ejecutó a individuos como Roozbeh Vadi por facilitar asesinatos y filtraciones de información clasificada.
El gobierno iraní prohibió el uso de teléfonos inteligentes a altos funcionarios y ordenó a sus equipos emplear radios de mano, permitiendo celulares únicamente a líderes de seguridad. Sin embargo, en al menos un caso los guardias violaron estas órdenes, lo que permitió un intento fallido de rastreo. El Comando Cibernético iraní instruyó a todos los funcionarios a evitar redes públicas y reforzó medidas para prevenir disrupciones digitales. La guerra dejó a Irán con pérdidas significativas en sus capacidades balísticas y nucleares, mientras que Israel reportó daños menores en sus instalaciones militares.