En persa existe un proverbio que dice: “Si tienes suficiente paciencia, las uvas verdes acabarán por volverse muy dulces”. Mucho se ha dicho sobre la “paciencia estratégica del régimen iraní”, pero cabe preguntarse si realmente se trata de una paciencia calculada y dosificada o, más bien, de una pérdida interminable de tiempo mientras se espera que las condiciones y los procesos se alineen según los deseos de Teherán.
La guerra de los doce días fue el resultado de muchos años de preparación, recolección de inteligencia y enormes inversiones por parte de Israel y sus aliados occidentales. Recuerdo que cuando me incorporé en 1991 a una unidad de inteligencia abierta dentro del Aman–Jatzav, el entonces comandante de la Fuerza Aérea, Herzl Bodinger, declaró que Israel adquiría aviones F-15 porque tarde o temprano tendría que atacar Irán. Sin embargo, los iraníes también se prepararon y avanzaron en sus programas de armas nucleares, misiles y terrorismo (no necesariamente en ese orden, ya que desde su perspectiva la estrategia terrorista progresó desde el primer día y fue la más exitosa). Eso sí, lo hicieron con una lentitud tal que llevó a Israel y a Occidente a concederles tiempo.