La declaración del presidente Trump sobre Jerusalén, utilizando sus propias palabras, “no es nada más y nada menos que una constatación de la realidad”.
La definición de ‘doble estándar’ es declarar “inválida” la ciudad capital de un solo país dentro de los 193 estados miembros de las Naciones Unidas.
Lo absurdo se ve agravado por el hecho que esta ciudad en particular —Jerusalén, inaugurada hace 4.000 años por Abraham— precede a todas las otras ciudades capitales del planeta.
Como dijo el parlamentario inglés Benjamín Disraeli cuando fue blanco de un insulto antisemita: “Cuando mis ancestros eran sacerdotes en el Templo de Salomón, los de ustedes eran brutos salvajes en una isla desconocida”.
Imaginen el absurdo de la resolución 2334 de las Naciones Unidas afirmando que la presencia de Israel en Jerusalén es ilegal. ¿Acaso alguien sugeriría con seriedad que se debe desconectar al catolicismo del Vaticano o al islam de la Meca?
Jerusalén es nombrada 640 veces en la Biblia judía y fue coronada como la capital eterna de Israel hace más de 3.000 años. Los judíos, sin importar en qué rincón del globo se encuentren dispersos, sueñan con Jerusalén en cada boda judía, en cada Séder de Pesaj y en sus plegarias diarias.
Como afirmó Shmuel Rosner en una editorial del New York Times: “El próximo año, una embajada norteamericana en Jerusalén” nunca fue parte de nuestro léxico.
Por eso, al escuchar la noticia que el gobierno de los Estados Unidos implementará finalmente lo que dice la ley —el Acta de la Embajada de Jerusalén de 1995— simplemente me encogí de hombros, como hicieron tantas otras personas en Israel.
¿Por qué reconocer un hecho básico de la historia, corregir una injusticia histórica, expresar lo obvio y oponerse a negar la realidad, de repente parece ser “la noticia del siglo”?
¿Acaso alguien piensa que el pueblo judío, que sobrevivió la Inquisición y el Holocausto, reconstruyó su tierra para verse acobardado por amenazas violentas y diplomáticas? ¿Nos hemos acostumbrado tanto a la difamación del estado judío, sobreviviendo con la voluble buena voluntad de las otras naciones, que lograr la normalización es una causa a celebrar?
Sin embargo, así es este mundo inverso en el que vivimos. En un mundo así, la política grosera, los engaños y el odio antisemita se dirige a la ciudad emblemática de las mayores verdades y anhelos de la humanidad, la ciudad de sacerdotes y profetas, la luz que iluminó a las naciones y le enseñó al mundo que se debe “amar al prójimo”.
En respuesta, los árabes prometen más “días de furia” y los expertos predicen conflictos regionales. ¿Es que alguien realmente cree que ISIS, Hezbolá, Hamás e Irán nuclear son temas secundarios, mientras que la obvia verdad que Jerusalén es judía va a “prender fuego al Medio Oriente”?
¿Por qué Jerusalén?
La negación de la conexión judía con Jerusalén se ve avivada por aquellos que buscan destruir al estado judío. Es por eso que en un intento por desdibujar el pasado, todos, desde los babilónicos hasta los romanos, expulsaron a los judíos de Jerusalén y destruyeron sus sitios sagrados.
Esta negación de la Jerusalén judía persiste hasta el día de hoy. En las palabras del líder palestino Mahmoud Abbas, el pueblo judío “argumenta que hace 2.000 años tuvo un Templo. Yo desafío ese argumento respecto a que realmente haya sido así”. La Red de Noticias Palestinas empuja la versión que “El Muro de los Lamentos (Muro Occidental) es una parte integral de la mezquita de al-Aqsa y es un lugar exclusivamente islámico, y quienes no son musulmanes no tienen derecho al mismo, ni siquiera al polvo del Muro de los Lamentos”. Al hablar para la televisión palestina, el investigador Dr. Hayel Sanduga dijo que el conocido versículo del Salmo 137: “Si te olvidara, Oh, Jerusalén”, no proviene de una fuente judía sino que se trata de palabras pronunciadas por un cruzado cristiano, y que fueron “falsificadas en el nombre del sionismo”.
Los medios de comunicación frecuentemente son cómplices de esto. El Daily Telegraph de Londres se refirió al “Monte del Templo, donde se cree que fueron construidos los dos templos judíos en la antigüedad”. La revista Time identificó al “Domo de la roca, donde los judíos creen que Salomón y Herodes construyeron el Primero y el Segundo Templo”. No se trata de un hecho indiscutible de la historia, es simplemente algo que “los judíos creen”.
Al referirse al Monte del Templo, Associated Press, el New York Times, Los Angeles Times, y otros, típicamente citan el nombre árabe musulmán: Haram al-Sharif, el Noble Santuario. Pero en decenas de miles de artículos noticiosos, ¿Alguna vez vieron que el Monte del Templo sea llamado por su nombre hebreo, Har Habait?
Una ironía final: las paredes mismas de esa cueva de antisemitismo —la sede de las Naciones Unidas en Nueva York— llevan las palabras de Isaías: “Y convertirán sus espadas en arados”. Pero no olvidemos las palabras que preceden a estas: “Porque de Sion saldrá la Torá y la palabra de Dios desde Jerusalén”.
Jerusalén representa la visión judía de un mundo perfeccionado. La Jerusalén judía sigue siendo la mejor esperanza de paz que tiene la humanidad.
Y colocando a un lado los eventos diplomáticos, es una visión que debemos defender, o atenernos a los riesgos de dejarla de lado.
Por: Rav Shraga Simmons | En: AishLatino.com